“No sentía un entusiasmo febril por el teatro porque había visto lo duro que era trabajar allí”


Preside la entidad que gestiona los derechos de propiedad intelectual de los artistas (Aisge) desde 2018, y desde allí se ha propuesto luchar para que cambien las cosas en la profesión. A punto de cumplir los 77 años, sigue pisando con fuerza el escenario y haciendo papeles en cine y televisión.


Mientras termina el rodaje de Way Down, la película de Jaume Balagueró en la que coincide con el protagonista de The Good Doctor, Coronado y Luis Tosar, en el escenario se mete en la piel de un físico nuclear para protagonizar Copenhague a las órdenes de Claudio Tolcachir. Además, este verano pasará por Clásicos en Alcalá con su recital poético sobre Fray Luis de León.

¿Qué le atrajo de Copenhague?

Me interesa mucho la II Guerra Mundial y había visto el montaje que en 2002 hicieron Fernando Delgado, Juan Gea y Sonsoles Benedicto, y me pareció un texto apasionante. También me atrajo la idea de volver a reunirme con Carlos Hipólito en un escenario. Tenemos mucha complicidad y hacía muchos años que no trabajabábamos juntos (desde aquella “verdad sospechosa” que dirigió Pilar Miró para la CNTC). Y también de ser dirigido por Claudio Tolcachir, que ya me llamó en una ocasión para otro proyecto, y entonces no pude. 

¿Qué opina del dilema moral de la utilización armamentística de los avances científicos que plantea la función?

Creo que Bohr y y Heisenberg tienen una perspectiva clara del daño o beneficio que se puede hacer con lo que han descubierto y cómo la energía atómica puede influir en millones de personas. Habrá que esperar unos siglos para hacer balance y descubrir si su uso ha sido un error, y ahí hablamos no sólo de la bomba atómica, sino del caso de Chernóbil, Fukushima… Éste es un planeta inestable y no somos conscientes de ello. 

¿Nos falta responsabilidad?

Vivimos en un mundo muy irresponsable e infantil, y eso puede costarnos muy caro el día de mañana. Por eso, yo procuro, sin perder las ganas de juego y diversión de los niños, asumir siempre mis responsabilidades. 

En los últimos años ha compaginado la interpretación con la dirección escénica. ¿Cómo se ven las cosas desde el otro lado?

Se pasan menos nervios que sobre el escenario, pero como director se está muy solo y a veces hay que tomar decisiones difíciles.

¿Dirigiría a su sobrina nieta Irene Escolar?

Quizá fuese más fácil compartir escenario que dirigirla. Ella es de otra generación y tiene otra visión de las cosas, y no sé si estaría dispuesta a que yo la dirigiera. Sólo hemos coincidido en una lectura dramatizada, y después le he hecho alguna propuesta de recitales de verso, pero no ha parecido interesarle mucho, así que no he insistido, porque es ella la que sabe por dónde quiere llevar su carrera.

Lleva años recopilando información y reuniendo recuerdos y anécdotas familiares para un libro, ¿cuándo verá la luz?

Me puse a recopilar datos de estrenos allá por 1975, y después he ido añadiendo anécdotas familiares. Así se ha convertido, esencialmente, en una historia sobre las mujeres de mi familia, de sus estrenos y su vida personal, hasta donde yo la conozco. Voy por la tercera corrección del texto, hay que hacer selección de fotos, y a finales de junio lo tengo que entregar, porque Penguin Random House lo publicará en noviembre.

“Vivimos en un mundo muy irresponsable e infantil, y eso puede costarnos muy caro el día de mañana”

Nacer en el seno de una familia como la suya, ¿marcó su destino?

De algún modo sí, porque ni mi hermana Julia ni yo no nos planteábamos dedicarnos a esto. Ella diseñaba ropita de niños para la tienda en la que trabajaba, y a mí me gustaba mucho la Historia. Ninguno sentíamos un entusiasmo febril por el teatro porque habíamos visto lo duro que era trabajar allí. Pero cuando mi madre, la actriz Irene Caba Alba, que era quien más dinero traía a casa, falleció en 1957, al dolor familiar se unió un grave problema económico, y mi hermana Julia tuvo que ponerse a trabajar en el teatro y yo empecé a trabajar de técnico en un laboratorio de cine.

¿Y qué hizo variar el rumbo de su carrera?

Cuando pude seguir con el bachillerato, gracias a que mi hermana Julia subió rápidamente en el escalafón profesional y decidió pagarme los estudios en el Instituto San Isidro, allí conocí a un personaje clave, Antonio Ayora, que hizo que cambiara mi visión del teatro. Y al volver de la mili ya me estaba esperando Ángel Fernández Montesinos con una oferta para protagonizar Peter Pan. Así comenzó mi carrera profesional. 

Y sigue trabajando pasados los 76 años…

He descubierto que en esta profesión se trabaja con materiales muy interesantes, sobre todo en teatro, y me ha ayudado poder diversificarme y hacer recitales de poemas, y dar conferencias o cursos en la universidad. Sigo interpretando por pura salud mental, porque creo que estar activo es muy importante para seguir viviendo, y en este trabajo puedo continuar mientras la salud me lo permita. Además, tampoco sabría hacer otra cosa (risas). 

COMPROMETIDO CON LA PROFESIÓN

En su opinión, ¿de qué adolece el teatro en la actualidad?

Haciendo un estudio pormenorizado se podrían sacar conclusiones demoledoras. Fundamentalmente, hay pocas representaciones. Es difícil organizar giras, y en Madrid muchas veces se retiran de cartel funciones que llenan cada día porque los programadores organizan calendarios muy apretados. Tampoco entiendo que haya teatros con cinco espectáculos a la vez, porque desorienta y marea al público, que no sabe lo que va a ver. 

En Aisge, la asociación que presido desde el año 2018, hemos hecho un estudio socioeconómico de los ingresos de los intérpretes, en el que se refleja que el 90% de la profesión está en paro, que sólo el 7% vive de su trabajo, y bien bien, sólo el 1,5%. 

Además, nosotros tenemos unos tramos de tributación del 40%, frente al 20% de los futbolistas, por ejemplo. Y eso no es sólo una medida injusta, sino intolerable. 

Yo espero que cuando se forme un gobierno, podamos hablar y persuadirles de una vez de que la cultura es de todos y hay que mantenerla entre todos, porque es una pieza imprescindible de la imagen de país. Hasta ahora, esto ha sido una merienda de negros, y aún sigue siéndolo.

¿Tienen alguna propuesta concreta?

Se ha hablado, por ejemplo, de aplicar una fiscalidad similar a la de Francia, que contempla un 4% de IVA cultural, frente al 21% que aún tenemos en muchos tramos en nuestro país. Y, seguramente, si se aplicase así las arcas públicas recaudarían mucho más. 

Se lo explicamos por activa y por pasiva al ministro Montoro, y hasta el último momento no quiso cambiar el impuesto, convirtiéndose en el mayor enemigo que hasta ahora ha tenido el teatro español. 

Y eso que, además, nosotros podríamos reclamar una deuda histórica que el Estado tiene pendiente con nosotros a cuenta del Impuesto de Menores. Porque el taquígrafo de las Cortes que transcribió lo que teníamos que pagar por ese concepto (se había hablado de un 0,5%), se equivocó y puso un 5%. Eso significa que, desde el año 1910 hasta que dejamos de pagar el Impuesto de Tráfico de Empresas (ITE) y pasamos a pagar el IVA, en 1985, hemos estado pagando 4,5 puntos de más. 

Hubo un momento en el que de cada taquilla se detraía el 20% de autores, el ITE y el 5% de protección de menores de cada función diaria. Y esa deuda está ahí.


Emilio Gutiérrez Caba y Carlos Hipolito en Copenhague.

Luchador Incansable

Lleva casi seis décadas de carrera profesional a sus espaldas, y acumula un palmarés envidiable (incluye dos Goya, un Ondas, un Max y cuatro premios de la Unión de Actores, entre otros muchos). Y aunque dice que la interpretación no fue su primera opción, confiesa que ya “no sabría hacer otra cosa”. 

El peso de una saga familiar con seis generaciones de artistas (él pertenece a la cuarta) y poder trabajar con actores “fascinantes”, como José Bódalo, Alberto Closas, Fernando Fernán Gómez… le ha hecho ser muy consciente de las necesidades y carencias de la profesión, a la que ahora defiende como presidente de Aisge. Su objetivo principal es reducir la carga fiscal de los espectáculos y cambiar la fórmula de tributación de los intérpretes.  


Junto a sus hermanas Julia e Irene.

Una saga de grandes artistas

LOS GUTIÉRREZ CABA suman más de 140 años ininterrumpidos en los escenarios y platós, y su trabajo recoge en seis generaciones la historia del último siglo y medio de teatro en España.

Entre Pascual Alba, iniciador de esta saga de artistas, y la joven actriz Irene Escolar, su trastaranieta y hasta ahora la última de la estirpe, media casi siglo y medio, cientos de obras de teatro, películas, series y premios. 

Cuando el castellonense Pascual Alba comenzó en la profesión, el cinematógrafo aún no existía (de hecho, fallecería cinco meses después de que los hermanos Lumière presentaran su primera película en marzo de 1895). Él se especializó en el denominado “género chico”, y participó en el estreno de La verbena de la Paloma, en 1894, junto a sus hijas Leocadia e Irene Alba Abad.

Fue en esta representación, en la que Irene interpretaba a Casta, donde conoció a quien dos años después se convertiría en su marido, Manuel Caba Martínez. Y esta pareja continuó con la saga, pues sus cuatro hijos –Irene, Manuel, Julia y Josefa Caba Alba– se convirtieron en actores. 

Irene Caba Alba, que se casó con el también actor Emilio Gutiérrez Esteban, desarrolló una exitosa carrera en cine y teatro, y fue la madre de ese trío de ases actoral que forman Irene, Julia y Emilio Gutiérrez Caba. 

Y es gracias a la mayor de los tres hermanos, Irene, que esta larga estirpe escénica sigue adelante con la tradición familiar. El 9 de agosto de 1956 contrajo matrimonio con Gregorio Alonso, que además de ser actor fue su manager y administrador, y tuvieron un hijo, José Luis Escolar, convertido hoy en un reconocido productor de cine, que ha trabajado con grandes directores y actores como Steven Spielberg, Ridley Scott, Tom Cruise, Bruce Willis, Terry Gilliam, Al Pacino, Adam Sandler o Almodóvar. 

Casado con la libretista Lourdes Navarro, es padre de la actriz Irene Escolar, quien se decidió por la profesión de intérprete antes incluso de saber leer. Con tan solo 9 años, la cuarta Irene de la familia debutó en el teatro profesional con Mariana Pineda, dando vida a la hija de la heroína; y con 31, ya atesora un Goya, un Fotogramas de Plata, una Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos, y acaba de conseguir el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid, en la categoría de Teatro.

Gema Fernández González