Casi nadie esperaba un conflicto convencional en la Europa del siglo XXI. Pero la invasión de Ucrania por las tropas de Rusia nos está mostrando la guerra en toda su crudeza: bombardeos sobre civiles, fosas comunes, sangre y destrucción… Todo es muy parecido a cualquier otra guerra terrible, con una diferencia: las mujeres corresponsales igualan o superan a los hombres enviados especiales, exponente muy visible de cuanto ha cambiado la profesión en las últimas décadas. Para Olga Kosova, periodista ucraniana que envía sus crónicas a 20minutos, apenas algún comentario fuera de lugar –“¿has venido al frente para buscar un novio?”- diferencia su día a día del de sus compañeros. La galería de fotos y de firmas de mujer que llegan desde Ucrania marcan dos mundos: el de ayer, cuando la italiana Oriana Fallaci era un mito -porque era única pero también porque era la única-, y el de hoy, con numerosas corresponsales en el frente. 

El antiguo paisaje de las redacciones de hace unas décadas -mucho humo, mucho ruido y muy pocas mujeres- ha cambiado radicalmente. Las que llegábamos en los años ochenta éramos “las chicas”. Había un exceso de paternalismo, una necesidad de tener que demostrar más –más valía, más horas de trabajo-; aprendíamos enseguida que tendríamos que repetir las cosas dos veces para ser escuchadas y que nos darían más explicaciones que a los chicos; teníamos muy pocos referentes -Pilar Cernuda, Rosa Montero, Victoria Prego-, pero suficientes para saber que el periodismo no era el territorio vedado a los hombres que la sociedad sugería. Los editores de Heraldo de Aragón que me nombraron primera jefa de Local de la historia del periódico eran más feministas que nuestros propios compañeros, quizás porque el diario tiene presidentas mujeres desde hace ochenta años y lleva la igualdad en su ADN. 

La presencia de la mujer en los puestos de dirección debe aumentar más deprisa, pero las redacciones han dado un giro copernicano. Hoy en las redacciones no hay ni rastro de humo y las mujeres vienen a suponer en torno a la mitad de las plantillas

 Por fortuna, las cosas han cambiado radicalmente. En las redacciones se escribe en femenino plural, aunque todavía hay dos velocidades. Desde hace lustros hay más alumnas que alumnos en las facultades de Periodismo, pero su incorporación a los puestos directivos sigue siendo demasiado lenta. El informe del Instituto Reuters sobre la desigualdad de género en las salas de redacción analizó, en 2022, 240 grandes medios, en sus ediciones digital y papel, en doce mercados de cuatro continentes. El estudio de 20 principales medios de cada mercado, 10 digitales y 10 papel, concluyó que apenas el 21% de los 179 puestos jerárquicos en 240 medios están desempeñados por mujeres, pese a que, en promedio, ellas son un 40% del total de los periodistas ejercientes. 

La presencia de la mujer en los puestos de dirección debe aumentar más deprisa, pero las redacciones han dado un giro copernicano. Hoy en las redacciones no hay ni rastro de humo y las mujeres vienen a suponer en torno a la mitad de las plantillas. Muchas brechas se han cerrado, como la que suponía asociar a las periodistas a secciones consideradas tradicionalmente femeninas, como moda, gente o cultura. Los medios reflejan la realidad y ayudan a transformarla para mejor, así que la visión sobre la sociedad y sobre el mundo se ha ampliado. La diversidad genera riqueza de enfoques y pluralidad.

Hace mucho tiempo que no hablamos de “crimen pasional” para nombrar a la violencia de género, y para ese camino fue fundamental escuchar a las víctimas, darles voz y abrir un debate en las redacciones. Hace mucho tiempo también que las mujeres ya no se ven relegadas a las páginas de sucesos o de espectáculos. Que hemos ampliado las agendas: ya no hay solo expertos; ellas juegan en la misma liga. Los medios contamos la realidad de las mujeres, sus logros y sus aspiraciones pendientes en todas las secciones, de un modo natural: no se puede dejar fuera de nuestros espacios a la mitad del mundo. 

Las redacciones del ‘mansplaining’ se han ido transformando con los avances de la sociedad. Pero el techo de cristal resulta ser de acero cuando se habla de convertir la conciliación en corresponsabilidad. El parón que muchas mujeres hacen en su carrera profesional en la época de crianza de los hijos supone un retraso difícil de compensar, porque todavía nuestra sociedad penaliza la maternidad de una manera suicida. Pero no solo son los hijos. Hay más obstáculos por superar: la brecha digital es uno de ellos, y se arrastra desde que las niñas, ya cuando son muy pequeñas, ponen más distancia que los chicos respecto de las habilidades tecnológicas. También pervive cierta aversión cultural a expresar de modo proactivo el interés en desarrollar una carrera profesional. La palabra ambición tiene connotaciones positivas o negativas según se asocie a un hombre o a una mujer. Plantear esta realidad en los medios ayuda a superarla. 

La buena noticia es que la diversidad ha llegado a las redacciones para quedarse. La pluralidad de enfoques y la diversidad de miradas enriquecen el contenido, la información y la opinión. Que los medios no pueden permitirse el lujo de prescindir de la mitad del talento ya no está en discusión. 

Encarna Samitier