“Tenemos que hacer la gran reforma de la cooperación española”


El nuevo director de la AECID, Magdy Martínez-Solimán, es un profundo conocedor del sistema de la cooperación multilateral y bilateral para el desarrollo por su experiencia tanto en la Agenda 2030 como en el ámbito político y de gestión, tras 22 años trabajando en el exterior para las Naciones Unidas. 


Ha desempeñado varios puestos de responsabilidad en la Organización de las Naciones Unidas, tanto en su sede central como en varias de sus delegaciones, y es un gran conocedor de la institución. ¿Cómo empezó su interés en el ámbito de la cooperación multilateral?

Creo que el ambiente familiar tuvo mucho que ver. En casa se hablaban varios idiomas, vivimos nuestra infancia y juventud en Francia, Bélgica y Austria, mis padres estaban ambos moviéndose profesionalmente entre la ONU, la OTAN, la OIT y la UE… Así que había un punto de partida favorable. Después se dio una oportunidad. Yo estaba cerrando capítulo como concejal de Málaga y me ofrecieron una consultoría para ayudar a las autoridades de un país africano a reformar su sistema de justicia. Acepté, les gustó mi trabajo, vinieron más ofertas hasta que un día se abrió una plaza de funcionario internacional. Lo demás es historia. La cooperación ha sido mi profesión y mi pasión durante los últimos 22 años. 

Durante los últimos meses, el mundo se ha visto asolado por una pandemia que ha trastocado la vida de las personas de muchas maneras y a lo largo de todo el mundo. ¿Cómo cree que esta pandemia puede afectar a la cooperación multilateral y cuál cree que es el papel que deben desempeñar las Naciones Unidas en este escenario? 

La cooperación ha sido afectada como cualquier otro sector profesional y además de maneras muy particulares. Las y los cooperantes han perdido familiares, tanto en España como en países con una peor estructura de salud. Han perdido compañeros y compañeras, especialmente entre quienes estaban en primera línea. Se han visto separados de sus seres queridos, sin poder volver a casa desde sus puestos en el extranjero. Han tenido que teletrabajar, lo cual para una actividad eminentemente de “terreno” plantea muchas dificultades. Pero han sabido hacer una reconversión tecnológica inmediata. En general estaban bastante bien equipados, lo da en parte la costumbre de trabajar con equipos que están en otros países. 

La pandemia va a afectar a la cooperación de una manera dramática. No habrá cooperación que no tenga en cuenta la necesidad de reforzar los sistemas de salud y de reactivar la economía tras los parones. Esa va a ser la prioridad. Naciones Unidas ya ha definido sus jefes de fila para los dos campos de actuación: la OMS para salud, el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) para la economía. Vamos a apoyarles a ambos desde España. 

Parece que por fin los seres humanos nos hemos puesto de acuerdo en cuáles son los temas más importantes que deben marcar la agenda de trabajo de los países en los próximos diez años. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son una iniciativa de las Naciones Unidas para dar continuidad a la agenda de desarrollo tras los Objetivos de Desarrollo del Milenio. ¿Percibe usted en la ciudadanía también esa preocupación de los Estados? ¿Cómo podemos transmitirla de una manera más efectiva?

Los ODS fueron un gran acuerdo. A veces no se sabe que en su diseño y negociación fueron clave dos españoles, la secretaria de Estado, Cristina Gallach, y un servidor. Estuvimos en Nueva York haciendo ese trabajo desde las filas de la ONU. Eran 17, más complejos, más verdes y más centrados en justicia y paz que los anteriores Objetivos del Milenio, que eran 8 objetivos de desarrollo social. Pasamos en 15 años de limitarnos a la educación, la igualdad, la salud y la lucha contra la pobreza a ampliar el horizonte del desarrollo al clima, las instituciones, las alianzas con el sector privado, el empleo, las ciudades y mucho más. Esa agenda amplia -aunque no se la conozca por su nombre– es la que preocupa a toda la ciudadanía, en cualquier país. Cristina fue la responsable de diseñar la manera de comunicar la agenda de una manera moderna y eficaz, los iconos de los ODS, los cubitos de colores, que tienen una cantidad de reflexión estratégica detrás. Yo trato de transmitir la agenda así: tenemos que seguir empeñados en la agenda social. Ese es el desarrollo para las personas, la primera “P”, su educación y su empleo, su salud. Al mismo tiempo, tenemos que poder pagar esos servicios, para lo cual necesitamos la segunda “P”, la prosperidad y el crecimiento económico. Pero la prosperidad no puede conquistarse a cualquier precio, al coste de talar los bosques, contaminar el agua y el aire, llenar el mar de plástico… ahí entra la tercera “P” del planeta. Y nada de esto es posible si no hay ni seguridad ni justicia, por lo tanto necesitamos la cuarta “P” de la paz que simboliza las instituciones democráticas en países seguros sin conflictos. Finalmente, toda esta agenda no la pueden hacer solos ninguno de los grandes actores: ni la ONU, ni los gobiernos, ni los agentes económicos, ni los movimientos sociales: hace falta la quinta “P” de los partenariados, las alianzas para conseguir cumplir la agenda. Cinco “Ps” para 17 objetivos. 

“La pandemia va a afectar a la cooperación de una manera dramática. No habrá cooperación que no tenga en cuenta la necesidad de reforzar los sistemas de salud y de reactivar la economía tras los parones. Esa va a ser la prioridad”

¿En qué ODSs va AECID a centrar en especial su actividad más inmediata? 

Hemos solido trabajar tradicionalmente en los primeros seis, la agenda social. La AECID se ha quedado atrás en materia de transformación ecológica –excepto en calidad del agua, donde somos líderes mundiales, y en energías renovables, donde también tenemos buena cartera- y ha bajado la intensidad en el objetivo 16, el de las instituciones democráticas y la paz. Hay que trabajar más ahí. La verdad es que los ODS son indivisibles: en cuanto trabajas en varios, trabajas por todos. 

Para los juristas en general nos son muy cercanos los objetivos de crear instituciones sólidas, promover la justicia, o impulsar una economía justa y accesible para todos. ¿Qué papel cree que podemos desempeñar los juristas en la consecución de estos objetivos?

La pregunta es relevante. Yo vengo de grandes organizaciones de economistas, donde los juristas éramos minoría… pero una minoría muy escuchada y muy influyente. Los juristas tenemos la mente ordenada según el Derecho Romano: pocos ornamentos y sólidos fundamentos. Esos son buenos pilares para la cooperación. El trabajo internacional de cooperación está basado en el Derecho Internacional, el derecho al desarrollo, los derechos económicos sociales y culturales, los derechos civiles y políticos. Las instituciones están por hacer en muchos países, son extremadamente débiles, o son perfectas sobre el papel y no tienen ninguna capacidad de ejecución de las normas. ¡Guardar y hacer guardar la ley! Creo que los y las juristas son fundamentales en la consecución de los ODS –y en toda buena cooperación técnica-. Y España puede presumir de su expertise, de su escuela de Derecho, en múltiples profesiones: abogacía, judicatura, fiscalía, procuraduría, registro, notaría… Nos los rifan, por cierto.

“Los registradores son parte de esa élite del conocimiento y del servicio público. Que encuentren tiempo y tengan la dedicación de ayudar a quienes tienen sistemas menos sofisticados es muestra de generosidad del colectivo, y nos dejan bien como país y como cooperación”

Inicia una nueva etapa al frente de la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo, institución muy arraigada en el ámbito de la cooperación internacional pero que se enfrenta a un incierto panorama internacional como consecuencia de la pandemia. ¿Podría decirnos cuáles son sus principales intereses de cara a definir la actividad de la agencia durante los próximos años?

Tenemos tres obligaciones. Una es hacer la gran reforma de la cooperación española que la lleve a ser útil y eficaz en el siglo XXI. Eso requiere dignificar la profesión y refundar la AECID, superar la actual fragmentación que nos diluye y apoyar más a nuestras ONGD, incrementar la ayuda humanitaria y hacerla más nosotros mismos, no a través de subvenciones a terceros. La segunda obligación es parte de la reforma, pero la considero una asignatura en si misma porque está pendiente y es muy difícil de conseguir, tan difícil como imprescindible: hemos de consolidar el colectivo profesional de la cooperación, darle una carrera, estabilidad, un horizonte laboral, seguridad en sus destinos, cobertura en las dificultades. No hablo solo de la AECID sino de la cooperación descentralizada y del tercer sector, nuestra sociedad civil. Y la tercera obligación es hacer más europea la cooperación española, más española la europea, y tener una voz a la altura de nuestro compromiso en y con Naciones Unidas. Apoyamos mucho y se nos ve poco. Otros dan menos y lucen más. Eso tiene que cambiar. 

Este año se cumplen 20 años de CADRI, el curso anual de formación de Derecho Registral que en colaboración con AECID el Colegio de Registradores imparte desde el año 2000, y por el que han pasado más de 600 alumnos de Iberoamérica. ¿Cómo valora este tipo de iniciativas vertebradoras de conocimiento entre los países de Iberoamérica y España?

El otro día estaba visitando el Centro de Formación de La Antigua Guatemala, y me hablaron de este curso como de uno de los productos estrella, más demanda que oferta, un lujo, un gran prestigio en la profesión y aledaños. Es sin duda un tema muy técnico que requiere especialización, pero es también un tema profundo de desarrollo. Los países más desarrollados registran todo, y tienen más seguridad jurídica. En los países pobres, los pobres y la clase media, las PYMES, no registran nada, sus pocas propiedades están siempre en una situación de indefensión. El registro y la titulación da acceso al crédito, eso lo demostraron hace mucho Madeleine Albright y Hernando de Soto, con quienes trabajamos en la Comisión del PNUD sobre empoderamiento legal de los pobres. Me parece este curso una herramienta utilísima para hacer avanzar los sistemas registrales en América Latina. Ojalá pudiéramos ampliar a otras regiones. 

El Colegio de Registradores lleva más de una década como socio de Conocimiento de AECID, ¿cómo valora el papel de los registradores en cooperación?

Es una asistencia técnica de lujo. Como digo, la ciencia jurídica española es de las mejores del mundo. Los registradores son parte de esa élite del conocimiento y del servicio público. Que encuentren tiempo y tengan la dedicación de ayudar a quienes tienen sistemas menos sofisticados es muestra de generosidad del colectivo, y nos dejan bien como país y como cooperación.

Por Enrique Maside, director de Relaciones Internacionales del Colegio de Registradores y Sergio Saavedra Delegado para Iberoamérica del Colegio de Registradores