“La educación para la igualdad es la única vacuna contra la violencia de género”

Este número de la revista Registradoras tiene como eje y contenido el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. ¿Qué representa para usted esta fecha?

Actualmente es el día internacional de todas las mujeres, porque todas somos trabajadoras, y precisamente para mí simboliza toda la lucha y la evolución desde el 8 de marzo de 1908 de las trabajadoras textiles por su dignidad laboral y salarial, hasta las huelgas feministas a partir del 8 de marzo de 2018, cuando se visibiliza la evidencia de que el mundo tal como lo conocemos no se sostiene sin los trabajos de cuidados que recaen mayoritariamente sobre las mujeres y niñas, por tanto requieren salir del ámbito privado de organización a ser políticas de Estado.

Como delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, ¿qué iniciativa cree que es insoslayable para que cese esta lacra?

La educación para la igualdad, única vacuna contra la violencia de género. Inculcar ese derecho y valor constitucional, según el artículo 1.1 de la CE, desde la formación inicial de la infancia a la de todos los sectores profesionales. La violencia de género es el resultado más sangrante de la desigualdad, de una cultura sistémica de subordinación de mujeres y niñas. Y es cuestión de toda la sociedad, hombres y mujeres.

“Una lucha fundamental por la igualdad material –la formal existe- es detectar y eliminar ese acoso que no es violencia doméstica: es violencia que domestica”

En el Día Internacional de la Mujer no podemos dejar de preguntarle por el acoso sexual. ¿Cómo valora esta forma de violencia?

Si la VG se representa como un iceberg en cuyo vértice están los feminicidios, a continuación la violencia física y sexual, y una gran parte sumergida, el acoso sexual es el mar. El acoso está formado por actos visibles en la superficie y muchos sumergidos por estar socialmente naturalizados: el acoso callejero, en el transporte público, lugares de ocio, estudio, deporte, trabajo… tiene un efecto que empapa de miedo y crea sumisión a las mujeres y niñas. Una lucha fundamental por la igualdad material –la formal existe- es detectar y eliminar ese acoso que no es violencia doméstica: es violencia que domestica.

Su trayectoria profesional se inicia como jueza. ¿Cuál ha sido el obstáculo que por ser mujer ha encontrado en su carrera que más le haya sorprendido?

Quizá la mayor sorpresa es que, mientras la base de la carrera judicial ya es mayoritariamente femenina, la cúpula siga siendo injustificadamente masculina. Ello ya no se justifica por la antigüedad en la carrera -hace más de 50 años del acceso por oposición de Josefina Triguero- ni por capacidad, así que obliga a revisar el sesgo de lo que llamamos méritos, que están evidentemente masculinizados. El II Plan de Igualdad de la carrera judicial contiene propuestas en esa línea: esperamos que sean realidad y no papel mojado, porque no nos podemos permitir, como democracia avanzada, esperar una década más.