“Cuando escribes un libro de lo que se trata no es tanto de escribirlo, sino de que lo lean”


Acaba de publicar Quasi una fantasía, el vigésimo tercer tomo del diario Salón de pasos perdidos, y lo hace desde la editorial que acaba de fundar, Ediciones del Arrabal, su último proyecto. Andrés Trapiello es autor de una extensa obra reconocida con los más prestigiosos premios nacionales e internacionales, y uno de sus ensayos de culto, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil, 1936-1939, ha sido editado nuevamente con motivo del 25 aniversario de su publicación. Su aclamada obra Madrid es el hilo conductor de una entrevista realizada días antes de recibir la Medalla de Oro de la capital de España, por haber convertido su pasión por esta ciudad en la obra de su vida.


Me gustaría saber cómo fue pergeñando la idea de recorrer la ciudad y su vida en paralelo. 

Esta clase de libros un tanto difusos, como también Las armas y las letras, van saliendo de cualquier manera. Si dijera otra cosa, mentiría. La idea de origen es clara, pero no sabe uno por dónde abordarla. O al menos yo no lo sé bien. Le das vueltas en la cabeza y poco a poco va cobrando forma, a menudo cuando te has puesto ya a escribir. Dicen que hay dos clases de escritores, de mapa y de brújula. Los que siguen un itinerario, siguiendo el plan trazado, y los que van un poco al azar, guiándose del instinto y un cierto instinto de la orientación. Yo unas veces soy de mapa y otras de brújula. Tampoco he perdido mucho el tiempo averiguándolo. Se trataba de contar algo, Madrid, que se podía contar desde muchos aspectos. Muchos lo han contado antes y mejor que yo: historiadores, cronistas, sociólogos… La única manera en que no lo habían contando antes es como yo le contaría la ciudad a un buen amigo. Y eso hice. Y a un amigo le das todo lo que tienes, todos tus saberes y vivencias, todo lo que había leído de la ciudad y todo cuanto yo había vivido, o lo más relevante. Y cuando te das cuenta, tienes el libro. Ves que está un poco desordenado, pero es que la vida lo es, la vida nos desordena un poco a todos, pero esa es también parte de nuestra personalidad.

Le cito: “Los grandes innovadores no son únicamente aquellos que inventan un género nuevo, sino que además imprimen en los antiguos un acento especial, personal”. ¿Considera que su libro es más una novela, un ensayo o ambas cosas? ¿Cree que ha conseguido un toque personal, un acento especial? 

¿Quién podría saber eso? La literatura y los gustos son cosas que cambian. Ahí tienes a todos los del siglo XVII y XVIII contándonos el mundo en forma de mitos clásicos, griegos y latinos. Pasa apenas un siglo, y todo eso queda anticuado. Lo que más o menos no cambia nunca es la persona, cómo mira esta el mundo, su manera personal de abordar y contar las cosas íntimas. «La rosa no cansa, hijo», le decía a JRJ. su madre. Nosotros podríamos decir también: «La realidad no cansa». Cuando escribes un libro de lo que se trata no es tanto de escribirlo, sino de que lo lean. Y ahí valen todos los trucos, desde los de Sherezade hasta el de hacer pasar por un género cosa de otro. No importa que Madrid sea historia, crónica, ensayo, novela o memorias. Tiene un poco de todo eso, y nada de eso es puro. Lo importante es que el lector te acompañe hasta el mundo final, y que tu libro le haya enseñado algo y le haya ayudado a pasar un rato agradable.

Dice también que “Romanticismo y Costumbrismo son ramas de un tronco común, el de la modernidad incipiente”. ¿Considera que su libro es un clásico moderno? 

Me conformaría con que siguiera leyéndose los próximos veinte años. Todo lo que exceda eso a mi edad produce vértigos y son ganas de escribir el cuento de la lechera.

Afirma usted que cuando ha tenido que enseñar la ciudad ha empezado casi siempre por la plaza de Oriente pensando acabar en la plaza Mayor, si era por la mañana; y que si era por la tarde lo hacía al revés. ¿Aconsejaría usted alguna forma de lectura de su libro? ¿O prefiere que cada lector sea un (pequeño) autor de su novela y sea quien elija cómo hacerlo? 

Sí, desde luego: empezar por el principio y acabar por el final. Poco a poco. Sin grandes atragantos ni caminatas. Como las ciudades o los museos. Cuando advirtamos que tenemos la atención un tanto embotada, dejarlo y ponerse con otra cosa. Los libros hay que leerlos en su orden, porque de lo contrario puedes perderte las alusiones o repeticiones intencionadas. 

“Galdós me admira, me sobrecoge, me anonada, me encandila, me divierte, me emociona, me sorprende, me hace muchísimo mejor como lector e intento que me haga también un poco mejor como escritor”

Es usted un poco duro a veces en sus críticas y no las mitiga ni un poco, con Cela por ejemplo. ¿No cree sin embargo que La Colmena es un fiel retrato de la postguerra? 

Yo no me veo ni crítico ni indulgente. Leo un libro, si me gusta, lo digo, y si no, también. A un amigo no le decimos: vete a ver esa película, que a mí no me ha gustado nada. Le decimos: esa película a mi me ha parecido un tostón, ahora, si quieres ir a verla, allá tú. En cuestión de gustos está todo escrito, y se resume en esto: haz lo que quieras. Claro que si de una persona nos fiamos, nos ahorramos mucho para bien y para mal. Cuando Azorín o JRJ., los mejores críticos de su tiempo, nos dicen, lean esto o aquello, hay que hacerles caso. Si te dicen, tal o cual poeta no vale mucho la pena, pues eso. Pero el gusto hay que razonarlo un poco, claro, qué nos enriquece una obra o por qué nos ha hecho perder la tarde. Y los lectores, a la cuarta o a la quinta ya ven si eres o no fiable. Yo seguí durante mucho tiempo las críticas de un crítico de cine: película de la que hablaba mal, yo iba a verla, sabía que sería buena, era infalible. Si alguien ha vuelto a leer La Colmena y le gusta, me alegrará por él; habrá visto en ella cosas que yo no he sabido ver, y eso seguro que hace mejor el mundo y amplía su sentido. Estamos aquí para sumar, no para restar. Si yo digo que lo de La Colmena no, no es para hacerle la puñeta a nadie, sino para que esa persona lea Bearn (por hablar de una novela contemporánea).

Me ha parecido precioso su capítulo de El Madrid de Galdós. ¿Le admira? 

Galdós me admira, me sobrecoge, me anonada, me encandila, me divierte, me emociona, me sorprende, me hace muchísimo mejor como lector e intento que me haga también un poco mejor como escritor.

Me ha resultado muy curiosa su visión de la Gran Vía. ¿Puede contarme algo más de ella? 

La Gran Vía es la calle que toda ciudad de provincias querría tener. Sin embargo no creo que sea la calle que quisiera tener ninguna de las cosmópolis que conocemos, ni París, ni Milán, ni Londres, ni Roma, ni Buenos Aires. Es la única calle del mundo compatible con La Mancha. Creo que se podría escribir un nuevo Quijote en ella, de Plaza de España a la Puerta de Alcalá, y vuelta a Plaza de España. 

“Lo importante es que el lector te acompañe hasta el mundo final, y que tu libro le haya enseñado algo y le haya ayudado a pasar un rato agradable”

Los Retales Madrileños me han parecido una idea muy original. ¿Cómo surgió esta idea? 

Me daba pena prescindir y tirar a la papelera todo lo que había escrito en cuatro años. Pensé también que era una manera de compendiar cosas que no habían tenido cabida en el libro, no sé, como el origen de los churros o algunas de las iglesias más bonitas o raras de Madrid como San Antonio de los Alemanes. Esa clase de saberes que tenemos todos, significativos pero pequeños, y que nos gusta compartir con los amigos. Al igual que era el momento para homenajear a una docena de personajes fundamentales para esta ciudad, desde Fernández de los Ríos o Neville a Solana o JRJ. Sin contar asuntos de gran importancia, como el cine, la fotografía, la literatura o el arte, o sea, las artes que mejor la han retratado. 

¿Recuerda algo más de la noche en que fue a evitar que pegaran más carteles electorales sobre los ya expuestos de Llantada y Villoria? Ese pasaje me parece simplemente apasionante.

Fue la primera vez que sentí miedo, miedo de veras, pero al mismo tiempo fascinación por la vida. La sensación de que estamos en manos del destino y que la manera de sobrevivir es flotar en él, como en una ola. El destino, a poco que sepas llevarlo, te deja siempre en la playa, dulcemente.

¿El tiempo hace a las personas más ecuánimes? ¿Cómo ve la situación madrileña actual? 

El resultado de las elecciones yo ceo que ha traído tranquilidad, sobre todo. Ha aparcado la retórica, los gritos, los adoquines, las navajas y las balas (¿qué habrá sido de esa investigación, quién sería el que las envió?). En Madrid no ha ganado la derecha. En Madrid no hay tantos de derechas ni de izquierdas. En Madrid ha ganado el sentido común, que no es ni de izquierdas ni de derechas. Hoy vota derechas, y mañana votará izquierdas, cuando la derecha lo haga mal. Los madrileños han visto que aquí las cosas iban mejor que en otros sitios con todo chapado, y se han dicho: puedo morirme de virus, pero también de hambre, de tristeza, de depresión. Y ha tirado por el camino de en medio. Los que han perdido, dicen, con excusas de mal pagador: es que Ayuso ha tenido suerte. Es verdad, ha tenido suerte, como Cristóbal Colón, iba buscando las Indias y se topó con América. Pero eso es muy viejo: la fortuna es de los audaces, dice el adagio latino. Los que estaban con lo de «Madrid será la tumba del fascismo» y los 26 años infernales habrán aprendido la lección y sabrán que lo de ponerse estupendos no lleva a ninguna parte. 

Quisiera hacerle una última pregunta. ¿Se puede ya encontrar su libro en formato ‘audio libro’? Creo que sería casi mágico recorrer la ciudad e ir disfrutando de la descripción que uno puede ir escuchando a medida que anda.

Pues sí que estaría bien. A mí esas cosas no se me ocurren. Yo escribo el libro y me pongo con el siguiente.

Por último, seguramente habrá alguna pregunta que sin duda le hubiera gustado que le hicieran. Estaría encantada si usted mismo pudiera sugerirme cómo formularla.

Qué sé yo. Por ejemplo, esta: ¿Qué es lo que echa más de menos cuando está fuera de Madrid? El museo del Prado y el Rastro, o sea, el desorden y la armonía. En ese sentido Madrid se parece mucho a esos helados que vienen cubiertos de chocolate caliente. No sabemos cómo pueden armonizarse Velázquez, su nobleza, y la cochambre y toda la picaresca de aquellos barrios bajos. Pero se armonizan. A mí las deformidades del Rastro me resultan tan humanas como los bufones velazqueños, y en estos veo siempre una humanidad machacada y trampeante.

He disfrutado mucho, muchísimo, leyendo su obra, viendo las fotografías, descubriendo las anécdotas. Su humor, sus maravillosas frases, conclusiones, su erudición, la utilización de determinadas palabras ya casi en desuso, sus retales. Muchas gracias por todo.

 

María José Pérez Martín