“Simancas es el primer edificio concebido como archivo en el mundo, en el siglo XVI”


En agosto ha disminuido la actividad del Archivo de Simancas, pero su directora siempre tiene trabajo, pese a lo cual no da la sensación de tener prisa cuando habla para la revista de los Registradores en vísperas del congreso nacional que se va a celebrar en Valladolid.


Esta revista se ocupa de temas directamente relacionados con el mundo registral, pero también da acogida a cuestiones culturales, literarias o de otro tipo y por eso me gustaría empezar esta conversación preguntando a Julia Rodríguez, directora del Archivo de Simancas pero muy familiarizada con los registros, si nos puede decir algo sobre las relaciones que hay entre los archivos y los registros, en lo que tiene que ver con la fe pública, con la seguridad jurídica.

La relación es esencial y estrechísima porque el archivo, y en general la escritura, nacen como instrumentos de seguridad jurídica. Los diplomas medievales comenzaban justificando su expedición con la expresión “multociens sentimus incommoda oblivionis” o sea, muchas veces sufrimos los inconvenientes del olvido. Igual significado tiene la expresión “verba volant, scripta manent”. Lo escrito y archivado es garantía de derechos y de poder. Fé pública, escritura y archivos tienen una naturaleza común. Constituían, y constituyen, un sistema de seguridad, de protección de derechos y ese es el origen y finalidad de los archivos. Los archivos se crean como instrumentos de crédito, de seguridad y de poder.  Para los reyes y súbditos en un tiempo, y hoy para todos los ciudadanos. Son, por tanto, instituciones que cumplen una función social extraordinariamente importante. Por eso hay que protegerlos, defenderlos y educar a los ciudadanos en esta función de valorar los archivos y los registros como sedes fundamentales de garantía de sus derechos.

Es verdad que en los archivos históricos la documentación ya ha prescrito y por tanto ahora poco puede validar, pero sirve como testimonio para construir la historia, otra función social necesaria y fundamental.

“Los archivos se crean como instrumentos de crédito, de seguridad y de poder”

El archivo de Simancas fue uno de los grandes centros culturales que en la legislatura de 1996 al 2000 formó parte del programa de “instituciones culturales de cabecera” junto con el Prado, el Reina Sofía, la Biblioteca Nacional y hasta veinte instituciones culturales de titularidad y gestión estatal en toda España. ¿Qué significó esto para el Archivo de Simancas?

Un verdadero punto de inflexión. Un antes y un después.

Desde 1844 Simancas cambia de naturaleza, de archivo cerrado, al servicio del rey y su administración, pasa a ser un centro de investigación histórica al que acuden de forma progresiva y masiva investigadores de todo el mundo. Pero su estructura, aunque innovadora y extraordinariamente moderna en el siglo XVI, no estaba adaptada a las nuevas exigencias. Salvo parciales adaptaciones efectuadas a mediados del siglo XX, subsistía el proyecto de Juan de Herrera, Diego de Ayala y Felipe II.

Los espacios de depósito documental diseñados en el siglo XVI compaginaron esta función desde mediados del XIX con las nuevas necesidades generadas de espacios de trabajo, investigación y consulta subvirtiendo así los principios archivísticos originarios. Simancas, referente mundial de archivos, no era un espacio funcional que pudiera responder al desafío digital y archivístico del siglo XXI.  

El proyecto del Gobierno y de la Secretaría de Estado de Cultura, del que tú, Miguel Ángel, fuiste mentor y artífice, fue decisivo para el futuro de Simancas. Tres fueron los objetivos del proyecto de intervención integral: unificar en un único depósito documental moderno todos los fondos, habilitar nuevos espacios funcionales de servicios archivísticos y liberar los espacios históricos más emblemáticos para crear un circuito cultural que permitiera a todos los ciudadanos conocer, disfrutar y enorgullecerse del primer edificio concebido como archivo en el mundo, en el siglo XVI, al tiempo que se habilitaba para responder al reto de la nueva sociedad digital que despuntaba.  

Durante las obras, que duraron siete años, hubo que poner en juego imaginación, esfuerzo y pasión, tú lo sabes bien, para mantener el archivo abierto siempre a la consulta de estudiosos. Hubo mucho tesón, tanto por parte del Ministerio como de los archiveros, para no cerrar ni un solo día, salvo una semana para tratamiento de xilófagos. Una parte de los fondos se trasladaron al Archivo de Chancillería donde los estudiosos podían consultarlos y el resto permaneció accesible en Simancas.  

“Los registradores, con un alto sentido social, fueron pioneros en la puesta en práctica de un proceso total de informatización”

Hablando de xilófagos y demás bichos, ¿qué tal se ha llevado la pandemia en el Archivo?

Se ha llevado muy bien y sin un solo caso. Las medidas de prevención tomadas y las características del edificio lo han hecho posible. Las exposiciones presenciales se han clausurado porque teníamos que dar preferencia a la investigación histórica, pero salvo en los dos meses de confinamiento absoluto, el resto del tiempo, aunque con aforo reducido, no se ha interrumpido el acceso de investigadores. Es verdad que se ha frenado la llegada de investigadores europeos o americanos, por el cierre de fronteras en algún momento, pero se ha intensificado más la presencia de los investigadores locales.

En cuanto al tratamiento de xilófagos es permanente, la carcoma nunca muere y siempre es un peligro. Ahora hacemos tratamientos sistemáticos y periódicos y se conservan las maderas de los armarios del siglo XVI en perfecto estado.

La sala de investigadores del Archivo general de Simancas.

O sea, que las instrucciones de Felipe II estaban bien pensadas. 

Eran modélicas. Las instrucciones de Felipe II fueron modernísimas en su momento, porque las funciones fundamentales definidas en sus instrucciones de 1588 tanto de conservación como de descripción e incluso de difusión, hoy día están plenamente vigentes. 

En el caso de la difusión, aunque el archivo en el pasado respondía esencialmente a los intereses del rey, sirvió también para la acreditación de derechos de los súbditos, pero siempre sujeto al interés político y discrecional del rey que podía negar o conceder licencia, según sus intereses, para autorizar la copia de un privilegio o de una merced concedida a un súbdito. Entonces no había ciudadanos, solo súbditos.

Hoy en día, se siguen diligenciando copias, sobre documentación histórica para el posible ejercicio de derechos en procesos u otras necesidades.

En los últimos años el Archivo de Simancas además de la reforma y restauración de las instalaciones se ha abierto al público con exposiciones y visita a parte del edificio. ¿Qué respuesta ha tenido? 

Las obras de transformación y la intervención integral del Archivo fue la garantía del acceso de todos los ciudadanos, que antes estaba restringido a los estudiosos de la historia. Entre otras cosas porque las instalaciones no permitían un acceso libre. Es verdad que los profesores universitarios y una serie de figuras destacadas venían con frecuencia y llegaron a conocer bien todos los espacios históricos del Archivo, pero no podía hacerlo el público en general, porque su tránsito podía interrumpir realmente la actividad ordinaria del Archivo.

Uno de los objetivos de la reforma integral fue crear un circuito de acceso independiente de carácter cultural que permitiera el conocimiento a todos de esa maravilla que es el Archivo de Simancas, una auténtica gloria nacional e internacional. Y eso se ha conseguido, pues las visitas crecen cada vez más. En estos momentos estamos en torno a las 40.000 personas que acceden a Simancas anualmente y eso es una cifra importante en una localidad que, aunque parece que está en un lugar de paso cuando se va por la autovía, exige venir expresamente a ella. El número de visitantes ha ido creciendo en torno a un 15% anual y eso es lo más importante, es un crecimiento sostenido.

El Cubo de Felipe I y la Capilla del Archivo general de Simancas.

¿Cómo va el interés de los estudiantes por la archivística? ¿Se mantiene o estamos escasos de vocaciones?

Pues no estamos tan escasos de vocaciones y yo estoy contenta porque creo que hay un renacer del interés por el estudio y conocimiento de los archivos. Para los estudiantes de Humanidades, se considera una salida muy digna, bonita y cada vez más conocida. Los masters que se imparten en el Archivo, en colaboración con distintas universidades españolas, fomentan también esta curiosidad y crean este gusanillo por una profesión que quizás estaba un poco relegada a un público más marginal, pero que cada vez cobra más fuerza e interés de forma paralela a su difusión social.

Los registradores de España están muy satisfechos, y creo que con razón, del nivel de digitalización, de informatización que tienen todos sus servicios. ¿Cómo está el Archivo de Simancas y el conjunto de los archivos nacionales en este campo?

Los registradores, con un alto sentido social, fueron pioneros en la puesta en práctica de un proceso total de informatización. Los archivos han avanzado muchísimo en este terreno, pero, sin duda alguna, y lo sé, los registros fueron un ejemplo de innovación, compromiso social y adelanto. En los archivos se empieza a trabajar sobre todo en la década de los 90. Se ha avanzado mucho, aunque el proceso sea lento. En todos los archivos hay máquinas de digitalización y, pese a los recortes presupuestarios, la tendencia es reproducir todo en imagen digital. Es una forma de garantizar la correcta conservación del documento y de difundir y agilizar la consulta a miles de kilómetros de distancia.

La sociedad digital está transformando los usos y formas culturales en todos los ámbitos del patrimonio histórico y los archivos tienen en este campo mucho que decir.

¿Es lo mismo ver un papel en pantalla que tocarlo? 

Hombre, el olor, el tacto activa más los sentidos y te acerca más al momento histórico, te ambienta mejor. En ese sentido se pierde una cierta afección al pasado, que los historiadores lamentan. Por el contrario, aplauden poder consultar los fondos más cómodamente, a distancia, con mayor rapidez y con una calidad de imagen incluso superior al original ya que puedes agrandar ésta, eliminar manchas adicionales, hacer un tratamiento digital de la imagen y en definitiva mejorar la lectura y los usos y virtualidades que ofrece.

Hay muchas esperanzas puestas en los fondos europeos donde la digitalización es precisamente uno de los ejes de este tipo de ayudas europeas. ¿Se ve alguna posibilidad de impulsar la digitalización de los archivos? ¿Hay algún programa para ello?

En esta tarea están surgiendo iniciativas continuamente y la verdad es que los archivos ya han iniciado un camino que es irreversible. Ahora estamos con un proyecto de “tesoros digitales”, así llamados porque se refieren a algunos de los documentos más representativos y emblemáticos, en colaboración con distintos países europeos y también con universidades politécnicas españolas y extranjeras ensayando proyectos digitales de distinto cariz. La sociedad digital inunda ya nuestra vida y la de los archivos.

¿Cómo lleváis los que habéis dedicado vuestra vida a la historia y a los archivos la presión de la corrección política o de la postverdad, que podrían encontrar en el archivo o en los documentos una impugnación de lo que pretenden por la propaganda o el prejuicio?

Está bien que surjan estos problemas, aunque graves, porque se crea la polémica, y con ella la capacidad de contestación a esas medias verdades y porque además se prestigia la historia de verdad, la historia con mayúsculas, que necesita absolutamente de las fuentes y del rigor en su interpretación. Y esas fuentes son las que no manejan los que funcionan con tópicos y estereotipos cada vez más burdos. Yo creo que hoy tiene buena salud la historia rigurosa, la historia científica, porque hay mucha gente que la ejerce con el convencimiento de que es la única vía para poder contrarrestar todo este tipo de propagandas fáciles. El archivo siempre será sede de la historia rigurosa y científica, no la instrumentalizada burdamente y abusiva.

“Valladolid es una ciudad de archivos de un peso impresionante: Simancas y la Real Chancillería”

¿Habéis detectado algún movimiento de censura hacia esos documentos que acreditan que algunas cosas que hoy se quieren decir como propaganda son falsas?

Si se observan parcialidades y sesgos claros en las solicitudes de documentos para figurar en algunas exposiciones con discursos lamentables sobre el pasado histórico. También hay silencios reveladores o temas “no convenientes”. Son los verdaderos historiadores con su trabajo riguroso los que desmontan la propaganda fácil de quienes no quieren reparar en los documentos, en las evidencias, y buscan evitarlos, ocultarlos o ignorarlos completamente, incluso a veces censurarlos. Todo documento es valorable y la objetividad absoluta no existe; siempre la mirada y el análisis del historiador es fundamental. Todo es válido si se sostiene en un estudio riguroso con análisis de todas las fuentes, de todas las voces. 

El problema es el análisis sesgado y la mentira burda que llega a situaciones vergonzosas. El riesgo verdadero está en la educación, en los libros de texto sostenidos sobre la mentira histórica alentada desde algunos poderes públicos y políticos.

De todas formas, estos peligros acechan desde todos los ámbitos, no solo desde el de la historia y sin duda es necesario responder desde el sentido común. 

Aunque se trata de un archivo histórico, ¿entre las personas que se acercan a consultarlo hay también abogados o personas que están tratando con cuestiones actuales o son solo historiadores los que se acercan al archivo de Simancas?

No solo. Se ha ampliado muchísimo el abanico de los usuarios o investigadores del archivo porque, entre otras cosas, la afición por la historia y el interés por el conocimiento del pasado hoy compete a muchísima gente. Desde médicos, porque en Simancas hay mucha documentación sobre la historia de la medicina vinculada sobre todo al ejército, a arquitectos y geógrafos que analizan la transformación del espacio a lo largo del tiempo, novelistas que se documentan sobre figuras históricas, espacios y tiempos para recrear las novelas o estudiosos del derecho. El abanico es amplísimo y está abierto a todo el mundo. Y eso ha sido un cambio que se ha producido desde la segunda mitad del siglo XX que es cuando el mundo de los archivos se abre a un espectro social más amplio y no solo se reduce a los historiadores académicos, aunque éstos sigan siendo los usuarios fundamentales. Hay también un interés generalizado por conocer el espacio y el territorio donde hemos nacido, donde nos hemos movido y profesionales, absolutamente ajenos a la investigación histórica, incluso a la enseñanza de la historia, se muestran motivados por este afán por la historia y el pasado, seducidos por algún gran personaje o tema histórico, llegando a ser verdaderos especialistas en un tema histórico.

Podría poner muchos ejemplos de esto último.

El hecho de que el Congreso Nacional de Registradores se celebre en Valladolid, donde está el Archivo de Simancas, pero también el Archivo de la Real Chancillería, ¿tiene que ver con lo que hablamos al principio de la importancia de la fe pública, de la seguridad jurídica, del Derecho y de los derechos?

Sin duda alguna. Valladolid hoy es una ciudad de archivos, este era el título de una publicación, “Valladolid, ciudad de archivos” y además de archivos de un peso impresionante. En el caso del archivo de Simancas un archivo de un peso internacional, universal, que abarca todos los continentes desde los siglos XV al XIX; en el caso de la Chancillería, un archivo fundamental para el estudio no solo de la administración de justicia sino de la sociedad castellana del Antiguo Régimen. Son dos ejemplos muy singulares y muy potentes del uso de la fe pública por supuesto y en definitiva de la escritura como acreditativa de derechos, de poder, y como testimonio histórico hoy de un pasado vasto en el tiempo y en el espacio para España y para el mundo.

 

Miguel Ángel Cortés

Miguel Ángel Cortés
Secretario de Estado de Cultura (1996-2000). Secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica (2000-2004). Diputado y Senador por Valladolid en varias legislaturas. Actualmente dirige la Fundación Iberoamericana Empresarial