La transparencia, un arma cargada de futuro

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El entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, empezó a romper hace ya casi seis años uno de los emblemas de la protección de datos. “Como responsable de la Hacienda pública española no puedo entender tanta cautela ante personas que no merecen la confianza de la sociedad o empresas que no merecen la confianza de los consumidores porque no dan prioridad al pago de los impuestos, que es la forma de garantizar los servicios públicos de los españoles”. Fue el 13 de diciembre de 2012 en el Senado y el ministro anunciaba que, por primera vez desde la Transición, su departamento había abierto “un estudio” para publicar la lista de los principales morosos con Hacienda y modificar el artículo 95 de la Ley General Tributaria que obliga a mantener bajo reserva los datos personales de los contribuyentes. 

La llamada amnistía fiscal había concluido semanas antes y había resultado, además de un escándalo, un fiasco recaudatorio, por lo que Montoro buscaba nuevas fórmulas para aumentar la recaudación e iniciar el necesario descenso del déficit público, que había concluido 2011 con un espeluznante 9% del Producto Interior Bruto. El ministro buscaba, más que publicar de inmediato la lista, amedrentar a los deudores con astuto uso de la publicidad como arma recaudatoria, porque para muchos de la lista, peor que pagar al Fisco era aparecer con nombre y apellidos entre los que no contribuyen como deben en una España en crisis. Es un ejemplo de cómo la transparencia puede servir a un interés general superior a la indudablemente necesaria protección de datos personales.

Una muestra de que el efecto buscado era el del cobro, más que el del escarnio, es lo que tardó el Gobierno en cambiar la ley. No apareció publicada en el BOE hasta el 22 de septiembre de 2015, casi tres años después. Quedó limitada a los que adeudaran un millón de euros a las arcas públicas -aunque el delito fiscal está por debajo- y se dijo que sería publicada “de forma periódica”. En el preámbulo, el Gobierno enmarcó la medida “en la lucha contra el fraude fiscal a través del fomento de todo tipo de instrumentos preventivos y educativos que coadyuven al cumplimiento voluntario de los deberes tributarios, en la promoción del desarrollo de una auténtica conciencia cívica tributaria así como en la publicidad activa derivada de la transparencia en la actividad pública en relación con la información cuyo conocimiento resulte relevante”. 

La medida fue exitosa y ética e incomparablemente más rentable para Hacienda que la amnistía fiscal. La deuda general pendiente de cobro en Hacienda bajó en el primer año -2016- en 1.400 millones

Además, antes de apretar el botón de la publicación, el Ministerio dio aún tres meses más a los deudores para retratarse en la Agencia Tributaria si querían evitar el bochorno y no publicó la primera lista hasta el 23 de diciembre de 2015. 

La medida fue exitosa y ética e incomparablemente más rentable para Hacienda que la amnistía fiscal. La deuda general pendiente de cobro en Hacienda bajó en el primer año -2016- en 1.400 millones.  En cuanto a los primeros morosos, pasaron de deber 3.000 millones a diez veces menos en 2017.  

La política pionera de la Comisión Nacional de Mercados y de la Competencia de anunciar los expedientes que abre es también un arma disuasoria. Los investigados se quejan de que sólo debería conocerse su caso cuando hubiera resolución firme alegando protección de datos y presunción de inocencia, pero las instituciones públicas hacen bien en informar de las investigaciones que abren en asuntos tan graves. 

La Comisión Nacional del Mercado de Valores ha anunciado también que, por fin, va a dar conocer sus investigaciones más importantes sin esperar como hasta ahora a que algún día de la posteridad se conviertan en sanción firme y afloren en el BOE. Aún faltan otras importantes instituciones, pero la tendencia es lógica e imparable.

“La poesía es un arma cargada de futuro con que te apunto al pecho”, escribió Gabriel Celaya. También los grandes morosos de la lista de Hacienda se sentirán apuntados al pecho por la transparencia, pero nada mejor para escapar del punto de mira que cumplir con las obligaciones ciudadanas. La transparencia es un arma cargada de futuro.

Carlos Segovia