María Emilia Adán, decana del Colegio de Registradores, junto al profesor de la Universidad de Helsinki, Jukka Kekkonen.

La Fundación Coloquio Jurídico Europeo celebró el mes de octubre un seminario sobre violencia política y Derecho en las guerras civiles de España y Finlandia a cargo de Jukka Kekkonen, profesor de la Universidad de Helsinki y Antonio Elorza, catedrático, hoy jubilado, de la Universidad Complutense de Madrid.

Para Kekkonen, los años 1914-1949 forman un período oscuro en la historia europea, caracterizado por el estallido de dos grandes guerras, y la existencia de un ambiente totalitario derivado de la experiencia generalizada de la violencia política. Pero caracterizados también por procesos de liberación nacional y por la existencia de posibilidades de establecer instituciones democráticas. Por ejemplo, el resultado de la primera guerra mundial dio a luz a más de veinte nuevos Estados en Europa.

El objetivo declarado de Kekkonen en su intervención fue concentrarse en dos casos dramáticos de las diferentes partes de Europa: la Finlandia de 1918 y la España de 1936-1939. Ambos países vivieron sus guerras civiles en situaciones sociales muy turbulentas. Para él, estos acontecimientos no pueden entenderse sin conocer las historias de ambos países a corto y largo plazo y sin poner los fenómenos en el contexto de la arquitectura política europea de la época.

Antonio Elorza en un momento de su intervención, junto a Miguel Ángel Fernández Ordóñez.

¿Cómo comparar –se preguntó el profesor de Helsinki- Finlandia con España, cuando la guerra civil estalló en la última casi dos décadas más tarde que en Finlandia? Contestó que una comparación más cercana revela sorprendentes paralelos entre los dos países, tanto respecto de las causas de la violencia política, como de la historiografía sobre las guerras y la política de la memoria. Estas observaciones apuntan al hecho de que considerar distintos fenómenos en una perspectiva comparativa es metodológicamente fecundo y podría dar un valor adicional a la comprensión de la evolución de estas naciones.

Trató Kekkonen del papel del Derecho en las situaciones de crisis, citando la famosa frase de Cicerón silent leges inter armas como mero punto de partida para abordar la cuestión, que debe contextualizarse con los estudios generales sobre guerras y conflictos graves. Una de las tareas fundamentales de los estudios comparativos es precisamente intentar explicar las razones que están detrás de las posibles variaciones. Y esto no puede hacerse sin un conocimiento muy profundo de la historia y la realidad social, política y cultural del país de que se trate, así como del contexto internacional del tiempo en que estos acontecimientos acaecen.

“De cara a la explicación  de la violencia en nuestra guerra civil  cabría mencionar tres factores principales: un siglo de conflictos agrarios que se suceden desde la desamortización en la década de 1830, las guerras coloniales y la intensa violencia dispersa de los años de República, sobre la cual incide la confrontación ideológica de la Europa de entreguerras”

Otra cuestión esencial relacionada con este enfoque comparativo es la de cómo países tan diferentes como Finlandia y España pueden contrastarse. Sin embargo, es fácil responder a estas dudas con una simple pregunta: ¿por qué no? ¿No es más interesante comparar unidades que no son similares, que tienen evidentes diferencias pero también notas comunes? En opinión del profesor finés, esta polémica tiene mucho que ver con cuestiones paradigmáticas fundamentales, relacionadas en última instancia con la filosofía de la historia.

Los eruditos –añadió- han sostenido diversas opiniones en las cuestiones relacionadas con estos problemas, como la del papel del individuo en la historia, cuáles son las principales fuerzas que influyen en el cambio histórico, cómo contextualizarlos, las posibilidades de hacer generalizaciones o construir teorías en la ciencias histórica y otras. Personalmente se mostró muy optimista sobre las posibilidades de llevar a cabo una investigación comparativa sobre estos puntos; todo depende en última instancia del tipo de preguntas de investigación que se formulen. O en otras palabras: que el enfoque escogido (esto es, la metodología) determina el éxito de las perspectivas comparatistas.

Finalmente, concretó estas premisas en un brillante análisis de la violencia política y la guerra civil subsecuente en ambos países, sus paralelismos y sus diferencias.

ELEMENTOS COMUNES

Comenzó Elorza, por su parte, su intervención apuntando que el análisis comparativo de guerras civiles en la Europa del siglo XX -en este caso sobre la contienda finlandesa de 1918 y la española de 1936- pudiera parecer inútil, por la distancia geográfica y temporal. Los alicientes para ese empeño surgen, sin embargo de inmediato, si tenemos en cuenta que a pesar de la distancia geográfica en sus historias se dan elementos comunes entre ambas, por cuanto son guerras entre «rojos» y « blancos», donde se juega la supervivencia del sistema social o su transformación. Resulta valioso asimismo someter a examen las formas de violencia y de represión, los instrumentos legislativos y jurídicos empleados, y lo que no es menos importante, cómo se cerró el período bélico y porqué en España la consecuencia fue una prolongada dictadura y en Finlandia el establecimiento de un régimen pluralista.

De cara a la explicación de la violencia en nuestra guerra civil, afirmó, cabría mencionar tres factores principales: un siglo de conflictos agrarios que se suceden desde la desamortización en la década de 1830, las guerras coloniales y la intensa violencia dispersa de los años de República, sobre la cual incide la confrontación ideológica de la Europa de entreguerras.

Para él, la experiencia del clima de violencia durante el quinquenio vino a fundamentar el propósito de dar el golpe decisivo, con el Ejército desempeñando el papel que la Guardia Civil, y en torno a ella las fuerzas del orden, había jugado a lo largo de toda la República. Solo que, como en el ensayo de Casas Viejas, no se trató ya de eliminar a un manifestante o al miembro de una organización, sino a todos los manifestantes y a todos los miembros de todas las organizaciones republicanas y obreras, fuesen políticas, sindicales o culturales.

Según Elorza, resulta preciso recordar que lo contrario del infierno no suele ser el paraíso, y ello debe aplicarse también a la represión en zona republicana. Si la guerra de Franco puede catalogarse de genocidio, en el otro campo no cabe olvidar la comisión de crímenes contra la humanidad, como pudieron haber sido, entre otros casos, las ejecuciones masivas de Paracuellos y otras sacas de noviembre de 1936.

Citó el profesor de la Complutense, en apoyo de su idea central, diversos textos de Ramiro de Maeztu, Mola, Queipo de Llano y de la Exposición de Motivos de la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939 e hizo alusión igualmente a la violencia en el ámbito republicano centrándose en la figura de Juan García Oliver.