“Una sociedad más pacífica y conciliadora precisa de actitudes empáticas y colaborativas”

En su último libro No dramatices describe situaciones cotidianas que en la actualidad se viven como dramas. ¿Considera que el humor es la mejor arma para luchar contra los inconvenientes de cada día? ¿Cómo convencería de que es así?

Algo que suele faltar en los conflictos es el humor. Con frecuencia lo que se encuentra en ellos es más bien lo contrario, un exceso de observación y vehemencia, de sobreactuación, de intensidad y orgullo, y es a todo eso a lo que yo me refiero con el término “dramatización”. Hacer la vista gorda, tomarnos menos en serio y con humor, en definitiva, relativizar un poco más, que es exactamente la raíz del humor, nos coloca entonces en una situación incompatible con esas actitudes dramáticas que fácilmente originan conflictos o que dificultan su resolución. 

Cómo experta en resolución extrajudicial de conflictos, ¿por qué cree que en España la cultura de la mediación está en desventaja en relación con otros países?

Creo que en España no ha existido una cultura tan desarrollada de negociación como en otros países y esto implica, entre otras cosas, por ejemplo, que ante un conflicto la reacción más general no sea aún la de pensar en los intereses sino en derechos y los intereses son la base del acuerdo y la negociación. Esto parece sencillo, pero implica, en el fondo, todo un cambio de mentalidad. Esta mayor tradición de litigiosidad ha provocado, por otro lado, que existan algunos intereses creados en torno al litigio que pueden no resultar tan fácilmente removibles. Creo que la mejor manera de lograr en nuestro país una implantación efectiva de la mediación es creando en la práctica, y no solo en el enunciado de una ley, un buen sistema de mediación intrajudicial institucionalizado “bien organizado, dotado y real” que termine normalizando la resolución extrajudicial de conflictos.  

¿Las mujeres están más capacitadas para mediar y conciliar en situaciones conflictivas?

A mí me parece una cuestión más bien cultural. Es posible que en el pasado y en algunas sociedades, incluida la nuestra, los hombres recibieran una educación que pusiera más el énfasis en lo profesional y competitivo y las mujeres una más social, de cuidado y colaborativa. Ahora tengo la impresión de que la tendencia es a educar, tanto a hombres como a mujeres, en una cultura más bien competitiva, y eso, para mí, es, en cierta medida, un error. Una sociedad más pacífica y conciliadora precisa de actitudes empáticas y colaborativas, tanto en hombres como en mujeres. Este debería ser un factor importante en la educación de ambos y no tanto la competitividad. 

¿Cree que el 8M es una fecha para celebrar y reivindicar políticas de igualdad?

Para mí es una fecha en la que homenajear a todas esas mujeres que tanto hicieron por nosotras y de recordarnos, también, nuestra responsabilidad de continuar su lucha con inteligencia. En este sentido, pienso que, llegadas al punto en que estamos, sería posible enfocarla no tanto en la reivindicación y la pancarta como en intentar alcanzar objetivos por la vía de los hechos. En esta estrategia considero que habría aún mucho por hacer, por ejemplo, en el campo del emprendimiento. Estamos lejos de ser mayoritariamente nosotras las empresarias, dueñas y empleadoras. Creo que merece la pena investigar a fondo por qué nos sigue sucediendo esto para, de verdad, poner todos los medios, posibilidades y esfuerzos a nuestro alcance en tratar de revertir la situación. Es posible que desde ahí podamos ser nosotras mismas las que llevemos a cabo otras muchas transformaciones sin necesidad de pedirlas.