Construir un puente dorado en Ucrania

La invasión y guerra de ucrania

La restauración de una paz duradera es un objetivo que coexiste con la propia naturaleza de la guerra. Como la justa causa está ligada a su origen y la justa proporción a su consecución. Así lo establecieron las leyes y así lo interpreta la historia, dentro y fuera de cualquier territorio geopolítico que cualquier potencia considere como un interés. La guerra no es la continuación de la política por otros medios. Eso es tan solo una frase brillante de un estratega. La guerra es el desenlace atroz de un conflicto, cuya moral viene delimitada por las leyes de la sociedad y por las acciones de los héroes. No hay intereses que modifiquen su esencia, ni mentiras que la justifiquen. Ni remedios para el sufrimiento. 

Cuando Vladimir Putin dio la orden de invadir Ucrania, para alterar la soberanía de un Estado independiente y para desestabilizar las democracias liberales y el orden europeo, no tuvo en consideración la naturaleza de la guerra, sino la naturaleza del poder. Cometió el error de creer que la propaganda, la incertidumbre y la crisis habían debilitado suficientemente a los europeos. Que el gobierno ruso era inmune frente a las sanciones después de las intervenciones en Georgia, Crimea y el Donbass. Que podía reescribir la historia del fracaso soviético, y borrar la verdad histórica de que los países satélites y las repúblicas que huyeron del totalitarismo lo hicieron porque querían encontrar en Europa y en la seguridad atlántica, un futuro sin Rusia y sin dirigentes comunistas. Y, también por error, no consideró, o pasó por alto, que la reacción unánime de la Unión Europea y los aliados de la OTAN iba a brindar el apoyo necesario a una Ucrania, fuertemente armada en su defensa y en sus valores democráticos. 

A la ausencia de una causa justa, – porque el conflicto podía haberse resuelto previamente en un proceso de negociación sobre las regiones pro rusas y con un acuerdo para no desplegar tropas o armamento OTAN en territorio ucraniano-, se sumó después una significativa desproporción en el uso de medios militares. Los bombardeos a ciudades, los episodios de crímenes contra la población civil y las amenazas de poner sobre el tablero las capacidades nucleares y otras armas no convencionales, han oscurecido aún más el fondo de las aguas que tienen que analizar los organismos internacionales, infectadas además por la propaganda. 

Construir un marco de negociación para alcanzar un alto el fuego y avanzar hacia un acuerdo de paz, resulta ahora una tarea de enorme complejidad porque el conflicto ha traspasado el ámbito bélico y militar

Construir un marco de negociación para alcanzar un alto el fuego y avanzar hacia un acuerdo de paz, resulta ahora una tarea de enorme complejidad porque el conflicto ha traspasado el ámbito bélico y militar, y se desborda por una pendiente de sanciones multilaterales que han distorsionado las relaciones económicas y de medidas políticas que advierten sobre la necesidad de cambios inminentes en el orden y la seguridad internacional. Esa complejidad ha sido percibida por distintos analistas en las últimas semanas y el debate, que se planteaba en torno a la manera de frenar la expansión rusa y defender Ucrania de la agresión, ha pasado a plantearse ahora, sobre cómo encontrar una salida a la situación, en la cual, Rusia no se sienta derrotada, y sobre cómo asimilar la posibilidad de una victoria ucraniana. 

Dominic Tirney, en la revista Foreign Affairs el 22 de mayo, buscaba fórmulas para tender un puente a la negociación. Donde Ucrania pudiera confirmar su compromiso de no instalar armamento aliado, mientras la política exterior rusa encontraba argumentos para justificar, no ya la derrota, pero sí el fracaso de la “operación”. Para ello Putin tendría que ser consciente de que la vuelta a la normalización internacional pasaría por una revisión de su estrategia de hostilidad, y por dar marcha atrás desde la confrontación hacia la orilla de la rivalidad y competición, asumiendo una parte de las reparaciones. Por su parte, el presidente Zelensky, tendría que reconocer que la lucha heroica de los ucranianos no ha servido para ganar la guerra, aunque ha valido la pena para lograr una paz duradera, desligada definitivamente del pasado. 

Ucrania ya ha cruzado el puente dorado hacia las libertades. Suecia y Finlandia aspiran a fortalecerlo. Un puente que ha situado a la OTAN en lo alto de la atracción política y en el centro de la seguridad internacional. Sin embargo, Henry Kissinger, tan realista como acostumbra, intervino en el reciente Foro de Davos para recordar que: “el principal rival de Estados Unidos es China y todo lo que favorezca a China perjudica a Estados Unidos”. Y prolongar la guerra puede perjudicar a todos los actores implicados y favorecer a los más distantes. Eso debería pensar ahora Zelensky, porque el puente que tiene que cruzar, no solo aleja a Kiev de Moscú, sino que acerca la democracia y la geopolítica euroatlántica al Pacífico.

 

José María Peredo Pombo