Veinte años después de la celebración del Año Gaudí, el Museu Nacional d’Art de Catalunya presenta una exposición que se aleja de los tópicos y recorre la trayectoria del arquitecto catalán más popular y reconocido internacionalmente.


A través de una museografía basada en la teatralidad y la acumulación de piezas, como si del taller de Gaudí se tratara, se presentan en esta muestra más de 650 elementos entre los que destacan objetos arquitectónicos, de diseño y mobiliario, documentación, mapas y fotografías procedentes de un centenar de colecciones nacionales e internacionales, incluida la del Museo, que cuenta con un importante conjunto de obras del arquitecto.

La muestra, que se podrá contemplar hasta el 6 de marzo, afronta una revisión crítica de la obra de Gaudí donde se realiza una revisión completa de su trayectoria, desde los años de formación hasta su muerte y su entierro multitudinario. 

La exposición, que esta primavera viajará a Paris, al Musée d’Orsay, propone una nueva narración que libera al arquitecto de los tópicos y de las visiones reduccionistas con las que se le ha ido cargando a lo largo del tiempo. Este proyecto muestra a un Gaudí que no era un genio aislado, fuera de su tiempo e incomprendido, y lo sitúa en el contexto internacional, presentando un conjunto muy importante de obras de artistas como Auguste Rodin, Geoffroy-Dechaume, Violet-le-Duc, Thomas Jeckyll o William Morris. 

Este proyecto muestra a un Gaudí que no era un genio aislado, fuera de su tiempo e incomprendido, y lo sitúa en el contexto internacional, presentando un conjunto muy importante de obras de artistas como Auguste Rodin, Geoffroy-Dechaume, Violet-le-Duc, Thomas Jeckyll o William Morris

Se exponen por primera vez importantes novedades y piezas durante años olvidadas, como el espectacular mueble recibidor del piso principal de la Casa Milà, que fue desmontado en los años 1960 y cuyas piezas se dispersaron; el busto de la Fuente de Hércules de los jardines del Palacio de Pedralbes; los yesos que sirvieron para modelar las esculturas de la Sagrada Família; las fotografías del park Güell que formaron parte de la exposición de Paris en 1910 y que no se han vuelto a exponer, o uno de los tapices realizados por Jujol por encargo de Gaudí para los Juegos Florales de 1907, entre muchas otras. 

La exposición descubre a un Gaudí de una enorme complejidad, que capta como ningún otro artista las necesidades de la sociedad en la que vive, un tiempo de cambios radicales, y produce las imágenes más potentes, que perduran hasta nuestros días.