La iniciativa del Colegio de Registradores de España que se ha rotulado con el polisémico nombre de Jubilare trata de abordar uno de los retos más importantes de nuestra sociedad, cual es la del envejecimiento progresivo de la población. Aunque sea un tema recurrente en el momento actual, la razón que otorga a este proyecto una singularidad es que no desea contemplar la vejez como un problema humano y social, sino que pretende resaltar los aspectos positivos que para la persona y para el conjunto de la sociedad tiene el contar con el talento, la experiencia y la resiliencia de las personas mayores; todo ello sin dejar de dar visibilidad a los problemas a los que se enfrenta este sector de la población al cual, en el mejor de los casos, todos vamos a pertenecer.

Así, una de las preocupaciones que nos asaltan tiene que ver con la situación de vulnerabilidad y dependencia física y emocional, sobre todo, de los llamados grandes mayores. Las necesidades de cuidado y de apoyo físico y psicológico, la soledad tantas veces no deseada en la que se encuentran muchos de ellos, o la sensación de abandono o de que ya no sirven que no pocas veces padecen, tiñen a veces de una pátina sombría esta etapa de la vida. Sin duda, el tema de los cuidados está presente en nuestro proyecto, en el que tratamos de incluir tanto la perspectiva de quien los recibe como la de quien los presta. 

Pero si ampliamos el espectro de los considerados como personas mayores, tenemos que aludir a la extendida sensación de falta de adaptación a un mundo que resulta cada vez más ajeno; parafraseando a Stefan Zweig, el sentimiento de que su mundo es ya el mundo de ayer. La llamada brecha digital es un buen ejemplo de esa impresión. Como experimentamos cada día, los servicios públicos y privados se virtualizan a ritmo acelerado, obligando a las generaciones que no nacimos ni crecimos con ello a dialogar en un idioma completamente distinto del que aprendimos durante décadas; existe una presunción de que debemos adaptarnos, cada uno como pueda y de que quien no logre ese acomodo debe pechar con la responsabilidad correspondiente. Esa premisa supone una clara discriminación de las personas mayores con menos recursos, pues no cabe duda de que cuando se tiene una edad la adaptación es más difícil y requiere de un apoyo social y económico que, en la práctica, o no existe o no es suficiente. Por si fuera poco, ese cambio tan radical al que tantos no se pueden adecuar conlleva, en más ocasiones de las que parece, la pérdida efectiva de derechos por imposibilidad o grave onerosidad para su ejercicio, lo cual resulta especialmente preocupante.

Queremos que Jubilare se implique en el afán porque nuestro país se comprometa de manera activa en la elaboración de una Convención internacional de derechos humanos de las personas mayores, iniciativa a la que Jubilare desea dar un impulso añadido

Y precisamente porque nos preocupa el ejercicio de los derechos, queremos que Jubilare se implique en el afán porque nuestro país se comprometa de manera activa en la elaboración de una Convención internacional de derechos humanos de las personas mayores, iniciativa a la que Jubilare desea dar un impulso añadido.

Sin duda la salud se deteriora con la edad y, como es bien sabido, el sistema sanitario destina una parte importante de sus recursos a las personas de edad avanzada, por lo que tampoco queremos obviar este asunto. Cambiando de nuevo la óptica tradicional, pretendemos incidir en los aspectos que puedan prevenir en lo posible el deterioro de la salud causado por la edad, lo que a la par que mejora la calidad de vida, puede tener una indudable repercusión en la mejor utilización de aquellos recursos. 

Otro de los puntos sobre los que se reflexiona en Jubilare es el talento sénior. En la sociedad actual la persona que ha llegado a cierta edad suele abandonar su actividad laboral.  Pero trabajo no es únicamente el ejercicio de una labor o profesión remunerada por la empresa o la Administración, o realizada a través de las ganancias de tu propia actividad autónoma; trabajo es, igualmente, el que se hace en el seno del hogar, aunque no se pague, y es también el que hacen los mayores en las familias o las pequeñas empresas familiares ayudando a las generaciones más jóvenes; trabajo es el esfuerzo que muchas personas realizan una vez jubiladas de modo voluntario en el seno de organizaciones sociales de todo tipo, donde aportan su talento, su experiencia y su empatía. Este tipo de trabajo, muy valorado en otros países, no está, ni mucho menos, suficientemente reconocido en el nuestro; Jubilare aspira a contribuir al cambio de tendencia.

También hemos de ocuparnos de las pensiones. Hay personas mayores que, tras su trayectoria profesional, gozan de pensiones de jubilación que les permiten llevar una vida holgada, tanto más si cuentan con unos ahorros y hace tiempo que son propietarias de sus viviendas, con lo que no tienen la carga suplementaria de un alquiler o de los gastos de devolución de un préstamo hipotecario; es más, en no pocas ocasiones estas personas ayudan a sus hijos o nietos. En otros casos, las pensiones dan para llevar una vida digna, aunque difícilmente para cubrir necesidades extraordinarias. En fin, otras personas no han tenido una vida laboral suficientemente larga o reconocida por el sistema como para gozar de una pensión de jubilación que resulte suficiente para vivir dignamente. La obligación de un Estado social es minimizar este último tipo de situaciones y atender a la cobertura de las necesidades que permitan a todos llevar, cuando menos, una vida que merezca la pena ser vivida; también Jubilare quiere colaborar en este anhelo.

El tema de los cuidados está presente en nuestro proyecto, en el que tratamos de incluir tanto la perspectiva de quien los recibe como la de quien los presta

Por supuesto, el tema de los mayores tiene perspectiva de género. Sin duda, las mujeres sufrimos una situación de discriminación histórica que con mucha frecuencia es múltiple o interseccional, al verse exponencialmente incrementada porque a la discriminación por razón de género se unen otra u otras en atención a otras circunstancias personales o sociales; en el caso que nos ocupa, la edad. Baste aquí un ejemplo, precisamente relacionado con las pensiones: las mujeres mayores están discriminadas en el sistema de pensiones vigente, pues las de viudedad son, en su mayoría, pensiones de mujeres. Resulta una injusticia social enorme que mujeres que trabajaron durante toda su vida dentro de sus hogares, para la empresa familiar o en labores sociales no remuneradas o con remuneración insuficiente, vean recompensada esa labor con una pensión que apenas llega a la mitad de la que se paga al marido jubilado y que este seguirá cobrando en su integridad, aunque enviude. El criterio puramente contable de que fueron ellos quienes cotizaron en su día es absolutamente injusto, tanto más cuanto que, en ocasiones, a algunas de estas mujeres no se les permitía aportar cotizaciones porque se les obligaba a abandonar el puesto de trabajo al casarse o había todo tipo de incentivos para que lo hicieran. Sin contar con que sus maridos no hubieran podido ni ejercer su trabajo ni cotizar, o al menos no en la misma medida, si ellas no hubieran hecho su labor. Sin duda, la modificación radical de las pensiones de viudedad es una tarea pendiente y urgente para una sociedad que quiere y debe ser igualitaria; algo que también quiere impulsar Jubilare. 

Solo puedo mencionar algunos otros temas: el problema habitacional de muchas personas mayores que no quieren vivir solas, o que querrían seguir viviendo en sus casas, pero que no pueden hacerlo sin la necesaria ayuda institucional o familiar, no siempre posible en las actuales circunstancias; los cambios de modelos familiares y el lugar que en ellos tienen las generaciones más veteranas; el valor de su dignidad y su autonomía de decisión, incluso cuando ya tienen algún grado de discapacidad física o intelectual; el ocio, el arte, la literatura, el deporte  y tantas otras facetas que nos hacen más humanos y de las que también se puede y se debe disfrutar en las edades más avanzadas. En fin, asuntos sobre los que hemos de pensar como sociedad y como individuos, en la búsqueda no solo de respuestas, sino también de oportunidades de mejora personal y colectiva. 

Como señalé al inicio, el espíritu de Jubilare no se queda en analizar estos asuntos y otros que no he podido ni siquiera insinuar; pretende, sobre todo, incidir en las soluciones y en los todos los aspectos positivos que tiene cumplir años; y lo quiere hacer, desde luego, contando con la aportación de los protagonistas, los mayores: Jubilare quiere, en definitiva, hacer honor a su nombre. 

María Paz García Rubio