Mucho hablamos en los últimos meses de la crisis que se nos avecina. O de la crisis que ya tenemos. Que si no vamos a poder poner la calefacción, que pagamos mucho de luz, cómo ha subido la cesta de la compra, habrá escasez de alimentos… todo eso es cierto y nos preocupa. Nos preocupa no llegar a final de mes, y nos preocupa no poder tener a nuestro alcance el bienestar acostumbrado en los últimos tiempos. Estamos a la cola de Europa, somos los que menos ganamos y los que pagamos más caro. Quizá no nos quede otro remedio que priorizar lo que de verdad necesitemos, lo que de verdad nos haga falta. Habrá que amoldarse a la situación. A la fuerza ahorcan, puede pensar alguno. Crisis económica que puede albergar otras crisis.

Este verano estuve en República Dominicana. No fui A ningún hotel del todo incluido, no fui a ninguna playa. Bueno, sí, fui un día a una playa, paradisíaca. Cincuenta kilómetros de arenal y palmeral, casi sin gente, a la que van algunos dominicanos, no muchos. Un auténtico lujo. Fui como voluntaria con Misioneros Dominicos-Selvas Amazónicas a El Seybo, una de las provincias más pobre del país. Una provincia preciosa, con la sensación de que podría encontrarme a Juan Valdés en alguno de sus bellos caminos, caminos por los que muchos de sus vecinos van a caballo. Una provincia preciosa, pero una provincia pobre. Una realidad muy distinta a la nuestra y en la que muchos profesionales como yo, periodistas o de cualquier profesión liberal, la clase media, viven de una manera bastante más sencilla que nosotros. En muchos casos podríamos decir, incluso, humilde. 

Sencillez y humildad en todo, en su forma de ser, en su modo de vida. Y mucha dignidad. Sencillez y humildad de las que podemos aprender. Una vida más comunitaria que la nuestra, tan individualista y tan rápida, donde se ayudan unos a otros, pendientes de quien necesita algo. No podemos comparar nuestras vidas, pero sí podemos tomar nota. Vivimos en nuestro mundo preocupados por nuestros problemas, por lo nuestro. 

Hay personas que saben convivir con la crisis y sacar lo bueno de ella. Cuando veo y vivo esas realidades y ese espíritu me cuestiono de qué nos quejamos, aunque cada uno tiene lo suyo

En El Seybo juega un papel importante la radio, Radio Seybo, una radio “para llenar tu vida de compañía”, como dice su lema. Y es que la radio es compañía. Una radio comunitaria que dirige el dominico Miguel Ángel Gullón, asturiano, para más señas. Una radio con buenos profesionales que se ocupa y preocupa de sus ciudadanos, una radio en la que se denuncian injusticias y se busca esperanza, abierta a los oyentes para que ellos mismos denuncien los problemas. Problemas ciudadanos y de derechos humanos. Sí, de derechos humanos. Hay muchos campesinos, la mayoría haitianos, a los que echan de sus tierras, a los que dejan sin trabajo, sin casa, en especial a los que trabajan en los campos de la caña de azúcar. Un azúcar que más tarde compramos en nuestros supermercados. 

A veces les llega un huracán, como llegó Fiona en septiembre, con fuerza, con mucha fuerza. Y provocó una catástrofe en El Seybo. Lluvias torrenciales y fuertes vientos que desbordaron ríos, arrancaron árboles, destruyeron casas, tendidos eléctricos, y dejaron a la ciudad incomunicada. Acostumbrados a vivir en comunidad, los seibanos se unieron para ayudarse unos a otros. Hasta la llegada de Fiona Radio Seybo pudo informar sobre los refugios preparados por los servicios sociales. Cuando Fiona llegó partió la antena de la radio en cuatro y dejó de emitir. Sin antena ese espíritu de unión consiguió que la radio pudiese informar a través de las redes sociales en momentos tan difíciles. La gente puso a disposición de los demás lo que tenía y lo que sabía hacer. Lucharon juntos. Solidaridad y generosidad no les falta. También necesitan la nuestra. 

Hay personas que saben convivir con la crisis y sacar lo bueno de ella. Cuando veo y vivo esas realidades y ese espíritu me cuestiono de qué nos quejamos, aunque cada uno tiene lo suyo. En estos días, en estos meses, que tanto hablamos de la crisis me pregunto… “crisis… ¿de qué crisis hablamos?”

Patricia Rosety