Los últimos días de primavera y primeros del verano son propicios para ir viendo terminadas las temporadas de conciertos y ópera, generalmente llevan envuelto algún recital de intérpretes en promoción o divos en sus carreras.


Estos han sido sendos casos en Madrid esta última semana. Comenzaré por el recital de piano que ofreció Rafal Blechacz el día siete de junio en el Auditorio Nacional para el Ciclo de grandes intérpretes organizado por Scherzo. Tocó obras de Bach (partito número 2), Beethoven (sonata número 5 y variaciones en do menor), Cesar Frank (preludio fuga y variación en si menor) y, cómo no, Chopin (sonata 3 en si menor). Sin duda alguna me quedo con su Chopin, impecable, nada rubato más de lo preciso, espectacularmente cantado sin caer en la sensiblería y perfectamente atacado en los momentos de bravura. Su dominio también alcanzó a Bach en la difícil traducción que hay que efectuar de la partita número 2 en la que dejando a un lado las partes que consisten en danzas (allemande, courante, zarabanda y rondó) tiene una entrada que tiene mucha miga con dificilísima parte fugada y una salida en el Capriccio de índole monumental. Pues bien, sonaron magníficas todas ellas especialmente la zarabanda de la que extrajo momentos cantables preciosos, al igual que en la allemande de sonidos brillantes. Sin embargo su facilidad técnica hizo que (a mi entender) salieran precipitadas la última parte de la sinfonía del comienzo y el rondó, obteniéndose no obstante magníficos resultados en el impresionante Capriccio final.

Foto: Marco Borggreve

Bejun Mehta puede presumir hoy de estar entre los más altos de su cuerda. Llenó la función de matices, las arias de color y los impecables agudos ayudándose de una perfecta técnica y de un control inmaculado del fiato

Después un maravilloso Cesar Frank cuya pasión por el órgano se reflejó en la obra ejecutada con pausa y equilibrio totales. Antes, el terremoto del primer Joven Beethoven triunfó en la sonata arriba mencionada si no fuera también por cierta prisa en su fínale prestissimo. Y a continuación, Chopin, donde el pianista pareció transformarse en un alquimista de primer orden. Por ataques, cantábile y sonido fue sencillamente magistral. Regaló otra página del polaco y fue despedido con merecidísimos y calurosos aplausos del público que por lo que fuera esta vez no llenaba ni la mitad del aforo del auditorio.

De ahí nos vamos al barroco de la mano del contratenor estadounidense Bejun Mehta. El afamado cantante se presentó con la folia orquesta barroca. Esta fue concebida y denominada así porque el término folia en la era barroca denotaba audacia, desenfreno y lujuria. Fundada por Robín Peter Müller fue dirigida en esta ocasión para a acompañar a Mehta por él mismo. El concierto se basó primordialmente en arias de la ópera Giulio Cesare in Egitto de Haendel, cantadas por el contratenor y entre una y otra tocaba la orquesta sola obras de Vivaldi, Corelli, Telemann, Biber o Geminiani. Voy a destacar la labor de esta orquesta que no se limitó solamente a acompañar al protagonista, sino que brilló con luz propia en sus intervenciones, bien dirigida, empastada y a la par desenfadada como si estuviera divirtiéndose y haciendo verdadera música. Sus intervenciones con las trompas y las maderas fueron difíciles y muy bien tocadas. El director ya mencionado tenía verdadera obsesión por la afinación de todos los instrumentos para ensamblarse con la voz en perfecto concurso. 

De Rafal Blechacz me quedo con su Chopin, impecable, nada rubato más de lo preciso, espectacularmente cantado sin caer en la sensiblería y perfectamente atacado en los momentos de bravura

 

Por lo demás Bejun Mehta puede presumir hoy de estar entre los más altos de su cuerda. Llenó la función de matices, las arias de color y los impecables agudos ayudándose de una perfecta técnica y de un control inmaculado del fiato. Atacó con bravura las que así le parecieron y derrochó elegancia y buen fraseo en las lentas, lo que le llevó a cosechar un clamoroso éxito. El público quedó rendido ante su arte y encore concedió un aria del también Giulio Cesare esta vez del rol de Cleopatra. Lástima que tenga que observar otra vez que el Real no llegaba a la mitad de su aforo. La coincidencia no debe ser casual. No quiero pensar en la crisis que debe estar a la vuelta de la esquina.

PD: Como ya me encuentro en la feliz etapa de la jubilación tendré más tiempo para escribir de música y lo haré en el blog que os voy a proporcionar ahora para que los lectores de la revista si lo desean puedan sugerir lo que les parezca. Con este fin me han regalado mis hijos este blog que empezará a funcionar en el mes de octubre: www.la partituradejaviernavarro.es

Muchas gracias a todos los que seguís esta revista y un abrazo grande. 

 

Javier Navarro