Revisar el Título VIII (Estructura territorial)
llevaría al Título III (La Corona)

Los preparativos para el 40º Aniversario de la Constitución están en marcha por todos los rincones de España en multitud de organismos, instituciones académicas, jurídicas, universitarias y políticas. En cada provincia y ciudad de España se notará la presencia de esta efeméride pero, sobre todo, los medios de comunicación fijarán su atención en las Cortes Generales cuyo consejo asesor, nombrado para la ocasión, perfila los actos. Todo estará formalmente preparado pero no puede preverse cuál será la discusión de los actores políticos en el último trimestre del año y cómo empezará el nuevo. ¿Se defenderá la reforma de la Ley Fundamental? La clamorosa ausencia de consenso político induce a considerar que no es momento de cambios. Bastante tarea tendrán los reformistas con defenderla y hacer valer ante la ciudadanía que estos han sido los 40 años de mayor estabilidad de la Historia de España.

Cuando se pide a los actores de la reforma constitucional de 1977 que sinteticen cómo pudo hacerse tan magna obra entre políticos de tan diversas y enfrentadas procedencias, no solo por la guerra civil sino por la ominosa dictadura, son variadas las respuestas. Entre todas, hay una que apunta a ser la más certera, la más determinante: Había un objetivo común. Centro, derechas, izquierdas y nacionalistas consideraron que lo esencial era sacar a España del agujero negro de la Historia. Los españoles tenían derecho a ver a su país de igual a igual con las naciones de su entorno. Una vez celebradas las elecciones constituyentes en 1977, el referéndum de la Constitución 1978 y sucesivos comicios el avance y las reformas en España fueron trepidantes.

No es posible, sin embargo, edulcorar todo aquel proceso en el que hubo sufrimiento y sangre con zarpazos terribles del terrorismo y coletazos severos de los inmovilistas del régimen dictatorial que se resistían a que en España hubiera libertad. Los padres constituyentes reconocen que nada estaba escrito y el vértigo les acompañó durante mucho tiempo.

«La clamorosa ausencia de consenso político induce a considerar que no es momento de cambios. Bastante tarea tendrán los reformistas con defenderla y hacer valer ante la ciudadanía que estos han sido los 40 años de mayor estabilidad de la Historia de España»

Nadie pudo anticipar que llegados a su 40º aniversario pudiera producirse el cuestionamiento del “régimen de 1978”, expresión con toda la carga peyorativa que pueda imaginarse. Los intentos de evaluar el funcionamiento de la Constitución en estas cuatro décadas, con tranquilidad, sin prejuicios, pueden declararse fracasados. Los borradores sobre los asuntos en los que pudiera haber acuerdo chocan con el desacuerdo en cuestiones fundamentales. El primero, si se abren las páginas del Título VIII de la Constitución sobre el modelo territorial, como aspira un parte del Parlamento. No se puede reformar la Constitución para satisfacer a una minoría, responde otro sector relevante. Para hacerlo imposible, esa minoría, representada por los nacionalistas, considera inaceptable, por insuficiente, el planteamiento reformista de quien aboga “solo” por mayores cotas de autogobierno, cuando ellos quieren la independencia. Y del título VIII al Título II: La Corona. Quiénes proclaman las deficiencias de la transición de la dictadura a la democracia aboga por preguntar explícitamente a los ciudadanos que se definan entre Monarquía o República.

Con estas motivaciones tan radicalmente diferentes no será este el aniversario de la Constitución del que salga la decisión de su reforma para perfeccionarla.

El cumpleaños se considerará adecuadamente celebrado si una mayoría reconoce que con la Constitución de 1978 la sociedad española ha superado con bien la mayor crisis económica desde los albores de la democracia, la abdicación de un rey y la entronización de su sucesor y se ha contenido el intento de secesión de una parte de España.

Anabel Díez