“En Ucrania nos lo jugamos todo”


En el número 90 entrevistamos a Esteban González Pons con ocasión de la publicación de su novela Ellas. Muchas cosas han cambiado en unos escasos dos años (que pesan como si fueran una decena) pues, a su condición de eurodiputado, se suma la de ser vicesecretario de Política Institucional del PP desde que Alberto Núñez Feijóo llegó a la presidencia del partido, lo que le convierte, también, en protagonista de la política nacional.


¿Cómo ve a España en estos dos últimos años? ¿Cree que está funcionando el sistema de pesos y contrapesos de nuestras instituciones? 

La democracia no son las instituciones, pero sin instituciones no es posible la democracia. La historia está llena de ejemplos de democracias que fracasaron porque consintieron que se degradasen sus instituciones. En la última legislatura, vivimos una expansión del poder ejecutivo que hoy amenaza gravemente con dejar en nada nuestra separación de poderes. Se legisla por decreto-ley y se dan instrucciones a los jueces sobre cómo deben aplicar las leyes. Nuestra democracia está enferma.

Su nueva obra, El Escaño de Satanás, combina dos de sus grandes pasiones, la literatura y la política. La obra gira en torno a una presencia sobrenatural en el Congreso de los Diputados, lo que da pie a exponer una visión muy particular, a veces cruda, de la política y los políticos españoles y a narrarnos una historia muy original. “La democracia es un logro de la civilización, sin embargo, la política profesional constituye un vestigio de la avidez por ser el rey de los monos”. “La política es la selva del hombre cultivado”. ¿Es sólo la opinión de un personaje de ficción o tiene algo del autor?

El escaño de Satanás no es una obra política, sino sobre la política. En España no tenemos autores de política ficción. Series como El ala oeste de la Casa Blanca o Borgen, por ir a las clásicas, son inconcebibles en nuestro país. Yo he escrito una novela de terror que, al mismo tiempo, es un thriller político, tal y como lo haría un escritor norteamericano hubiera leído a Valle-Inclán. No se trata, por tanto, de lo que yo opino, esto va de lo que creo que opinan los políticos cuando el público no los ve.

Los hechos que se cuentan en el libro, ¿están lejos de la realidad? ¿Cree que nuestra sociedad va camino de esa polarización que se describe en su obra? ¿Qué podemos hacer para evitarlo?

La novela se basa en hechos reales, como suele decirse. En muertos reales, debería corregir. Es cierto que debajo del Congreso reposan los cimientos del antiguo convento del Espíritu Santo y que los enterramientos de su iglesia no se movieron al construir el actual Palacio. Y que, en consecuencia, Magdalena de Guzmán, segunda marquesa del Valle, nuera de Hernán Cortés, amante del duque de Alba y rival en corrupciones del de Lerma, política de los siglos XVI y XVII, en definitiva, sigue enterrada bajo la tribuna de oradores. Que la política española ocurra sobre un cementerio me parece una metáfora extraordinaria sobre la actualidad. Y, por tanto, todo lo que cuento sobre la política española, si no sucede, podría suceder.

En la anterior entrevista, con ocasión de la pandemia, hablamos del papel de Europa en aquella horrible crisis sanitaria y de la necesidad de defender los valores del “europeísmo”: unos valores que convierten a la Unión en baluarte de la democracia representativa y del libre mercado, según sus propias palabras. Ahora, ya no es una pandemia, la Unión Europea se está enfrentando a la invasión de Ucrania. ¿Cómo debe seguir afrontando la UE esta tragedia? ¿Cuáles son los retos fundamentales a los que va a enfrentarse Europa en los próximos meses? ¿Cómo va a hacer frente a la crisis energética y económica que atravesamos?

La guerra de Ucrania es nuestra guerra, la única, la misma que libramos contra el nacionalismo y el autoritarismo desde los años treinta. Si no existiera Ucrania, Putin estaría atacando a la Unión Europea. Los ucranianos están librando por nosotros el eterno combate entre el bien y el mal que comenzó en las Termópilas y Salamina. Los jóvenes de Ucrania están dando la vida por alcanzar a ser miembros de la Unión Europea, algo que muchos de nosotros hemos empezado a dejar de valorar. Y la guerra exige sacrificios. Europa debe entender que en el mundo contemporáneo nadie va a fabricar por nosotros, ni a servirnos energía por ser nosotros, ni a asumir el coste de nuestra defensa, o nos hacemos grandes y nos medimos con los grandes o Ucrania será un principio del fin. Se entienda o no en España, en Ucrania nos lo jugamos todo.

“No creo que estos últimos años nos hayan hecho más libres, pero sí más sanos y dependientes de la tecnología”

El 1 de julio de 2023, España asumirá la Presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. ¿Cómo cree que llegará nuestro país a esa presidencia? ¿Cuáles cree que pueden ser y cuáles deberían ser las aportaciones de la Presidencia española a esos retos que hemos comentado?

Sinceramente, las presidencias nacionales de turno de la Unión Europea están sobrevaloradas, en los seis meses que duran no da tiempo a ejercer ninguna influencia decisiva sobre dosieres que llevan años de tramitación. Suelen servir más para la publicidad que para otra cosa. Por ejemplo, el programa del Gobierno prevé reuniones en distintas ciudades españolas cuando todo el mundo sabe que las reuniones de trabajo son en Bruselas y sin visita turística. Y por otro lado, con la crisis institucional que padecemos no sé si estamos en condiciones de dar a la Unión Europea lecciones de nada. Ahora bien, todo lo que sirva para afianzar el europeísmo en España, aunque sea propaganda, lo daré por bien invertido.

Este es el número 100 de la revista Registradores, una revista que ha estado contando la actualidad a lo largo de más de dos décadas, convirtiéndose en un referente y en un foro de debate e información. Si echa la vista atrás, como protagonista y como observador desde la primera línea, ¿qué acontecimientos destacaría de este largo período?

Hablamos de las dos décadas en que finalizó la Edad Contemporánea y comenzó la siguiente, que aún no tiene nombre. Para mí han sido veinte años revolucionarios para la medicina y el desarrollo de la inteligencia artificial. No creo que estos últimos años nos hayan hecho más libres, pero sí más sanos y dependientes de la tecnología. El derecho, la economía, la moral, la sicología…, se enfrentan al reto de encajar en sus esquemas racionales nuestra longevidad y la superioridad funcional de las máquinas. Ha sido durante este periodo cuando hemos caído en la cuenta de que los robots serán orgánicos; no serán de hierro, sino de carne y hueso, no funcionarán con electricidad, sino con sangre. La biotecnología es la noticia de estos años.

Volviendo a El Escaño de Satanás, ¿en qué género encajaríamos esta novela? Tiene algo de romántica y de ensayo y denuncia política. Por otro lado, el terror está muy presente (no solo por la presencia del vampiro, en mi opinión), pero también el humor juega un papel importante. ¿Qué valor le da al humor en la literatura?

El escaño de Satanás es un esperpento; hace reír, llorar y temblar de miedo a la vez. Y al cabo nos vemos retratados ahí. Juega con la política y los políticos, representa cómo es su vida real, sus amores, sus ambiciones, sus miserias…, pero también incluye una novela histórica, la biografía de Magdalena de Guzmán, y una de vampiros, con sus momentos en que el lector alzará la cabeza si le llega un crujido de un mueble viejo desde algún ángulo oscuro. Podría incluso decirse que he escrito la biografía del Congreso de los Diputados. Lo mejor que cabe atribuirle a esta novela es que resulta distinta a cualquier otra que usted vaya a encontrar en la librería, no va de asesinos en serie, ni de adolescentes enamoradas, ni de autoayuda.

“Después de cinco libros, ya me atrevo a decir que soy un escritor metido a político y no un político que escribe”

Si Ellas homenajeaba a Valencia, El Escaño de Satanás rinde tributo a Madrid. ¿Por qué pesan tanto las ciudades en sus obras?

Después de cinco libros, ya me atrevo a decir que soy un escritor metido a político y no un político que escribe. Y como escritor, mis ciudades son mi vida. Valencia, Madrid, Bruselas…, en las tres he sido feliz, para las tres tengo palabras de amor. Algún día dejaré la política, mas la literatura jamás me dejará a mí.

En la presentación de su libro se le describió como un autor provocador, irreverente y diferente. Usted mismo se ha definido como un escritor que ejerce de político. También ha revelado que este libro estaba preparado en febrero de este año y que, precisamente, sus nuevas responsabilidades le hicieron preguntarse si era oportuno su publicación. ¿Vamos a poder seguir disfrutando de su escritura con sus nuevas responsabilidades políticas? ¿Hacia dónde va a dirigir su pluma a continuación?

Antes me moriré que dejaré de escribir. Ya estoy con dos nuevas historias rondándome la cabeza: una es un western en la España vaciada y la otra el relato de una venganza recíproca, quiero decir de un amor loco transformado en odio mutuo. Veremos con cuál de las dos termino. Me estoy construyendo una casa en el campo, en Teruel. Algún día me veré allí, rodeado de perros, sin otra obligación que la de escribir dos páginas diarias. Y seré feliz. 

María del Pilar Rodríguez Álvarez