“El discurso globalista del feminismo radical no es trasladable a una democracia plena como la actual española”

¿Qué representa para usted la fecha del 8 de marzo?

Una fecha apropiada por el discurso globalista del feminismo radical. El día en el que el feminismo más radical organiza en las calles su akelarre, arrastrando a formaciones muy diversas que necesitan su aceptación para sentirse parte del consenso progre. Pero un akelarre en el que se criminaliza a la mitad de la población y rechaza a todos -hombres y mujeres- los que no aceptan sus postulados radicales. Este 2021 representa, además, el triste aniversario del día en el que el Gobierno, sabiendo -porque manejaba informes que así lo acreditaban- de la gravedad del coronavirus, puso por delante sus delirios ideológicos y llamó a manifestarse a miles de mujeres bajo ese doloroso presagio: “Les va la vida en ello”.

¿Cuál es el logro más importante de los que ya se han conseguido en el terreno de la igualdad de la mujer? ¿Cuál es el más urgente de los que faltan por conseguir?

Depende de dónde. Porque la realidad es muy distinta según hablemos de Irán, por ejemplo, o de España. En España la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres está felizmente garantizada en nuestra Constitución y cualquier atentado contra esa igualdad puede combatirse con las herramientas que nos otorga nuestro Estado de Derecho. Yo soy hija de la democracia, nacida en 1979. Tengo pleno respeto y reconocimiento a todo el camino que se ha recorrido, con mucho esfuerzo, para llegar al régimen del 78.

Pensar que la licencia marital para ejercer el comercio estuvo vigente hasta 1975 me parece propio de otro siglo. Pero partiendo de ese reconocimiento lo que no hago es insultar nuestra democracia actual porque el discurso globalista del feminismo radical no es trasladable a una democracia plena como la actual española. Dicho esto considero imprescindible avanzar en medidas de conciliación familiar y profesional pero no sobre el concepto artificioso de la corresponsabilidad, propio del feminismo radical, sino de la realidad de las familias. Como madre de un bebé de 13 meses no quiero que una ministra de Igualdad que ha accedido al cargo por ser pareja del líder de su partido me diga que la conciliación debe pasar por no cuidar yo de mi hijo para dedicarme a mi vida laboral. Eso lo hace ella, con una legión de asistentes públicos, incluida un alto cargo del ministerio con funciones de niñera. Pagada por todos los españoles. La mujer es el pilar del hogar. El tronco en el que se apoya todo lo demás. Se trata de avanzar con medidas que nos eviten tener que convertirnos en heroínas. En el ámbito de la abogacía, entre otros sectores.

En España la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres está felizmente garantizada en nuestra Constitución y cualquier atentado contra esa igualdad puede combatirse con las herramientas que nos otorga nuestro Estado de Derecho

Abogada del Estado por oposición desde 2009. En los cuerpos jurídicos de acceso mediante oposición la igualdad de sexos se está alcanzando con naturalidad una vez eliminadas las históricas restricciones legales de acceso pero, ¿cree usted que hay sectores donde son necesarias las cuotas obligatorias para avanzar en la igualdad?

Permítame que discrepe de la valoración que se contiene en la pregunta. En los cuerpos jurídicos de acceso por Oposición lo que se está evidenciando, en una tendencia constante, es el porcentaje muy superior de mujeres que superan las pruebas. Si el sexo fuera relevante deberíamos adoptar medidas para favorecer el acceso a los hombres. No creo en la cuota rosa, la cuota de género, ni, como mujer, aceptaría que me dieran un trabajo por mi sexo. Creo en el talento, creo en el esfuerzo y, en casos en los que determinadas circunstancias dificultan o reducen las posibilidades de una persona -hombre o mujer-, creo en un trato diferenciado para atender circunstancias diferenciadas, que reduzca esas dificultades. Pero el sexo de la persona no es una de esas circunstancias. Me niego a que, como mujer, y por ser mujer, se me victimice y se me considere un ser necesitado de protección.

¿Nos podría hablar de su experiencia personal?

Mire, yo le voy a ser muy sincera. A mí me encanta ser mujer. En el más amplio sentido de la palabra. Una mujer que se siente mujer y que ejerce su vida como mujer. Y, sin duda, y aunque no me he sentido más mujer por ello, el mayor privilegio que tenemos las mujeres es el don de gestar y parir la vida. Yo soy una mujer de ley y orden. Y le aseguro que ninguno de mis méritos, ni mis errores, se deben a mi sexo.