Prudencia sí. Libertad de expresión también

Se ha dicho muchas veces que los jueces estamos aislados de la sociedad, que somos ajenos a los problemas reales de los ciudadanos, que vivimos en una torre de cristal y que utilizamos un lenguaje incompresible para el común de los mortales. Nunca he compartido esa afirmación. Creo que nuestra función diaria nos obliga a conocer la realidad, -a veces, el lado más imperfecto de esa realidad humana-, y que, con la ley como torno de alfarero, tenemos que conseguir restaurar las piezas rotas o dañadas que nos han dejado en nuestro taller. 

Pero es verdad que no hemos sabido explicar lo que somos y lo que hacemos los jueces en un país democrático. Aunque no nos correspondía a nosotros hacerlo. Esa labor didáctica debió hacerse por el Consejo General del Poder Judicial y hace mucho tiempo que abandonó esta tarea; pero en una sociedad como la actual, permanentemente interconectada a través de las redes sociales, en la que circulan de forma continuada datos, -reales, ficticios o sesgados-, opiniones, información, ocurrencias y barbaridades varias, no estar en Twitter, no explicar los motivos y razonamientos de las resoluciones judiciales, equivale a no estar o, peor aún, estar en la imagen distorsionada que otros pueden transmitir de la carrera judicial. 

Pero dicen que el vacío que tú dejas lo ocupa otro y quizá sea este el motivo por el que cada vez hay más jueces en Twitter, esforzándose, -puede que con desigual acierto-, en explicar nuestra función constitucional y en defender nuestra independencia. Afirman algunos que así acercan la Justicia al ciudadano; opinan otros que Twitter y otras redes sociales, se han convertido en el trampolín para lanzar al estrellato a algunos de los integrantes de esta carrera. 

En una sociedad como la actual, permanentemente interconectada a través de las redes sociales, en la que circulan de forma continuada datos, -reales, ficticios o sesgados-, opiniones, información, ocurrencias y barbaridades varias, no estar en Twitter, no explicar los motivos y razonamientos de las resoluciones judiciales, equivale a no estar o, peor aún, estar en la imagen distorsionada que otros pueden transmitir de la carrera judicial

Los hay que con hilos (en ocasiones, enredados ovillos) explican las sentencias de cierta relevancia técnica o interés social; desde el trabajo concienzudo, y con un loable esfuerzo de síntesis, tratan de comunicar y convencer al ciudadano, -muchas veces descreído-, del porqué de esa decisión judicial; otros nos relatan el anecdotario del día: el abogado conciso en sus conclusiones y aquel que no ve el fin a su intervención; a veces, sorprende leer a jueces criticando los escritos que ha presentado una de las partes del procedimiento del que está conociendo, o las pruebas que se han propuesto, acompañando esa crítica de una fotografía de la carpeta del expediente, con los nombres de los intervinientes tachados (faltaría más), seguramente pensando que el afectado no está en esta red social y que no se entera de la crítica que el juez que ha visto por la mañana su asunto está aireando en Twitter. 

Otros nos ilustran con sus vivencias diarias: excursiones, platos de sus restaurantes favoritos, fabada, tarta de manzana, pastel de chocolate, vino del lunes, escote de martes, los vaqueros que se vestían hace 20 años, -demostrando así que mantienen la línea y aún entran en la talla 36-, y un largo etc., con el que, dicen, acercan la Justicia al ciudadano. 

Quizá ninguno de los que nos hemos echado a este monte que es Twitter, estamos libres de estos pecados veniales; puede que, a veces, nos pueda la vanidad o, sin quererlo, seamos un poco imprudentes. 

El pasado 21 de junio de 2021, el TEDH dictaba una resolución sobre ética judicial relativa al ejercicio de las funciones por los miembros del Tribunal indicando que “Los jueces deberán utilizar las redes sociales con la máxima precaución”. Creo que esa precaución debe guiar la actuación de los jueces siempre, pues es necesario que nuestra independencia e imparcialidad sean reales y se perciba así por los ciudadanos.

No voy a negar que también me escandalizan determinadas manifestaciones de algún compañero, no sólo en redes sociales, también en otros medios de comunicación; jueces que valoran la prueba que se practica en determinados juicios mediáticos en los que su intervención se ha limitado a ver el juicio en televisión; están los que yo llamo jueces del Renacimiento, pues son capaces de opinar sobre contencioso-administrativo, social o familia, a golpe de tres tweets y sin despeinarse.

Sé que algunos piensan que debe regularse la libertad de expresión de los jueces en redes sociales, pero me temo que esto no es más que una sutileza para restringir un derecho fundamental, sobre todo, si esa libertad de expresión no se acomoda a lo políticamente correcto en un momento determinado. 

Por eso, prudencia sí. Libertad de expresión también.

 

María Jesús del Barco