En países como España hemos conseguido la igualdad teórica y en las leyes, lo que no es poco a la vista de la lamentable situación de la mujer en amplias zonas del mundo, sometida, relegada y sin derechos (o con menos que los hombres). Pero aún tenemos la asignatura pendiente de que esa igualdad se traslade de verdad a la vida cotidiana, para que las mujeres, por el hecho de serlo, no tengan que arrastrar una mochila mucho más pesada que los hombres, que les limita el horizonte o se lo pone bastante más difícil que a ellos. El papel de los hombres es fundamental, puesto que de ellos depende aliviar la mochila y compartir su peso o, por el contrario, cargarla para poder avanzar ellos más ligeros. Sin embargo, llama la atención la escasa presencia masculina en cualquier acto o foro sobre la necesidad de trabajar por una sociedad más igualitaria. Como si no fuera un asunto suyo, como si luchar contra la discriminación de la mitad de la población solo concerniera a las mujeres. 

El desigual reparto de las cargas familiares y domésticas es un lastre para la carrera profesional de las mujeres, que posponen la maternidad o aparcan su profesión para poder hacerse cargo de los hijos o personas dependientes y el hogar. Una elección que aunque pueda parecer voluntaria, a menudo está condicionada por las circunstancias: sobre ellas recae la responsabilidad de los cuidados y la intendencia doméstica. La factura que estas decisiones pasa a las trabajadoras es evidente en las estadísticas: las excedencias y reducciones de jornada las piden mayoritariamente las mujeres, que a su vez cobran sueldos y pensiones más bajas y renuncian a progresar laboralmente. Muchas ni se plantean la posibilidad de prosperar en su carrera, porque no lo ven compatible con sus tareas en el ámbito privado. Este hecho, unido a que la tendencia tradicional es ascender a hombres debido a la minusvaloración de la capacidad femenina, da como resultado una escasa presencia de mujeres en puestos de responsabilidad en todos los ámbitos, lo que no ayuda a romper el círculo vicioso y obstaculiza el cambio hacia una sociedad más justa. En definitiva, no es suficiente la igualdad sobre el papel si en nuestra vida cotidiana los hombres no asumen la parte que les corresponde. Es cierto que muchos ya transitan por este camino, que requiere una reflexión profunda para desaprender los roles y el reparto sexista de funciones, para renunciar a los privilegios con los que nacen por ser varones; pero, lamentablemente, siguen siendo una excepción.

No es suficiente la igualdad sobre el papel si en nuestra vida cotidiana los hombres no asumen la parte que les corresponde

El avance hacia la igualdad se ha efectuado a dos velocidades en la sociedad: mientras que entre las mujeres está generalizada la convicción de que deben tener las mismas oportunidades que los hombres, para muchos de ellos se trata de un debate que perciben como ajeno, lo que es un freno para que las mujeres puedan incorporarse en las mismas condiciones a la carrera profesional. La maternidad representa un antes y un después, ya que la llegada de un hijo obliga a reorganizar el funcionamiento de la familia. Es entonces cuando se pone a prueba la voluntad de los hombres de superar esos estereotipos patriarcales para compartir (o no) las obligaciones que implica la paternidad. Las mujeres, por nuestra parte, debemos actuar como un motor, no renunciar a la profesión que nos va a permitir tener libertad (pues solo la independencia económica nos permite tomar decisiones, a menudo cruciales) y tratar de que el padre asuma la parte que le toca. No siempre es fácil, pues el reparto tradicional de roles y las reticencias de quien ha de salir de su zona de confort son barreras a veces insalvables. Qué importante es tener en esos momentos referentes que nos ayuden a cuestionar los mandatos de género, esas imposiciones que tanto presionan a las mujeres y que nos han marcado a fuego, para poder reivindicar nuestro espacio y pedir a nuestros compañeros que compartan la vida en igualdad de condiciones. Y convertirnos así en referentes de otras niñas, adolescentes y mujeres que ven que otra forma de vivir y organizarse es posible. 

Lograr la implicación de los hombres para conseguir la igualdad en nuestro día a día es uno de los mayores retos que tiene nuestra sociedad.

Cristina Martín Vega