Afortunadamente, en la actualidad, el término “feminismo” no resulta ajeno al público general. En los últimos años, las masivas movilizaciones que se han producido con motivo del 8 de marzo han evidenciado que una buena parte de la población está cada vez más sensibilizada con las cuestiones de género.
Sin embargo, en muchos sectores de nuestra sociedad, se ha instalado la falsa creencia de que la igualdad real ha sido conquistada tiempo atrás, y que los mecanismos que un día perpetuaron la subalternidad femenina no se encuentran ya operativos. Lo más preocupante es que esta errada concepción de la realidad no se limita a las generaciones que crecieron educadas bajo profundos valores patriarcales, sino que muchos jóvenes se están posicionando junto a las fuerzas que proclaman el más absoluto antifeminismo, ya sea por temor a la desestructuración de un antiguo sistema de valores, o por las eficaces campañas de desprestigio del movimiento feminista que se extienden por las redes sociales.
Muchas de las formas que adopta la violencia patriarcal hoy en día son más sutiles que las que antaño nos sometían, y requieren de análisis profundos y exhaustivos de todos los planos de nuestras vidas, que en muchas ocasiones conllevan la tan manida acusación de que las feministas “son unas exageradas”. No olvidemos, sin embargo, que aquellos asuntos que un día preocuparon a las sufragistas o a los grupos que se manifestaban por el derecho al aborto y a los métodos anticonceptivos, o por el acceso a las esferas de poder, tampoco eran evidentes a los ojos de sus contemporáneos. Sólo mediante la organización, la argumentación sólida y el uso de estrategias de visibilización pública se logró convencer a buena parte de la sociedad de la necesidad de estos cambios. Así pues, siendo coherentes con nuestro pasado y nuestro presente, deberíamos mantenernos unidas y seguir luchando por lo que consideramos –o, mejor dicho, sabemos- justo.
No olvidemos tampoco que muchos problemas aparentemente superados siguen hoy vigentes alrededor del mundo, que las victorias no son siempre globales y que, si el feminismo no nos abraza a todas, no estaremos minando los pilares del sistema patriarcal
No olvidemos tampoco que muchos problemas aparentemente superados siguen hoy vigentes alrededor del mundo, que las victorias no son siempre globales y que, si el feminismo no nos abraza a todas, no estaremos minando los pilares del sistema patriarcal.
Celebremos nuestras victorias en un día como hoy y construyamos una historia en positivo. No reduzcamos nuestra batalla a la protesta contra las infinitas opresiones, y pongamos empeño en recuperar las voces de nuestras madres y abuelas, de todas las mujeres que a lo largo de la Historia cargaron con el silencioso peso de la responsabilidad sobre sus espaldas.
Pero no dejemos de enfocarnos en todos los asuntos que nos conciernen como feministas: la violencia machista dejó a 44 mujeres asesinadas y 30 menores huérfanos el pasado 2021 en nuestro país; la brecha salarial se ha incrementado con motivo de la pandemia; más de 12 millones de niñas son sometidas cada año a matrimonios forzados; se estima que más de 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo han sufrido mutilaciones genitales; la violencia sexual cotidiana (en nuestro país se producen unos 400.000 casos anuales, unos 100.000 a menores, y se estima que se detectan menos del 10%, según informes del Ministerio de Interior) o como arma de guerra; el techo de cristal; la feminización de la pobreza; la imposición de un canon de belleza inalcanzable y discriminatorio; la sexualización de nuestros cuerpos en los medios de comunicación; las asfixiantes imposiciones de los roles de género; la doble jornada laboral; la carga mental femenina; la mistificación de la maternidad; o el desamparo de quienes dedican su vida al cuidado de sus hijos y al trabajo del hogar, son asuntos que, entre tantos otros, afectan a millones de mujeres en todo el mundo.
Muchos de estos problemas se han agravado durante la pandemia del COVID-19 (cientos de víctimas de violencia de género quedaron encerradas día y noche junto a sus agresores; otras tantas tuvieron que compaginar el teletrabajo con el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos, consolidando así la doble jornada) coyuntura que, por otra parte, ha evidenciado que la humanidad en su conjunto depende de los cuidados, un ámbito tradicionalmente feminizado.
Si bien es cierto que los debates internos pueden resultar enriquecedores para el feminismo como movimiento, ahora, más que nunca, debemos construir alianzas, arroparnos las unas a las otras y seguir trabajando en las redes de apoyo mutuo, porque sólo con empatía y cuidados podremos construir un futuro más justo.
Sara Moro Carrera