La tensión entre los tres poderes del Estado es una realidad intrínseca a los mismos, nada ajena a los países democráticos. España no es una excepción. En distintas etapas desde la recuperación de la democracia, con las elecciones constituyentes de 1977, ha habido desencuentros notables, algunos de una entidad relevante, como quizá los que se viven actualmente.

Resulta oportuna la cita del rey Felipe VI a Jean Monnet, uno de los padres de la idea y creación de Europa: “Los hombres pasan, pero las instituciones quedan; nada se puede hacer sin las personas, pero nada subsiste sin las instituciones”. El jefe del Estado incluyó este imprescindible recordatorio en el acto de entrega del premio Gumersindo de Azcárate que concede anualmente el Colegio de Registradores. El Poder Judicial fue esta vez el galardonado.

La presencia del rey, como valedor de la distinción, excede por completo lo protocolario y adquiere una gran relevancia. La institucionalidad se cumplió en todo momento. El rey aunó criterios; la presidenta el Consejo General del Poder Judicial, y del Tribunal Supremo, Isabel Perelló, receptora de la distinción, pronunció el discurso que le es propio al órgano de gobierno de los jueces, con una rotunda defensa de la independencia de los jueces. El ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, defendió la necesidad de implementar reformas en el ámbito de la justicia para su adecuación a las necesidades actuales.

Cada cual, discurrió por su carril, ante la atenta escucha de numerosos jueces, magistrados, fiscales, presidente del Tribunal Constitucional, y representantes del poder legislativo. La naturaleza de los discursos reflejaron la dialéctica de los poderes del Estado. El Poder Judicial se ve como “contrapeso” a los otros poderes del Estado, resaltó la presidenta del Consejo General del Poder Judicial. Así es, contrapeso pero en equilibrio con ellos. Ningún poder del Estado debería estar por encima del otro para el buen funcionamiento del Estado de Derecho. El empeño de cada uno de ellos por defender su función es constante y está justificado. El reto de los tres poderes debe estar en evitar la colisión.

La institucionalidad se cuidó y se consiguió, al margen de diferencias expuestas con naturalidad y libertad. Las características intelectuales, formativas y personales de quien da nombre a los premios, Gumersindo de Azcárate, coadyuvaron a que el mensaje del rey, y el sentido profundo del premio, enmarcaran la defensa del Estado y sus poderes, sean cuales sean las circunstancias de sus relaciones en cada momento

“Solo aquellos Estados en los que la división de poderes está plenamente garantizada son verdaderos Estados de Derecho”, apuntó la presidenta del Consejo General del Poder Judicial. Nada de lo que apruebe el poder ejecutivo, y refrende el legislativo en materia de justicia le es ajeno No se puede objetar.

El gobierno, por su parte, se halla inmerso en actuaciones que afectan de lleno al funcionamiento de la justicia. Reformas para mejorar su funcionamiento, defendió el titular de esa cartera, en este acto de relevancia sobresaliente. Sí reconoció que habrá cambios en las “estructuras”, pero añadió la conservación de “lo esencial”. El afán por infundir tranquilidad y normalidad sobresalió en los discursos de los representantes de los poderes judicial y ejecutivo. Eso ya es un valor en sí mismo.

La institucionalidad se cuidó y se consiguió, al margen de diferencias expuestas con naturalidad y libertad. Las características intelectuales, formativas y personales de quien da nombre a los premios, Gumersindo de Azcárate, coadyuvaron a que el mensaje del rey, y el sentido profundo del premio, enmarcaran la defensa del Estado y sus poderes, sean cuales sean las circunstancias de sus relaciones en cada momento.

De Azcárate, intelectual de últimos del XIX y principios del XX, con la modernidad como principio, glosó lo siguiente el que fuera presidente de la Institución Libre de Enseñanza, José García Velasco: “Para él, tolerancia significaba no renunciar a tus ideas y establecer un espacio común basado en el respeto escrupuloso por las leyes. Un espacio mutuamente acordado”. Parafraseó el monarca.

Junto al equilibrio de los poderes, cabe resaltar que los protagonistas del premio son los 5.000 jueces que cada día imparten justicia en España. De ese recordatorio esencial se encargó la decana del colegio de Registradores, María Emilia Adán, lo proclamó y lo resaltó. “A todos ellos va dirigido el reconocimiento”, por su gran responsabilidad de garantizar la libertad y la justicia. “No nos vais a defraudar”. Esta certeza fue el broche de la decana de los registradores.

Anabel Díez