«La Transición es un logro»


Santos Juliá nos recibe en su despacho de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Entre libros y recuerdos, este historiador, Premio Nacional de Historia de España en 2005, repasa, a raíz de la publicación de Transición. Historia de una política española (1937-2017) (Galaxia Gutenberg, 2018), casi un siglo de nuestro más reciente pasado.


¿Un libro sobre la Transición que arranca en la Guerra Civil?

No es sobre la Transición sólo. No pretendo cubrir toda la Transición, sino ver cómo se realizaron las tres reivindicaciones que llegaron a ese momento por parte de todas las oposiciones al régimen de Franco, que eran libertad, amnistía y estatutos de autonomía.

Pero la sustancia del libro es cómo se fue tramando un proyecto de transición para España, primero para poner fin a una guerra, y después como un proceso que sería menester iniciar como paso de una dictadura a una democracia. Esta es la parte que creo que es más original del libro. Toda esa historia en la que gentes que proceden de un lado de la Guerra Civil, o sea, vencedores, se ven con gente que vienen del otro lado, de los vencidos, y establecen los puntos que serían necesarios abordar para pasar, primero de la Guerra Civil, y luego, del resultado de la Guerra Civil, que fue la dictadura, a una democracia. Este es el libro.

Analiza también los intentos de acabar con el franquismo, amparados en la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial.

A eso le dedico bastante. Ahí hay dos iniciativas. Las dos parten de la idea de que un triunfo de los aliados necesariamente comportaba el fin de Franco como jefe de estado. Un desplazamiento de Franco que daría lugar, o bien a una restauración monárquica o bien a un a reinstauración de la República.

Don Juan de Borbón piensa que los británicos van a actuar, y que EEUU va a actuar en el sentido de apoyar una sucesión que fuera la restauración monárquica. Pero también del lado republicano están totalmente convencidos de que quienes han triunfado contra Hitler y contra Mussolini no pueden aceptar que Franco, que ha sido su aliado, permanezca en el poder. Este es un convencimiento absoluto de los republicanos, de Martínez Barrio, de Giral, presidente de la República en el exilio. Sin embargo, en el mismo exilio y entre monárquicos, empieza a aparecer la convicción de que los aliados no harán nada si no se les ofrece desde el interior y desde el exilio, es decir, entre vencedores y vencidos, un acuerdo. Esto es lo que hablan, por personificar, Indalecio Prieto y José María Gil-Robles. La fórmula Prieto bajo la tutela británica.

Es el primer proyecto de transición.

Llegamos a 1956.

El 56 es clave. Lo que ocurre en 1956 es una iniciativa que toman hijos de vencedores y vencidos. Ya no es gente que ha combatido en la guerra. Si no que es la nueva generación que ha llegado a la Universidad en los años 40. Finales de los 40 y principios de los 50. Y que son los protagonistas de la primera rebelión, digamos, contra el régimen, y que en sus manifiestos se presentan como hijos de vencedores y vencidos.

“Los constituyentes partieron del convencimiento de que autonomía implica solidaridad”

En este proyecto desaparece la expectativa de una intervención exterior. Son los españoles los que tendrán que ir reencontrándose en un proceso que se llamó de reconciliación nacional. Es el Partido Comunista el que aprueba la resolución que se titula así, “Por la reconciliación nacional”. Ya no hay la expectativa de que a Franco le vayan a echar, sino que hay que pensar en “después de Franco, ¿qué?”

Muere Franco. La ley de la reforma política. Ahora ya estamos en el corazón de la Transición.

Los socialistas no pueden aceptar poner en un papel que ellos adaptarán su política a las iniciativas que tome el rey. Pero, que si se produce una situación de hecho, en la que un rey nombrado por Franco, empieza a tomar medidas que conduzcan a unas elecciones democráticas, entonces los socialistas adaptarán su política a lo que sean las iniciativas que tome el monarca.

Esa misma política es la del Partido Comunista. El Partido Comunista está dispuesto a aceptar lo que llamaron una lugartenencia del reino ya desde el año 57. Y la vuelven a aceptar en el 74, cuando la Junta Democrática. No es nuevo. Lo que es nuevo es que el presidente del Gobierno que se haga cargo dé los pasos que son necesarios para unas elecciones generales proceda del Movimiento. La decepción es general. No sólo en la oposición sino en la gente del régimen que estaba pretendiendo una reforma.

Pero la toma de posición del Gobierno presidido por Suárez, es decir, la declaración programática y la amnistía la decretan en el mismo mes de julio, y luego la propuesta de la Ley para la Reforma Política que entraña, como último paso, unas elecciones generales, extienden en los medios de la oposición la convicción de que es necesario entrar en negociación con ese Gobierno para ver cómo se concreta lo de la legalización de los partidos políticos, la ley electoral, la convocatoria de elecciones, etc. Ahí el punto clave, a mi modo de ver, es quién va a ir a esas elecciones. Hay un punto en el que nadie tiene claro qué va a hacer, que es la legalización del Partido Comunista. Lo que habían recomendado EEUU y muy probablemente Alemania, no con la misma fuerza que EEUU, que eso se pospusiera. Sin embargo Suárez da el paso adelante. Es un paso audaz, reforzado por el efecto de la matanza de los abogados laboralistas, la matanza de Atocha. Y hay un paso decisivo porque lo que está probando la decisión de Suárez es que el Ejército pierde el derecho de veto de lo que se podía hacer.

En el momento en que el Partido Comunista está legalizado, Suárez acrecienta su legitimidad como posible cabeza de cartel electoral. Aunque todavía hay quien está diciendo que no se debe presentar a las elecciones. Entre ellos está El País diciendo que Suárez debe retirarse. Que no se presente como cabeza de cartel. Suárez en ese momento toma otra decisión que es crear un nuevo partido, el partido de Unión de Centro Democrático

Llegamos a las constituyentes. Tenemos Constitución.

Hay quien dice “Transición, traición”, No. Fueron dos grandes corrientes que tenían cada una sus respaldos, sus legitimidades. El resultado de las elecciones va a imponer que lo que se abra sea un proceso constituyente. Esto a veces también se olvida. Aquí no se han elegido unas cortes constituyentes como se eligieron en la República en el año 31. Lo que se elige son unas cortes. Pero el resultado electoral conduce a la primera decisión que es que van a hacer una constitución. El Gobierno nunca habló de un proceso constituyente hasta el resultado de las elecciones.

¿Y qué valoración hacemos de la Constitución?

Esa constitución se elabora con dos grandes cuestiones pendientes por delante: crear un Estado de derecho, es decir, libertades, democracia, derechos, lo que se ha llamado un Estado social y democrático de derecho; y crear un Estado descentralizado, un Estado no unitario en el que determinados territorios tienen derecho a la autonomía. Democracia y autonomía venían juntas, en España no hay democracia si no hay autonomía.

Todo lo relativo a los derechos no ofreció grandes dificultades. El problema está en la cuestión de la distribución territorial del poder. Este es el problema real que tenía el Estado español en ese momento. A la Constitución tiene que ir el reconocimiento de autonomía a las nacionalidades y regiones.

Nacionalidades y regiones es a lo que aspira la oposición y lo que reconoce el Gobierno. ¿Qué eran las nacionalidades? Pues hombre, la Constitución no lo aclara pero hay un indicio en una de las disposiciones adicionales que es aquellos que han tenido, han plebiscitado un estatuto de autonomía en la República. Eso quiere decir Cataluña, Galicia y Euskadi. Esos tenían una vía propia para llegar a la autonomía. Pero lo de la vía propia para llegar a la autonomía no quería decir en absoluto que en el término del camino no hubiera una equiparación de competencias.

El café para todos.

Absurda y yo creo que desgraciada definición de Clavero. Todos los papeles firmados entre la oposición, los que se firman en un encuentro que hay en la primavera del 76 en Barcelona entre los partidos de la oposición de ámbito estatal y los partidos nacionalistas catalanes, reconocen un derecho igual a la autonomía para nacionalidades y regiones. Igual no quiere decir que no vaya incluido ahí el reconocimiento específico de la lengua, del derecho a la lengua, del derecho a la cultura propia, etc. O sea, lo que se entendía como hechos diferenciales. ¿Qué falta ahí? Pues lo que faltó en la República. El Estado de las Autonomías es un Estado de tendencia federativa. Y Azaña, eso apuntaba en su diario, decía “Yo no sé lo que es un Estado que tiende a algo y no llega a serlo”. Cuando la tendencia se pone en marcha y se concreta en instituciones que van a ejercer un poder de Estado dentro de un territorio determinado, lo que se ha comprobado es que si falta una cámara de solidaridad territorial que obligue a la lealtad territorial, cada uno de esos fragmentos de estado va a actuar de una manera que consiste en verse en una relación bilateral con los organismos centrales del Estado prescindiendo del resto de las autonomías.

“Todavía cuando se pregunta por la Transición la respuesta mayoritaria es que fue un éxito del que los españoles están orgullosos”

Cuando se produce la primera consolidación del ejercicio de este poder, van a plantear, a partir del año 98 del siglo pasado, la necesidad de una segunda transición. Que ya no va en camino federado, sino en un camino confederado. Que es la Declaración de Barcelona de 1998, firmada por el Bloque Nacionalista Gallego, el PNV y CiU. En esa declaración ya se dice que la Transición no resolvió el verdadero problema, que la Transición fue fallida, que hubo una rebaja determinada por el momento en el que se había producido, que verdaderamente a lo que habría que ir es a un Estado que reconozca la plurinacionalidad, no de España, sino del Estado español. España es una de esas naciones. Cataluña es otra; Euskadi es otra; y Galicia, otra. Y España es la cuarta nación. Todas dentro del mismo estado. Pero cuatro naciones separadas que se confederan.

Lo que me lleva a preguntarle por algo que ya no es del libro. Es de un artículo suyo en el que se refiere a la Declaración Unilateral de Independencia como un pronunciamiento civil.

Yo tuve que terminar el libro en septiembre del año pasado. En los días en que se produce ya claramente la quiebra. La ruptura por el Parlamento catalán que excluye a los partidos que no entran en este proyecto y en el que se produce un debate, con la Ley de Transitoriedad, la Ley del Referéndum, para convocar un referéndum que conduzca a la independencia. Ahí se produce una profunda quiebra porque la Constitución ya no cuenta para nada. Pero no cuenta tampoco el Estatuto de Autonomía. No les cuenta siquiera que la mayoría del voto obtenido en las elecciones de 2015, en concreto, los independentistas nacionalistas representaba el 39,8%. Con ese voto dan un paso adelante. Yo termino con el discurso de Anna Gabriel, precisamente porque habla de la Transición. La Transición es un candado, y lo que estamos iniciando aquí es la liberación de los pueblos de España. Cataluña será la vanguardia de todos los demás pueblos de España que van a seguir el mismo camino. Eso continúa. Lo que se acuerda en esas reuniones parlamentarias continúa con el referéndum llamado del 1 de octubre, y sigue después con las declaraciones de independencia y de república que se suspenden pero que son declaraciones.

Cuando un poder de estado, como son la Generalitat y el Parlament, declara la independencia y la república, lo que se está produciendo es una quiebra de la Constitución en ese territorio. Que era lo que buscaban los pronunciamientos tradicionales. La Constitución en el territorio de España no vale porque hay un general que se pronuncia y el poder civil desaparece de ese territorio. El pronunciamiento no requiere un golpe de fuerza necesariamente. Basta con que un militar se pronuncie. El efecto es inmediato. Los militares, que están apiñados con su jefe máximo, que es el que se pronuncia, están dispuestos a intervenir. Pero que intervengan o no, dependerá de qué pase con el Gobierno o qué pase con la jefatura del Estado. Si el jefe del Estado les recibe y les da un abrazo el pronunciamiento ha triunfado. ¿Hubo violencia? Hubo amenaza de violencia, claro. Si el rey no lo acepta, el Ejército sale a la calle. Aquí solo el enunciado de que podían intervenir los tribunales, un poder del Estado, los puso en huida.

Usted se refiere a la Transición cumplida y desechada. ¿Qué pasa con una parte de la izquierda que parece que se aleja de la Transición?

Eso ha pasado sobre todo con Podemos. El movimiento 15 de mayo tuvo entre sus lemas y sus manifestaciones públicas tres pancartas que lo definen claramente: abajo el régimen, no nos representan y democracia real, ya. Ahí había un empuje que es recusar al régimen, recusar la Transición. Estar contra la Transición es estar contra el régimen, contra el bipartidismo, contra la crisis, estar por un proceso constituyente, que vaya, en su primer momento, destituyendo lo que está establecido, a la vez que va ocupando nuevas esferas de la opinión, hasta que se llegue a tener una posición hegemónica que permita el asalto al cielo. Este es el discurso de Podemos cuando sale a la esfera pública.

Ese discurso dio de sí lo que dio de sí, que fue mucho, porque les dio un resultado espectacular en las primeras elecciones que tenía el calendario, que eran las europeas. Pero lo siguió alimentando hasta que hubo que acudir a elecciones para ocupar ya posiciones dentro de las instituciones del sistema. Entonces se produce un cambio notable de discurso. De lo que se dan cuenta es que no es políticamente productivo criticar la Transición. ¿Por qué razón? Muy simple. Todavía, cuando se pregunta por la Transición, la respuesta mayoritaria es que fue un éxito del que los españoles están orgullosos. En eso no se aprecia todavía una fractura generacional.

¿Usted cree que la transición es un éxito?

La transición como modelo lo dicen en primer lugar americanos y británicos. ¿Modelo por qué? Pues porque se podía construir un marco de interpretación en el que lo que resultaba es que, cuando hay una transacción, que vienen de un lado, de otro, etc. se llega a una transición.

Yo lo que creo es que en sus objetivos fundamentales estaba construir una democracia, o los fundamentos de una democracia, incorporarnos a Europa, y crear un sistema político que gozaba de una mayoritaria legitimidad en España. La Transición se podría definir como un logro. Esa es la palabra que yo más empleo. Algo a lo que se ha estado aspirando durante muchos años, porque era ir a Europa, eran libertades y era autonomía, se ha logrado. Que fuera modélica o modelo, yo jamás he empleado eso. Pero sí logro. Yo creo que la Transición es un logro.

Antonio Tornel