“Hoy el derecho al voto de las mujeres constituye uno de los elementos definitorios del sistema democrático”
Una de sus primeras decisiones al llegar al CEPC fue la de crear un laboratorio de igualdad en el centro. ¿Cuál era su objetivo y qué balance hace de su puesta en marcha?
Entre los objetivos del CEPC se encuentran el de difundir la igualdad y, específicamente, la igualdad de mujeres y hombres. En este marco hemos creado el Laboratorio de Igualdad (Equality-Lab), un foro de reflexión académica con especialistas de muy diferentes áreas, con los que nos une el objetivo de promover y fomentar la producción científica en materia de igualdad. El Laboratorio ha acogido desde su creación muy diferentes iniciativas sobre igualdad bajo la forma de seminarios, encuentros y foros.
Junto al Laboratorio de Igualdad, el CEPC ha creado la Revista electrónica, IgualdadES (open access) que, con periodicidad semestral, pública trabajos científicos de indudable calidad científica, con igual objetivo.
El pasado mes de octubre se conmemoró el 90 aniversario de la aprobación del voto femenino en España. ¿Qué supuso el reconocimiento de este derecho en la igualdad entre mujeres y hombres?
Si bien fue la Constitución de 1931 la que reconoció el voto femenino, ello se debió a que en las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931, se reconoció a las mujeres la posibilidad de ser candidatas, bajo la ley electoral de 1890. Solo tres mujeres resultaron elegidas: Margarita Nelken, Clara Campoamor y Victoria Kent. Las dos últimas tuvieron un destacado protagonismo en el debate parlamentario sobre el voto de las mujeres. Fue Clara Campoamor la que consiguió este logro y su defensa parlamentaria del voto femenino ha pasado, por derecho propio, a la historia de un feminismo jurídico que otras muchas mujeres seguimos defendiendo un siglo después.
Hoy el derecho al voto de las mujeres constituye uno de los elementos definitorios del sistema democrático. El voto es, además, la vía para la consideración de la mujer como sujeto político y para su presencia en todos los ámbitos de la sociedad.
Usted se ha mostrado partidaria de la integración del lenguaje inclusivo en una futura reforma de la Constitución. Como jurista y catedrática en Derecho Constitucional, ¿cómo cree que repercute esta medida en la lucha por reducir las desigualdades?
Tanto la Constitución como mayoritariamente la legislación y todo tipo de documentos están redactados siguiendo el criterio del denominado masculino como género no marcado. Aunque no faltan opiniones críticas, me atrevo a asegurar que el objetivo de establecer un lenguaje no sexista, respetuoso con las normas gramaticales, no solo se mantendrá, sino que cobrará progresiva fuerza hasta implantarse plenamente. Cada vez más mujeres se unen a las que ya consideramos que el uso del masculino no nos alude, ni en nuestra vida personal ni profesional.
El CEPC ha editado una Guía para el uso de un lenguaje inclusivo con la que hemos cumplido el compromiso de impulsar, con respeto a las normas gramaticales, la práctica de un lenguaje más inclusivo y por ello más democrático. Esperamos con ello contribuir a cambiar los usos lingüísticos que invisibilizan a la mujer y pueden llegar a generar formas, directas e indirectas, de discriminación.
«El objetivo de establecer un lenguaje no sexista, respetuoso con las normas gramaticales, no solo se mantendrá, sino que cobrará progresiva fuerza hasta implantarse plenamente»
Aunque en las últimas décadas se ha ido produciendo una progresiva integración de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad, ¿qué faltaría a su juicio por hacer para conseguir una igualdad efectiva?
La lucha de las mujeres por sus derechos ha sido larga, difícil y no ha concluido. Los logros son, sin embargo, innegables y deben alentarnos a seguir promoviendo y defendiendo esta igualdad en todos los ámbitos de la sociedad. Las mujeres, titulares ya formalmente de los mismos derechos que los hombres, han percibido que el reconocimiento de los derechos no basta, porque también el Derecho y los derechos están construidos por y para los hombres.
Por tanto, la remoción de los obstáculos y la eliminación de los estereotipos y costumbres que todavía lastran la incorporación y pleno desenvolvimiento de la mujer en la sociedad, deben ser igualmente superados para alcanzar una auténtica igualdad real y efectiva de mujeres y hombres.