Los desmentidos falsos, un peligro para la Prensa

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Se critica mucho y con razón la proliferación de informaciones falsas, pero se habla menos de los desmentidos falsos. Los lanzan sin rubor instituciones gubernamentales, políticas o económicas por tacticismo electoral o bursátil y se han convertido en un peligro creciente para la labor de la Prensa. Lo más habitual es lo que Ben Bradlee llamaba un «non-denial denial», que es un aparente desmentido que, en su letra pequeña, no lo es, pero a veces cuela. Más problemático aún es el desmentido que es directamente falso. El objetivo es intentar disuadir a la Prensa de una información veraz y puede tener éxito a corto plazo. Ejemplos en España hay de todos los colores como el famoso y sobreactuado desmentido de Cristina Cifuentes (PP) sobre la realidad de su máster. Pero de los que he vivido en primera persona merece la pena relatar éste otro ejemplo por cómo el nerviosismo en una campaña electoral lleva al Poder a cruzar líneas inimaginables. Ocurrió en la Cumbre del G20 en Cannes a primeros de noviembre de 2011 con un presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ya de salida y una campaña en la que el entonces candidato del PP, Mariano Rajoy, tenía todas las papeletas de conseguir una victoria por incluso mayoría absoluta. 

Zapatero había peleado el año anterior con un éxito que merece reconocimiento por conseguir una silla para España en este foro, pero esta Cumbre en concreto era inoportuna políticamente para él estando tan de salida. Como enviado especial a Cannes, tuve información de que se estaba ejerciendo presión sobre Zapatero para que tomara medidas adicionales de ajuste antes de dejar el cargo y que se planteara pedir ayuda internacional si fuera necesario. Los portavoces de Moncloa de la época me lo negaron rotundamente y cuando pedí la palabra en la rueda de prensa al término de la Cumbre, no me la concedieron sospechosamente. No obstante, en esa rueda de prensa en la ciudad francesa, Zapatero respondió así al ser preguntado por otro colega sobre si había contraído algún compromiso para reducir el déficit y reformar la economía: «España no ha tenido que formular ningún compromiso, porque es conocido el grandísimo esfuerzo que hemos hecho de reformas y de consolidación fiscal. Por tanto, no se nos ha requerido para nuevas medidas».

Es más, sin que nadie le preguntara, dijo: «Ha habido países que han tenido, en efecto, que acudir a la ayuda internacional (…) Esta reunión del G-20 de hoy puede ser también una buena referencia porque, como acabo de decir, no hemos tenido en ese sentido ningún requerimiento». Y llegó a ironizar que se había escrito mucho sobre que «en noviembre de 2011 España tendrá que pedir ayuda», pero se jactó de que dejaba Moncloa sin haberla tenido que pedir. Sin embargo, ese mismo día, en una de las conclusiones finales del G20, trascendió que claro que España había tenido que hacer compromisos «con programas claros y creíbles de ajuste». Además, en anexos difundidos con posterioridad afloró que Zapatero se había comprometido a dejar el déficit en 2011 en el 6% del PIB. Lo dejó por encima del 9%.

Por si fuera poco evidente que yo había recibido un desmentido ‘fake’, el propio presidente desveló dos años más tarde en su libro El dilema, lo que de verdad había pasado en Cannes: «Merkel me saludó cordialmente y me planteó, casi sin preámbulos si estaba dispuesto a pedir una línea de ayuda preventiva de 50.000 millones de euros al FMI. Mi respuesta fue directa y clara: no. Le dije que desde agosto habíamos ganado confianza en los mercados, que nuestras entidades financieras ya habían comprometido la recapitalización acordada en el Eurogrupo el 26 de octubre [..] Y para cerrar le recordé que mi país estaba en plena campaña electoral». 

Justo es añadir que Zapatero fue durante su mandato muy deportivo con la Prensa, pero ¡ay, las campañas electorales! Hay ejemplos como éste en tantos otros partidos e instituciones que daría para un serial. Podrán tener un éxito breve, pero hacen un gran daño a medio y largo plazo a la credibilidad de los que los perpetran y a la labor de la Prensa en una sociedad moderna.

 

Carlos Segovia