Veinte años es un período corto en la medición del tiempo histórico pero los hay que marcan la vida de un país, de un continente, de la humanidad. Con el año 2022 vencido podemos echar la vista atrás hasta alcanzar las últimas dos décadas, en coincidencia con el número 100 de la revista Registradores, mosaico grabado de ese tiempo apasionante, desgarrador, dramático, ilusionante… con acontecimientos, todos encadenados, que producen vértigo. Las calamidades parecen controladas, sin alharaca, pero el clima político fuertemente agitado pudiera afectar a las instituciones, cuya fortaleza ha sido puesta a prueba en estas dos décadas con un resultado más que satisfactorio.

La institucionalidad en España se ha mantenido firme estas décadas a pesar de vendavales y huracanes. El primer recordatorio del sufrimiento de este país es para las víctimas del terrorismo de ETA y el inesperado golpe de la violencia yihadista el fatídico 11 de marzo de 2004 que se llevó la vida de 193 ciudadanos y dejó dos millares de heridos. El atentado más brutal del terrorismo yihadista en Europa.

Antes, una crisis financiera cuyos síntomas emergieron en 2008 y golpeó sin piedad al orbe industrializado hasta 2012. En España la intensidad destructiva en la economía dejó inermes a millones de ciudadanos. Las bases del bienestar que creíamos garantizado se resquebrajaron; por el camino quedaron derechos y logros que aún no se han recuperado.

La institucionalidad en España se ha mantenido firme estas décadas a pesar de vendavales y huracanes

Esa crisis fue el caldo de cultivo del movimiento del 15-M, que ya se apreciaba por países vecinos con la denominación de “los indignados”. Esos jóvenes, pero también mayores, aparentemente no consiguieron arrancar cambios tangibles. Llevó su tiempo interpretarlo, pero si hubo frutos: Introdujeron en el debate público temas inéditos en las agendas políticas. El movimiento 15-M no modificó las estructuras pero movió el árbol del bipartidismo, PP y PSOE, y las nueces las recogieron nuevas fuerzas políticas: Podemos y Ciudadanos. A los dos partidos alternantes en el poder les salieron sendos competidores, que fueron tomando cuerpo en las elecciones europeas de 2014 y, después, con su fuerte representación en las Cortes Generales. A las fuerzas tradicionales se les movió el mundo bajo los pies: nuevos partidos con lenguaje y propuestas rompedoras. El país ya había dado muestras de entrar en convulsión cuando en junio de 2014 el rey Juan Carlos anuncia su abdicación en favor de su hijo Don Felipe. Episodio histórico donde los haya. El jefe del Estado de la transición de la dictadura a la democracia abandona el Palacio de la Zarzuela por razones de salud democrática, en un proceso conducido por el Gobierno y el primer partido de la oposición, del PP y el PSOE, respectivamente. La salvación de la monarquía constitucional y, por tanto, de la estabilidad del país, llevó a una acción coordinada de altísima responsabilidad institucional.

La siempre latente pulsión independentista en Cataluña en la Historia de España se tradujo en 2017 en un intento de secesión. Otro de los episodios de mayor gravedad de este período en el que por primera vez se utilizaron instrumentos constitucionales inéditos. La respuesta del Estado fue la intervención de la comunidad autónoma. El poder judicial actuó a la par y sentenció que hubo delito de sedición. Entre ese año y el albor de 2023 la normalidad ha estado ausente de la sociedad española. Una pandemia, la covid 19, paró el mundo.

Con la pandemia emergieron las debilidades del país, también sus fortalezas; entre ellas los servidores públicos y el civismo ciudadano. Lo peor había pasado en términos sanitarios y los destrozos económicos, por la detención de la vida laboral, no se habían reparado pero el manto protector tejido con medidas excepcionales se habían mitigado. Pero estalló la guerra. Rusia invadió Ucrania y la crisis energética se cernió sobre toda Europa.

Europa y las instituciones democráticas han sido diques y pilares ante crisis imprevisibles. Desde hace semanas hay razones fundadas para el desasosiego habida cuenta el choque entre poderes del Estado. La formidable respuesta a las crisis sobrevenidas no puede dar paso a otras por ausencia de lealtad institucional.

Anabel Díez