“Llegué a plantearme escribir con seudónimo porque no se creían que escribiera mis obras”


Compagina su labor docente con la escritura y la interpretación. Y es una de las cinco féminas con un Premio Nacional de Literatura Dramática, galardón que se entrega desde 1992 y que ella obtuvo en 2016 por su obra Siglo mío, bestia mía.


Como dramaturga, actriz y directora, ¿cómo valora la situación de la mujer en las artes escénicas?

La presencia de las actrices era habitual en el teatro, pero no tanto la de dramaturgas y directoras. En los últimos años cada vez más mujeres ocupan este ámbito dentro de las artes escénicas, aunque en muchas ocasiones esta presencia no se hace en términos de igualdad. Muchas veces la lista de autoras (o directoras) estrenadas se engrosa con los “ciclos de mujeres”. Y en estos ciclos las obras son precarias en cuanto a presupuesto y la exhibición es corta, por lo que funcionan más a nivel político que a efectos reales. Esto no sucede en todos los teatros de igual manera y, por suerte, cada vez tenemos más presencia.

A lo largo de su trayectoria profesional, ¿ha encontrado algún obstáculo por ser mujer? 

Me he encontrado con bastantes obstáculos y siento que he tenido que demostrar mucho más para acceder a algunos espacios. En el teatro, por ejemplo, recuerdo una obra en particular en la que era la directora y un actor me lo puso muy difícil porque no asumía que una mujer joven le dijera lo que tenía que hacer. He aguantado comentarios inoportunos, e incluso llegué a plantearme escribir con seudónimo porque me dijeron que no se creían que escribiera mis obras. Por suerte, el tiempo lo pone todo en su sitio. No obstante, como digo a menudo, lo de ser joven se arregla, lo de ser mujer no.

En este sentido, ¿qué significa para usted el 8M?

Es una fecha de reivindicación, una celebración necesaria. El 8 de marzo mujeres y hombres nos unimos para que la igualdad se haga efectiva en todos los ámbitos, y todavía es mucho lo que queda por hacer. La pandemia está acentuando algunas desigualdades que veníamos arrastrando de antes, como son la dificultad de la conciliación laboral y la precariedad que de esto se deriva, además de la desigualdad en los salarios. Pero si hay algo que me preocupa terriblemente es la violencia de género. Prácticamente todas mis alumnas han sido agredidas verbal o físicamente en algún momento de su vida. Y llevo diez años dando clase. Como mujer, como profesional, y como madre de una niña, celebrar el 8 de marzo es seguir luchando porque no se produzcan estas cosas, es creer que una sociedad más justa es posible.

Al escribir, ¿intenta dar visibilidad a la mujer y a su papel en la sociedad y el mundo?

Sí, sobre todo en los últimos años. No hay obra que escriba en la que no me plantee esto. Intento visibilizar otro modelo de mujer diferente a los roles a los que nos tiene acostumbrado el teatro. En los escenarios (y en el cine) hay muchos papeles de chicas jóvenes y algunos (muchos menos) de mujeres ya mayores, abuelas, etc. La parte más interesante de la vida de las mujeres, ese momento en el que son maduras intelectualmente, se empoderan de su sexualidad, son profesionales y saben lo que quieren, no aparece por ninguna parte. No son las protagonistas. A mí me gusta escribir esos papeles desde que era joven, me apasionan los personajes fuertes y contradictorios, el discurso de una mujer es, en mi opinión, más interesante a los 40 o a los 50 que a los 20, aunque sólo sea por la experiencia y el desencanto.

Imparte clases desde el departamento de Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid. ¿Cómo se presentan las nuevas generaciones?

Son abiertas, tolerantes, creen en la igualdad, están preocupadas por el clima… Al menos eso es lo que veo en el aula. Es cierto que les está tocando vivir una mala época en un momento en el que no han alcanzado la madurez, pero soy optimista con las nuevas generaciones.

Gema Fernández González