Monument des Bourgeois de Calais [Monumento a los Burgueses de Calais], Auguste Rodin.

La muestra trata de explorar por primera vez en España tanto los paralelismos como las disparidades entre la obra de ambos maestros.


La fundación Mapfre acaba de inaugurar en Madrid la exposición Rodin-Giacometti, donde se recogen algunas de las preocupaciones que los dos creadores tuvieron en común durante sus procesos creativos, como fueron la importancia del modelado y la materia, el trabajo en serie o el cuestionamiento constante del pedestal.

Comisariada por Catherine Chevillot, directora del Musée Rodin, y Catherine Grenier, directora de la Fondation Giacometti, esta muestra pretende generar un diálogo que nos acerque a las conexiones de los trabajos de ambos artistas.

Mujer-Pez y Torso de Iris sobre estípite con follaje de Rodin.

La exposición, que permanecerá hasta el 10 de mayo en la Sala de Exposiciones Recoletos, recoge más de 200 piezas que reflejan cómo ambos creadores hallaron, en sus respectivas épocas, modos de aproximarse a la figura de manera totalmente nueva, a la vez que arraigada en su tiempo: en Rodin el mundo anterior a la Gran Guerra; en Giacometti, el inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El recorrido de la muestra comienza con una de las obras más importantes del maestro francés, Los Burgueses de Calais, donde el artista trabajó cada una de las figuras como si fueran independientes entre sí, generando una experiencia con el espectador que podía recorrer la obra y mezclarse con las figuras libremente. 

Por su parte Giacometti, a finales de la década de los cuarenta, se interesó también por los grupos escultóricos. Obras como El claro reflejan el interés del artista a lo largo de toda su trayectoria por comprender la paradoja que supone la soledad del individuo, aunque se encuentre entre la multitud.

Otra de las características que ambos artistas comparten es el gusto por el fragmento. Rodin, en una fecha tan temprana como 1878, se atrevió a exponer en el Salón su obra El hombre con la nariz rota (1864) como si fuera un trabajo terminado. Esta pieza actuaría como un prólogo de muchas de las piezas de Giacometti que parecen haber sufrido un accidente, como Cabeza de hombre (1936). Junto al accidente, la búsqueda de la expresividad hace que muchas de las esculturas de Rodin rocen la caricatura en una suerte de deformación, que no es menos evidente que en otras de Alberto Giacometti, como es el caso de La nariz.

USO DE LA MATERIA

Busto de Annette (llamado Venecia) de Giacometti.

El pequeño busto de Silvio, las diversas figuras de pie o las cabezas de Diego son un buen ejemplo del uso que hace el artista suizo de la materia, en la que deja la impresión de sus dedos al modelar e incluso la incisión de sus uñas. Rodin ya había dejado percibir el barro bajo el bronce en algunas de sus piezas y, por ejemplo, en el busto de su Balzac, se pueden ver las estrías del bronce en el cuello.

La muestra continúa con las obras Torso del Estudio para San Juan Bautista, llamado Torso del hombre que camina (1878-1879) y Mujer (plana V) (1929), en las que se observa cómo desde sus inicios, tanto Rodin como Giacometti se interesan por el arte del pasado, realizando numerosas copias de esculturas antiguas, griegas o romanas, pero también cicládicas, sumerias o egipcias.

El recorrido expositivo finaliza con El hombre que camina. Tanto el ejemplar de uno, como el de otro reflejan la fusión de las culturas y el interés por el arte del Renacimiento. Aunque comparado con el de Rodin, el Hombre que camina de Giacometti parece desgastado y frágil, el del maestro francés también muestra una gran expresividad y con ello todo el sentimiento de la fragilidad humana.

FUNDACIÓN MAPFRE | HASTA EL 10 DE MAYO | SALA DE EXPOSICIONES RECOLETOS (MADRID)