Por un liderazgo feminista de hombres y mujeres

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Desde la infancia, he tenido la suerte de vivir rodeada de mujeres. Era una niña atenta a lo que oía y veía a mi alrededor. Por eso, cuando inicié mi vida profesional ya sabía de las desigualdades que sufren las mujeres. Cuando comencé a ejercer como jueza de pueblo y después como magistrada, en Mataró, la realidad me confirmó lo que ya intuía: las leyes son aparentemente neutrales pero hay ocasiones en que su aplicación práctica diaria es desequilibrada para la mujer.

Como magistrada especializada en violencia sobre la mujer, comprobé de primera mano la injusticia estructural de la violencia machista. España es hoy un referente europeo, tras la aprobación de la Ley 1/2004, de medidas de protección integral; la Ley 3/2007 para la igualdad efectiva entre hombres y mujeres; el instrumento de ratificación del Convenio de Estambul en 2014 y el Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

El Pacto de Estado implica el reconocimiento de las fuerzas políticas de que la violencia contra la mujer es una cuestión de Estado. Es también una excelente herramienta para ir adaptando el Código Penal y la normativa procesal y asistencial y de recursos a la realidad.

Se ha avanzado mucho. Pero no bajemos la guardia. Las mujeres sufren vulneraciones de derechos por el simple hecho de serlo: violencia machista; violaciones en los conflictos bélicos; trata y explotación sexual incluida la prostitución forzada; mutilaciones genitales; matrimonios forzosos de niñas, brecha salarial, acceso muy restringido a los círculos de poder y decisión… esa consideración de las mujeres como inferiores y por tanto con menos derechos.

Sin embargo, debemos y queremos ser líderes. Aunque no pretendemos emular el liderazgo tradicional masculino. El objetivo es que todos, hombres y mujeres, asumamos los valores de horizontalidad frente a jerarquía, autoridad en lugar de imposición y autoritarismo, respeto, diálogo y capacidad de escucha. Empatía, en suma, y cada una en nuestro ámbito.

Debemos y queremos ser líderes. Aunque no pretendemos emular el liderazgo tradicional masculino. El objetivo es que todos, hombres y mujeres, asumamos los valores de horizontalidad frente a jerarquía, autoridad en lugar de imposición y autoritarismo, respeto, diálogo y capacidad de escucha. Empatía, en suma, y cada una en nuestro ámbito

El lema del Día Internacional de la Mujer que celebramos este 8 de marzo es precisamente “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”.

La igualdad es un derecho fundamental reconocido por la Constitución. Pero persisten discriminaciones directas e indirectas, sutiles, y también existen en la normativa, que aparentemente puede ser neutra pero que en su aplicación desvela discriminaciones sexistas.

Desigualdades que lastran a las mujeres en sus carreras. Hasta en las profesiones feminizadas son los hombres los que toman las decisiones en los puestos clave.

Más de la mitad de la carrera judicial está integrada por juezas (54,3%), pero únicamente hay 15 magistradas en el Tribunal Supremo -frente a 58 magistrados- y sólo una mujer –María Luisa Segoviano- preside una Sala, la de lo Social. Y el 97,3% de las excedencias para el cuidado de los hijos o familiares son solicitadas por las juezas.

Estos datos reflejan lo que ocurre en la sociedad. Así, la tasa de directivas en las empresas es tan sólo del 34%.

La pandemia ha levantado el velo de una aparente igualdad que no era tal: ha puesto de relieve que las mujeres están más afectadas por la precariedad laboral, la desigualdad salarial; sobre ellas han recaído de nuevo los cuidados familiares, la exposición a la violencia en el hogar…

No obstante nuestro avance es imparable, las mujeres vamos a liderar el futuro postpandemia. No vamos a pedir permiso para entrar en los espacios de poder que por justicia nos corresponden, porque somos la mitad de la población, pero necesitamos la complicidad de los hombres para esto.

Debemos recuperar el sentido positivo de la palabra ambición. Vamos a participar en la construcción de ese futuro con la incorporación del talento y la creatividad de hombres y mujeres. Y ejerceremos un liderazgo participativo, con perspectiva de igualdad, que cohesione social y territorialmente, para que nuestro trabajo esté impregnado de justicia social.

El Foro Económico Mundial calcula que tardaremos casi un siglo (99,5 años) en cerrar la brecha entre sexos. Las mujeres estamos comprometidas para adelantarnos y remover los obstáculos con el fin de que la igualdad sea una realidad. Por vez primera en la historia de la Humanidad.

Pilar Llop Cuenca