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Los teléfonos móviles, tabletas y ordenadores forman parte ya esencial de nuestras vidas. En definitiva los dispositivos electrónicos se han inmiscuido en nuestras vidas cual un miembro más de nuestro cuerpo, una nueva extremidad que nos resulta imprescindible para continuar viviendo.

Me atrevería aseverar que no podemos vivir sin ellos; si los olvidamos un día cualquiera o no funcionan, desarrollaremos a buen seguro una espiral de agonía casi tan intensa como si nos faltara el aire y no pudiéramos respirar.

Podríamos recurrir a un romanticismo nostálgico, añorando la pluma estilográfica, la caligrafía en cursiva, el libro encuadernado y foliado y hasta la carta manuscrita; maldiciendo esta nueva era y lamentándonos de cuán denostado resulta el uso del lenguaje, o las relaciones sociales o familiares tan frías ahora a través de una pantalla. Ello sin mencionar las taras mentales que nos producirá una nueva socialización para la que no estamos preparados, pues hemos sido lanzados bruscamente a este nuevo escenario cual proyectil que desemboca en una nueva superficie; así como las gravísimas enfermedades oculares o nerviosas que padecerá la humanidad más pronto que tarde.

Como registradora de la propiedad puedo asegurar que triunfamos en el año 1986 al implantar los libros de hojas móviles y triunfaremos en este siglo implantando el registro electrónico, sin perder un ápice de la esencia de la función, la seguridad jurídica

Así expuesta la herramienta de la red social resulta un planteamiento tremendista y catastrófico que no obstante evitaremos. Surgirá entonces en nosotros una necesidad de condescendencia con nosotros mismos, nos daremos una palmadita en la espalda justificándonos en su uso: en realidad yo apenas la utilizo, tan sólo la miro de vez en cuando; la consulto por motivos de trabajo; ha sido todo debido a la pandemia y al teletrabajo que ahora estoy más conectada al ordenador y redes sociales; fue cuando el mundo entero se estremeció ante la amenaza de la enfermedad contagiosa y letal que comencé a comprar on line, trabajar en línea y claro, no me quedó más remedio que abrirme un perfil en una página de contactos, pues me encontraba muy solo y decidí conocer gente; no es tan raro, he charlado con gente muy normal.

Todas reflexiones muy propias de la condición humana, apegada a sus costumbres e incrédula respecto al cambio, respecto al verdadero cambio que nos permite avanzar. 

Pues bien, encuentro estas muy entendibles objeciones erróneas, incluso absurdas. Me decanto por vivir de pie, por afrontar los retos que esta maravillosa vida nos va ofreciendo, por vivir intensamente y empaparnos de los desafíos de los que estoy segura el ser humano saldrá victorioso, no me cabe la menor duda. No soy optimista, conozco el potencial humano, la mente humana es el sistema operativo más valioso, la voz humana el instrumento más perfecto, no albergo dudas.

Así alabo las bondades de las redes sociales, el inmenso conocimiento e interconexión que nos ofrecen y la maravillosa comunidad humana que se crea en torno a ellas. No ocultaré las debilidades: noticias falsas o fakes news, agresores descerebrados y crueles o haters, así como creadores de opiniones manipuladas. Pero ¿eso no ocurre en una charla entre amigos en una cafetería? ¿No han exhibido los periódicos en formato papel desde siempre una línea editorial? No subestimemos al ser humano, sabremos defendernos y discriminar la paja del grano. Mucha lectura, mucho papel, pero también rapidez e inmediatividad y posibilidad de hablar con el mundo entero en un segundo.

Como registradora de la propiedad puedo asegurar que triunfamos en el año 1986 al implantar los libros de hojas móviles y triunfaremos en este siglo implantando el registro electrónico, sin perder un ápice de la esencia de la función, la seguridad jurídica. 

Como usuaria de Twitter (@GriseldaDiazRo4), te propongo que me sigas el hilo y que me des un like.

 

Griselda Díaz Romero