miércoles, mayo 8, 2024
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    ESPECIAL NÚMERO 100

    Topicazos

    Los andaluces son jacarandosos, los gallegos desconfiados, los vascos muy duros de mollera, los aragoneses tercos, los cántabros vanidosos, los catalanes tacaños… nos invaden los tópicos, los lugares comunes, las imágenes preconcebidas.

    No hace mucho, en una reunión en la que nos encontrábamos varios periodistas –ni fumo, ni bebo, ni trasnocho, “virtudes” que se adjudican a la llamada canallesca– un compañero ponía en duda que un invitado de aspecto pulcrísimo, traje perfectamente cortado, peinado impecable y zapatos lustrosos fuera veterinario. El periodista era de los que habían adjudicado a los veterinarios la imagen de hombre tosco, aldeanoide y desaliñado, y no le entraba en su cabeza –corta de entendederas– que pudiera atender a un perro, un caballo o una vaca alguien de cultura amplia y al que gustaba vestir bien. De la misma manera que a ese compañero, seguro, no le encajaría una chaqueta cómoda por los años de uso, en quien se ocupara de tareas diplomáticas, por poner un ejemplo, o en un ejecutivo del llamado alto standing.

    Nos invaden los topicazos. He visto caras de asombro cuando decía que debía acudir a una reunión del colegio de mi hija –como si los periodistas no tuviésemos responsabilidades con los hijos y se nos tomara por aventureros permanentes–, y he advertido rostros de incredulidad cuando explicaba que a determinado político, con mucho mando en plaza, le gustaba meterse en la cocina para preparar un buen guiso para los amigos. Sin hablar de los ojos como platos que se le ponen a quienes cuento que determinada actriz de rompe y rasga dedica su tiempo libre a visitar a enfermos terminales, sin que esos terminales reconozcan en esa mujer, de jersey amplio y sin una gota de maquillaje, a quien ocupa portadas de revistas por sus supuestos romances.

    Viene todo esto a cuento porque hay profesiones a los que no se les puede quitar la etiqueta ni aunque venga el diluvio. Decir que haces oposiciones a notarías, a abogado del estado, a corredor de comercio o a registrador y que te digan que tienes el futuro asegurado entre los ricos, es todo uno. Por no hablar de que las amigas de la futura suegra la envidian por el buen partido que ha encontrado su hija; y para las propias quisieran también alguien con esa profesión escrita en su tarjeta de visita.

    Las oposiciones han tenido siempre su morbo: cuesta sacarlas, son años de poca vida y pelar muchos codos, y se mira con cierta conmiseración al novio o la novia de quienes opositan; pero se cree saber que, al final del túnel, hay premio seguro con un despacho plagado de títulos, clientela que guarda cola y asuntos con los que se ganan grandes cifras con el mínimo esfuerzo.

    En algunos casos ocurre, vaya si ocurre. En otros, encuentras a los que han ganado una oposición pidiendo créditos en un banco, como cualquier hijo de vecino. Pero con los estereotipos no se puede luchar fácilmente, así que continuará pensando la gente que los registradores son gente aburrida, pero que acumula tesoros, y continuará pensando también que los periodistas son golferas, simpáticos, desordenados, que están en el secreto de todas las cosas y que prefieren salir corriendo ante cualquier noticia a quedarse una tarde en casa con la familia. Y se equivocan. Por supuesto que se equivocan.

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    Revista nº1

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