Mujer y alta responsabilidad

Desde que empecé a participar más activamente en la promoción del liderazgo femenino hace ya algunos años, tanto desde la división Legal & Regulatory de Wolters Kluwer como a través de la Asociación Española de Ejecutivas y Consejeras, cada vez que se acerca la fecha del Día Internacional de la Mujer (lo de “trabajadora” me parece consustancial a la condición de mujer) me pregunto si realmente es necesario seguir celebrándolo en un país como el nuestro, donde la igualdad entre hombres y mujeres está tan profundamente arraigada en el ordenamiento jurídico como valor, como principio y como derecho, y donde esa igualdad es públicamente proclamada como un objetivo generalmente compartido en cualquier ámbito de la sociedad.

Y cada 8 de marzo me convenzo de lo imprescindible de esta celebración, a la vista de los pobres resultados y el lentísimo avance reflejados en los informes que analizan la igualdad de género tanto desde las instituciones públicas (véase, por ejemplo, el Índice de Igualdad de Género de la Comisión Europea) como desde las privadas (ver el informe de McKinsey Women in the Workplace 2020, o el del World Economic Forum Global Gender Gap Report 2020).

Si nos circunscribimos al sector jurídico, y en particular a la denominada abogacía de los negocios, especialmente preocupante me parece la lentitud con la que aún accede la mujer profesional a las posiciones más prestigiosas y mejor remuneradas en las que se toman las más altas decisiones y se asesora a las grandes empresas. Más aún si tenemos en cuenta que la representación femenina es mayoritaria en las facultades de Derecho y en los Colegios de Abogados, así como en los cuerpos profesionales a los que se accede por oposición. Constatando esta afirmación, hace muy pocas semanas un artículo publicado en uno de los principales medios españoles de comunicación económica y financiera generó un gran debate al exponer que, entre los treinta abogados que asesoraron las mayores operaciones de fusiones y adquisiciones en España en 2020, no había una sola mujer.

Algo importante falla en un sistema que pierde por el camino hacia los puestos de mayor rango y responsabilidad a tantas grandes profesionales, de valía, cualificación, conocimientos y experiencia incuestionables. Las hay, pero no llegan en proporción razonable a los puestos de alto mando

Algo importante falla en un sistema que pierde por el camino hacia los puestos de mayor rango y responsabilidad a tantas grandes profesionales, de valía, cualificación, conocimientos y experiencia incuestionables. Las hay, pero no llegan en proporción razonable a los puestos de alto mando. Tenemos que plantearnos las razones por la que se produce este fenómeno y qué podemos hacer entre todos para resolverlo.

Porque en un contexto excepcionalmente desafiante como el presente, en el que la pandemia y la crisis económica derivada de ella está haciendo enormes estragos a todos los niveles, la sociedad necesita contar con el mejor capital intelectual, toda la excelencia profesional posible y las perspectivas más diversas para afrontar un futuro que nos va a exigir un esfuerzo extraordinario. Privar a la sociedad de ese capital, excelencia y perspectivas es un lujo que no debe permitirse. No es ético, no es inteligente y no es justo.

Me parece un acierto de la revista Registradores de España dedicar a la mujer su número del mes de marzo, y agradezco sinceramente a la decana, Maria Emilia Adán, su amable propuesta de participar en esta edición.

Cristina Sancho Ferrán