Los datos están ahí. Hay vida y hay datos positivos más allá de la amnistía y de su estrambótica tramitación en el Parlamento que invitan al optimismo. España no sólo no se rompe, sino que avanza. Avanza su economía, que ha vuelto a demostrar, con un crecimiento del 2,5% una resistencia notable en medio de la acusada ralentización en Europa y pese a la fuerte subida de los tipos de interés. Avanza su mercado laboral, que crea un tercio de todo el empleo generado en la eurozona. Avanzan los salarios a ritmos del 5,3%.

Avanza en cuestión de rentas, tras la intensa pérdida de poder adquisitivo por la crisis de precios. Y avanza en derechos y mejoras para los trabajadores. La última: la subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional). Gran noticia, mal que les pese a algunos empresarios. La subida de un 5%, hasta los 1.134 euros, tiene además rostro de mujer. Entre los beneficiarios, que son unos 2,5 millones de trabajadores, hay 1.100.000 mujeres. Y después, los jóvenes, porque el incremento se aplica también a las nóminas del 27% de los trabajadores de entre 16 y 24 años, según los cálculos sindicales. Así que todos contentos. O casi todos. Gobierno, sindicatos y trabajadores, desde luego lo están.

Sólo la patronal se queja. Por la falta de consenso, porque el Ministerio de Trabajo no ha negociado lo suficiente con la dirigencia empresarial. O porque hace tiempo que la CEOE se ha abonado al “no a todo” de la derecha política. A saber.

El Gobierno, con sus luces y sus sombras, sigue en todo caso la senda de cumplimiento de la Carta Social Europea, que sitúa el SMI en el ámbito del 60% del salario medio. Recoge así no sólo la convergencia recomendada, sino que intenta paliar la subida de la inflación para evitar que el SMI se vea afectado por la erosión de su poder adquisitivo

El Gobierno, con sus luces y sus sombras, sigue en todo caso la senda de cumplimiento de la Carta Social Europea, que sitúa el SMI en el ámbito del 60% del salario medio. Recoge así no sólo la convergencia recomendada, sino que intenta paliar la subida de la inflación para evitar que el SMI se vea afectado por la erosión de su poder adquisitivo. De modo que hoy muchos más trabajadores en España tendrán una remuneración razonable.

No es baladí que desde 2018, el SMI haya crecido más de un 54%, un incremento inédito en nuestra historia reciente. No hay mejor forma de luchar contra la desigualdad y sacar a más trabajadores del umbral de la pobreza, que en nuestro país sigue siendo de los más altos de la UE.

El número de ocupados se incrementó en el año 2023 en más de 783.000 personas, un 3,83%, casi tres veces más que en 2022, hasta alcanzar los 21.246.900 ocupados. Asimismo, el desempleo se redujo en 193.400 personas en el último año (-6,4%), una reducción que es más del doble que la que se produjo en 2022. Un descenso especialmente significativo teniendo en cuenta el notable crecimiento de la población activa, que en los últimos 12 meses aumentó en 589.600 personas, más del doble que en 2022, superando los 24 millones de personas.

En España hay poco espacio para celebrar en la conversación pública, pero los datos económicos debieran de ser motivo para ello porque, pese a los profetas del apocalipsis, del España se rompe, de la supuesta voladura de la Constitución y de la hipotética ausencia del Estado de Derecho, las reiteradas subidas del SMI no han destruido empleo, sino todo lo contrario. Por eso es más incomprensible aún la actitud de la patronal de desmarcarse de un acuerdo que beneficia sin duda a los trabajadores, pero también de forma indirecta a ellos, puesto que incentiva al consumo de muchos hogares.

La conclusión es que España sigue intacta y con mejores sueldos para quienes ganan. ¿Y eso también está mal? Pues, obviamente, no.

P.D. Y ahora resulta que, además de que la economía, el mercado laboral y los salarios van mejor, nos enteramos de que el tan denostado olvido penal para los líderes del independentismo también lo exploró Alberto Núñez Feijóo, que en un alarde de sinceridad ha reconocido incluso que tiene dudas de que a Carles Puigdemont se le pueda asociar una acción terrorista, como sostiene un juez de la Audiencia Nacional. Pues, no hay más preguntas, señoría. Menos hipérbole y más rigor no nos vendría mal. 

Esther Palomera