lunes, mayo 6, 2024
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    ESPECIAL NÚMERO 100

    Must go on the show?

    Hace unos días, en una reunión de amigas, escuché cómo una de ellas plañía por la ausencia de su marido, de quien se ha separado hace unos meses. El susodicho se ha enamorado de una señorita que luce una llamativa dentadura, llamativa no por bellas, sino por los celos que podría proporcionar a la mula francis. Y mi amiga, a quien la tristeza no ha cercenado el sentido del humor, entre risas, en lugar de entre lágrimas, exclamaba: “Y yo que había pensado operarme el pecho, porque pensé que me faltaban tetas…¡Y resulta que me faltaban dientes!…” Nos condujo primero a una carcajada generalizada, para llevarnos, después, a reflexionar y concluir que los hombres no dejan a las mujeres ni por tetas ni por dientes…, de la misma manera que las mujeres no dejan a los hombres por un mejor aparato reproductor. Dicen los tópicos que ellos las abandonan por otras más jóvenes y ellas a ellos por otros más ricos. Pero seguramente es la leyenda negra. Hombres y mujeres se alejan porque no se quieren. Y basta. Por eso, me ha llamado especialmente la atención un reciente programa televisivo, de esos que abducirán a todo el share posible, en el que entre los reclamos decía “mi marido no me dejará”, explicando las razones del cambio radical (así se llama también el espacio) de una de las mujeres que se ha sometido a cirugía estética y que lo exhibe ante un público. 

    España es, parece ser, el primer país europeo en operaciones de estética. Muy bien. Cada cual que haga con su vida, con su cara y con su cuerpo lo que le venga en gana. Es una maravilla que se pueda contar cada vez con más avances en pequeñas y grandes operaciones susceptibles de mejorar el aspecto de quien así lo desea. No estoy tan segura, empero, de que haya que mostrarlo ante millones de personas, salvo que se trate de un espacio de divulgación médica. No estoy tan segura de que haya que hacer de este tipo de actos que deberían ser privados (lo que no quiere decir ocultos) una fiesta pública televisiva. Pero sobre todo no hay que olvidar que los medios de comunicación somos responsables y capaces de perpetuar estereotipos o de contribuir a su erradicación. Por tanto, los medios deberíamos ser especialmente cuidadosos en la transmisión de mensajes en los que dé la impresión, vetusta en la opinión de algunos, de que el éxito personal, profesional o amoroso depende del aspecto físico. Y al hablar de los medios, me refiero a todos los medios, sin excepción de la televisión. No es un atenuante la necesidad de espectáculo del que hace gala precisamente el medio más masivo y por tanto el más susceptible de perjuicio o beneficio. Ninguno de sus programas debería utilizar las pasiones y las pulsiones humanas más profundas, de las que pocas veces podemos estar orgullosos, para procurar audiencia. Por eso me pregunto, parafraseando el espectáculo de Queen “The show must go on” (El espectáculo debe continuar), si efectivamente debe ser así, si el espectáculo debe continuar. Yo creo que, así, no.

    Los medios deberíamos ser especialmente cuidadosos en la transmisión de mensajes en los que dé la impresión, vetusta en la opinión de algunos, de que el éxito personal, profesional o amoroso depende del aspecto físico

    En este mismo sentido, al día siguiente de las preguntas de cien ciudadanos al presidente del Gobierno en TVE, me hacía cruces de que lo más destacado de aquellas dos horas de interrogatorio fuera la pregunta, o mejor dicho la respuesta, sobre el precio del café (por cierto, no se especificó si solo o con leche). Pocos comentarios sobre lo soporífero de las intervenciones de Zapatero. Pocos sobre la fórmula y cómo se había llevado a cabo, también como una especie de gran hermano, dado que habían tenido al personal reunido casi dos días, para que se conocieran entre ellos y perdieran miedo y vergüenzas. Pocos comentarios sobre lo encendido de la ciudadanía que allí se había reunido y que parecía coincidir en la protesta por su situación. Pocos o ninguno sobre el casting…, tan estadístico y tan políticamente correcto. La anécdota del café se había convertido en noticia; su protagonista, en estrella, tanto que no me extrañaría ver al ex profesor hoy vendedor de pisos en algún programa de gran audiencia y ciertas gotas rosas. 

    Comenté mis cuitas con un experto en comunicación televisiva y en preparación de políticos y famosos para intervenciones en 625 líneas. Tuvo una respuesta certera: “Es la televisión, querida. Todo lo convierte en espectáculo”.

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    Revista nº38

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