El término edadismo, recientemente aceptado por la RAE, expresa la discriminación por razón de edad. Discriminación que durante la pandemia alcanzó extremos vergonzantes.

Que las personas mayores, especialmente las más frágiles y vulnerables, se han llevado la peor parte lo corroboran los datos: el 87% de los fallecimientos corresponden a personas de más de 70 años. Si contabilizamos desde los 60 la proporción de fallecidos asciende hasta el 96% del total. En su mayoría, eran personas institucionalizadas.

¿Qué justifica esta realidad? En mi opinión, las causas hay que buscarlas, entre otros, en los siguientes factores: 

  • Recortes económicos en la financiación de los servicios sociales y del sistema de salud.
  • Entrada en el ámbito del cuidado a personas mayores de fondos buitre y de empresas fantasma localizadas en paraísos fiscales. 
  • Imagen social negativa de la vejez y el envejecimiento. Falta de valor social de las personas mayores.

Una breve mirada a lo ocurrido 

El confinamiento de las personas mayores institucionalizadas fue más largo y duro que el del resto. Además, lo vivieron sin recibir información suficiente y comprensible de lo que estaba pasando. 

Para garantizar su derecho a la seguridad, vinculada en este caso a la salud, se recortó su derecho a la libertad y se les impidió la toma de decisiones vulnerando gravemente sus derechos fundamentales.

El derecho a la protección de la salud es fundamental para la vida. Es un derecho básico cuya titularidad corresponde a cada persona. Este derecho supone también acceder a los tratamientos sin discriminación por razón de edad, ni ninguna otra causa. Las personas mayores tienen derecho a la asistencia sanitaria gratuita y pública como las/os demás ciudadanas/os. Vivan donde vivan. Y sean cuales sean sus circunstancias.

Durante la pandemia se vulneraron muchos derechos de las personas mayores y casi 35.000 perdieron la vida. ¿Habríamos tolerado esta situación si no hubieran sido personas mayores?

Sin embargo, la igualdad y el derecho a ser atendidas por el sistema sanitario público desapareció para muchas de las personas de más edad y más vulnerables cuando se les negó el traslado a los hospitales y fueron descartadas para ser atendidas en las UCIS. En el tramo de edad de más de 80 años, el más afectado por la Covid 19, apenas el 1% llegó al nivel máximo de cuidado en las UCIS.

Durante la pandemia se vulneraron muchos derechos de las personas mayores y casi 35.000 perdieron la vida. ¿Habríamos tolerado esta situación si no hubieran sido personas mayores? 

La discriminación por razón de edad no es admisible, pero existe. 

El lenguaje como factor discriminador

El lenguaje juega un papel muy importante en la discriminación y en vulnerar la dignidad de las personas. Con las palabras se crea y se mantienen los estereotipos. Con el lenguaje se integra o se margina. El utilizado durante la pandemia en declaraciones públicas y en medios de comunicación ha reforzado el edadismo . 

El lingüista Teun Van Dijk, profesor en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, llevó a cabo un estudio sobre más de 500 titulares de prensa, (380 del diario ABC y 121 de El País) relacionados con las personas mayores y la pandemia. En el 71,4% de ellos, las personas mayores aparecían como un grupo homogéneo, de vulnerabilidad extrema y asociadas a los fallecimientos. Es decir, reforzaban la idea de fragilidad, declive y dependencia de las personas mayores que pueden justificar las prácticas discriminatorias.

Las omnipresentes redes sociales

En general, han jugado en contra de las personas mayores . En Twitter, por ejemplo, el 21,9% de los hashtag las ridiculizaban o extendían la idea de que son menos valiosas y una cuarta parte tenían un claro matiz edadista. Un par de ejemplos:

  • Boomerremover.- Fue una solución eficaz -la pandemia ocasionando muertes- pues redujo el gasto en pensiones. Ha hecho una limpieza generacional.
  • Gramdmakiller.- Si hacer yo una vida normal supone que muera alguna abuela, yo me declaro mataabuelas.

A modo de conclusión

Urge crear una nueva cultura del envejecimiento que reconozca el valor social de las personas mayores.

Loles Díaz Aledo