El legado del virus: peligro de una deuda a la griega

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El fondo de pensiones del Gobierno noruego (Norges Bank Investment Management) es un gigante inversor y maneja un billón de euros. Entre sus inversiones para los pensionistas de su país incluye la compra de bonos de decenas de países, incluida España. En el año del estallido de la pandemia, en 2020, no aumentó sus compras de deuda del Tesoro español, pese a que el Gobierno tuvo que disparar sus emisiones. No obstante, según su informe oficial, mantuvo en 2020 en torno a 5.200 millones de euros invertidos en bonos y obligaciones del Estado español, que es una cifra apreciable. En contraste, asegura que no compró ni un solo título de deuda de Grecia que, pese a su mejora económica, no reúne aún las calificaciones de solvencia necesarias para este fondo oficial que quiere ser prudente con sus pensionistas. Grecia alcanzó en 2020 una deuda pública del 200% de su Producto Interior Bruto, espoleada por las necesidades extra de combatir la pandemia y rompiendo la tendencia a la baja que intentaba el gobierno sucesor del de Alexis Tsipras. 

Atenas aumentó su deuda en 20 puntos de PIB, una gran escalada, pero inferior a los 25 puntos que se anotó el Estado español. España ha pasado así de contar con una deuda pública del 95% del PIB a otra del 120%. Esta pesada mochila es el gran legado económico del coronavirus en la mayoría de países, entre ellos España, y costará generaciones lograr su saneamiento. 

Es más, si no hay una política consistente de reducción de deuda a largo plazo, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) augura que España puede alcanzar en 2050 niveles de una insoportable deuda a la griega. 

«Las proyecciones de AIReF dibujan una dinámica desfavorable de la ratio de deuda a medio y largo plazo bajo un escenario con políticas constantes. La ratio de deuda sobre PIB retomará una senda ascendente bajo la hipótesis de un escenario sin cambio de políticas, con un crecimiento medio nominal del 3,3% y un déficit estructural primario constante de dos puntos y medio de PIB a partir de 2024. La trayectoria de la deuda aumenta notablemente al sumar el gasto estructural relativo al envejecimiento poblacional, proyectando una ratio de deuda del 190% del PIB a mediados de siglo». ¡190%! es un peligro que España no se puede permitir precisamente para poder financiar a tipos razonables el Estado del Bienestar y no ser percibida como Grecia.

Atenas aumentó su deuda en 20 puntos de PIB, una gran escalada, pero inferior a los 25 puntos que se anotó el Estado español. España ha pasado así de contar con una deuda pública del 95% del PIB a otra del 120%. Esta pesada mochila es el gran legado económico del coronavirus en la mayoría de países, entre ellos España, y costará generaciones lograr su saneamiento

Ya es significativo que el prudente fondo noruego no quiso aumentar en el primer año de la pandemia su exposición a la deuda española, pese a estar protegida por el Banco Central Europeo (BCE). Sí lo hizo al alza con la deuda pública alemana, donde apuesta 16.000 millones, pese a que los intereses que ofrecía el entonces gobierno de Angela Merkel eran negativos. 

Por eso hay que tomar en serio la decisión del BCE del pasado 16 de diciembre de poner fin a su programa de compras de emergencia (PEPP), tan crucial para la financiación de España. Se trata de acabar con el PEPP en marzo, pero incrementando al tiempo su plan ordinario de compras (PSPP) para no reducir drásticamente su papel de financiador de los estados más endeudados. Ese gradualismo es particularmente importante para España, porque fue lamentablemente en 2021 el país más sostenido por el BCE en proporción a su tamaño económico, más que Italia y Portugal. El apoyo equivale a cerca del 40% del PIB español nada menos.

La institución que preside Christine Lagarde impulsa una rebaja tan gradual de las compras de deuda que proporciona un tiempo precioso para que la cuarta economía del euro planifique y anuncie un saneamiento a medio plazo de las cuentas públicas que sea creíble y haga que en fondos como Norges puedan potenciar con tranquilidad en el futuro su apuesta por España y ayudar a dejar atrás el terrible legado económico del coronavirus. La solución populista de que se condone deuda es música celestial. ¿Deben los pensionistas noruegos perdonar deuda a los países en los que han confiado? No va a suceder. Seamos realistas.

 

Carlos Segovia