Se busca vacuna contra la insolvencia

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El entonces senador Barack Obama estaba tomando un bocadillo en el parque junto al Capitolio en Washington con un amigo inversor. Era George W. Artywood, que había dejado un buen trabajo en el entonces floreciente Lehman Brothers y estaba haciendo fortuna invirtiendo por su cuenta. Eran principios de 2007 y Obama le comentó que estaban cerrando agencias inmobiliarias en Chicago y que algo parecía estar pasando en un sector tan pujante. “Esto es sólo el comienzo”, le dijo George. “El mercado inmobiliario, el mercado financiero es todo un castillo de naipes a punto de derrumbarse”. El sorprendido senador se quedó un buen rato con George sentados al atardecer para que le explicara el mercado de las hipotecas subprime, sin saber hasta qué punto serían claves en el desastre de la economía mundial que se produciría después. Así lo relata Obama en su último libro, Una tierra prometida. También cómo le extrañó que la Reserva Federal ni siquiera meses después admitiera la existencia de ese castillo de naipes y hablara sólo de un “recalentamiento” controlable.

Hay que aprender de aquella lección y buscar una vacuna también contra otra enfermedad que se extiende en el tejido productivo de España y de tantos otros países: la insolvencia. La pérdida colosal de liquidez derivada de la crisis de la pandemia ha sido afrontada con una multiplicación de créditos avalados por el Estado, pero es elevado el riesgo de que un alto número de empresas beneficiarias hayan entrado en situación irreversible y sin capacidad de devolver deudas, con el consiguiente efecto en el sector financiero. Ya el pasado septiembre, la misión del Fondo Monetario Internacional incluyó este comentario en su informe sobre España: “Aparte de un apoyo directo específico a los balances de las empresas, es necesario fortalecer los marcos de resolución de deuda privada para dar respuesta al aumento esperado de casos de insolvencia”. El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, también ha venido haciendo llamamientos a evitar que la crisis del coronavirus termine en una crisis financiera como la que barruntaba hace catorce años el amigo inversor de Obama. El pasado 16 de noviembre, De Cos se declaró partidario de dejar caer de forma “ordenada” a las empresas no viables y perdonar deuda a las que sí tienen futuro. “Para aquellas empresas muy endeudadas, pero con un negocio viable, la reestructuración de la deuda podría ser una opción ventajosa tanto para prestamistas como para prestatarios. Para facilitar este proceso, los marcos de insolvencia deberían mejorarse con el fin de aumentar su eficiencia. En España, estos procedimientos suelen dilatarse mucho en el tiempo —una media de tres años y medio—, destruyendo el valor empresarial en el proceso y, en la mayoría de las ocasiones, conducen, en última instancia, a una liquidación de la empresa”, dijo el gobernador.

Las quitas de deuda para multitud de empresas están sobre la mesa y habrá pérdidas de avales del Estado en un porcentaje aún difícil de afinar, pero que puede llegar a un 20% del total de créditos concedido en estos duros meses de pandemia.

El esfuerzo lógico del Estado en paliar la crisis conlleva el riesgo de haber prestado o seguir apoyando a empresas que eran ya inviables o rozaban esa situación. Cuenta también el expresidente de EEUU cómo le llamó el entonces secretario del Tesoro de EEUU, Hank Paulson, cuando él era aún sólo un candidato a la Casa Blanca para explicarle que por qué no habían salvado a Lehman: “Tanto el Tesoro como la Reserva Federal habían resuelto que era una institución financiera demasiado débil como para apoyarla”. El problema, hoy como ayer, lo resume también el que vivió durante ocho años la peor crisis hasta entonces al frente de la primera potencia económica mundial: “En una economía capitalista moderna el problema era que no se podía separar a los buenos negocios de los malos, o administrar el dolor sólo a los imprudentes o a los que no tienen escrúpulos. Nos gustara a o no, todos y todo estaban conectados”. Dejar que entren en insolvencia empresas débiles, pero demasiado capaces de provocar sufrimiento a inocentes será, de nuevo, una peligrosa decisión.

Carlos Segovia