martes, mayo 14, 2024
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    ESPECIAL NÚMERO 100

    Una mirada limpia a Europa

    El año próximo se cumplen varias efemérides redondas de la historia de España y Europa. Y muchas merecen ser recordadas por unos u otros. Algunas las deberíamos conmemorar todos. Todos deberíamos afrontar estos momentos de recuerdo de fechas relevantes con una mirada limpia al pasado, con la honradez necesaria para poder extraer lecciones de aquellos hechos, sin contaminarlos o envilecerlos con cuitas, jactancias o intereses presentes y particulares. Es triste que nunca hemos conseguido en España que arraigara la celebración de una fecha como símbolo de un éxito o un luto común. O ambas cosas a la vez como hace esa gran institución británica y de la Commonwealth que es el Remembrance Day, el 11 de noviembre, día del Armisticio y victoria sobre Alemania en 1918. Su “poppy week” o la semana previa, en que se simboliza el recuerdo a todos los caídos con la omnipresencia de la amapola, la única flor que crecía en los batidos campos de batalla de Flandes en la I Guerra Mundial. Por desgracia, la última década en España nos impuso el camino opuesto. Y por razones políticas e ideológicas algunos se han empeñado en volver a celebrar precisamente lo que nos separa. Y como si no hubiera suficientes fechas en la trágica historia de España para despertar discordia, en algunos casos han de manipular el contenido histórico de la efeméride para conseguir el resultado apetecido. Así, el año próximo se conmemora el trescientos aniversario del 11 de septiembre de 1714. Ya sabemos que, en una parte de España, aquel día será interpretado y celebrado de una forma que colmaría de estupefacción a los protagonistas. A los que se involucra en una guerra de “secesión” cuando combatían en una de “sucesión” para dirimir qué Rey ocuparía el trono de la España de todos. Ojalá podamos los españoles volver a serenarnos nosotros y retomar la mirada a nuestra historia sin ira y con templanza, resueltos a aprender de los catastróficos errores habidos en nuestra convivencia. Con honradez, probidad y respeto a la verdad de la historia en la educación de nuestros hijos y nietos, quizás consigamos en el futuro una fecha en el calendario para festejar lo que nos une a todos los españoles. Que es mucho más que lo que nos separa y que, por desgracia, se celebra a diario.

    Con honradez, probidad y respeto a la verdad de la historia en la educación de nuestros hijos y nietos, quizás consigamos en el futuro una fecha en el calendario para festejar lo que nos une a todos los españoles. Que es mucho más que lo que nos separa y que, por desgracia, se celebra a diario

    Pero el año que viene se celebra otro aniversario de un hecho histórico. Y éste, los adultos mayores lo tenemos en el recuerdo y la pupila. Hablo del 25 aniversario de la caída del muro, del último capítulo del naufragio del comunismo soviético. Hoy, que se oyen tantas críticas más o menos justificadas, pero también ataques de desmesura e ingratitud hacia Europa, los españoles tenemos ocasión de recordar lo que éramos y lo que somos, gracias a una idea y un proyecto al que llegamos tarde, pero del que nos beneficiamos como muy pocos. Los desastres habidos en España en la última década y todos los errores cometidos en la Unión Europea durante la presente crisis no pueden hacernos olvidar que nuestro país dio el mayor salto modernizador de su historia gracias a la UE. Y que cuando entramos en el proyecto político y económico europeo, aun la mitad del continente era una cárcel. En una crisis extrema se tomaron en aquel 1989 todas las correctas decisiones. Y desde entonces y gracias a esta idea común, no hay fronteras desde Tarifa hasta Rusia. La libertad y la paz son, por este orden, las primeras ideas sobre las que reposa toda la construcción de Europa. Con ambas ha cumplido con creces. Si algo nos enseña nuestro ingreso en Europa y la caída del muro es que el determinismo histórico no existe. Nos beneficiamos de lo que hacemos bien. Sufrimos siempre que erramos. Esa es la receta contra la resignación y para la esperanza. También contra la desidia, contra la falta de honradez y las miserias ideológicas manipuladoras. El futuro será tan bueno o malo como las decisiones que lo forjan. La gran Europa de la paz y la libertad tiene que ser viable y competitiva en este mundo cada vez más pequeño. Un mundo en el que no existen los derechos adquiridos. Exige esfuerzo y coraje, unidad y mucha verdad para que el pasado no sea un lastre sino al mismo tiempo homenaje a las generaciones pasadas y nuestro honroso legado a las futuras.

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    Revista nº65

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