“Cuando me subo a un escenario siento lo mismo que la primera vez: mucha ilusión y mucha felicidad”


Su optimismo natural y la gracia heredada de su abuela le han convertido en uno de los cómicos más queridos del país. Y es que Santi Rodríguez es experto en transformar las situaciones más cotidianas en un chiste. A pesar de haber estado al borde de la muerte hace casi dos años, su humor sigue intacto y ha convertido su infarto en un nuevo espectáculo donde demuestra a todos cómo quiere disfrutar de esta segunda oportunidad que le ha dado la vida.


¿Qué es Infarto?

Es el resultado de lo que me ocurrió hace casi dos años, un 27 de julio de 2017, curiosamente el día de mi cumpleaños. Sufrí un infarto raro, en el brazo, y corrí el riesgo de irme al otro mundo. Manu Sánchez (el humorista) me sugirió que escribiera todo lo que me había pasado para después contarlo sobre un escenario. Y creo que hacerlo ha sido la mejor manera de superarlo. De hecho, empiezo la función en el cielo, pidiéndole al mismísimo Dios que me dé una segunda oportunidad en la vida. Y parece que a la gente le gusta.

¿Fue su terapia sanadora?

Yo creo que en la vida todo tiene un lado bueno y otro malo, y siempre intento buscar lo positivo en las cosas y sacarle punta a la vida con humor. Creo que toda experiencia tiene una versión más amable, aunque nos cueste encontrarla.

¿Hay que ser de una madera especial para ser tan optimista?

Es como todo en la vida: hay que entrenarse y, poco a poco, ir acostumbrándose a ver las cosas desde una óptica más positiva, hasta que ver el lado bueno (o menos malo) de las cosas se convierta en algo automático en ti.

Puede que todos podamos entrenarnos para ser más optimistas, pero hacer humor en las situaciones más difíciles sólo es privilegio de unos pocos…

Bueno, yo tengo esa manera de ser, me sale solo. Creo que es la herencia de mi abuela, que tiene mucha gracia.

En el subtítulo de la función aconseja no ir hacia la luz, ¿usted vio esa luz al final del túnel?

No, yo tuve un preámbulo muy cutre. A mí me debieron desviar, porque no había túnel y la luz debía estar apagada por los recortes. Y tampoco vi la película de mi vida, ni siquiera me pasaron un tráiler.

“Yo creo que en la vida todo tiene un lado bueno y otro malo, y siempre intento buscar lo positivo en las cosas”

Aunque no haya visto esa película de su vida, la experiencia ¿le ha cambiado de algún modo?

Reconozco que me he vuelto más consciente de que la vida se pasa en un momento, y ahora la aprovecho mejor. Procuro disfrutar más de los buenos momentos, cuidarme, pasar más tiempo con los míos, e intento no gastar mis energías en cosas que no tienen importancia. 

¿De qué se siente más orgulloso?

De todo lo que puedo hacer por los demás gracias a mi profesión. Llevo diez años organizando un festival solidario en beneficio de las personas con síndrome de Down y me hace muy feliz.

¿Y qué le hace reír?

Si hablamos en sentido figurado, me causa ‘risa’ (entre comillas) la poca vergüenza que tienen muchos políticos. No me creo nada de lo que dicen.

¿Cree que se puede hacer humor de todo?

Creo que cada uno es libre de hacer humor de lo que le apetezca, y el público debe elegir verlo o no, pero no censurar lo que no le gusta. Hoy en día, cada vez se estrechan más los límites en los que los humoristas nos podemos mover, porque la gente se ofende por más cosas. Y eso es muy triste. 

¿Usted ha tenido que autocensurarse por miedo a las críticas?

Confieso que hay temas en los que prefiero no meterme, y aún así siempre hay quien se siente ofendido por lo que digo. Pero llega un punto en el que tienes que pasar o cambiar de profesión, y a mi edad no es plan de elegir la segunda opción…

“Estudié Derechoaunque entonces ya intuía que lo mío no iba a ir por el mundo de la abogacía. Yo me ponía a contar chistes y la gente lo pasaba bien”

Esa crispación, ¿es cosa de las redes sociales o de que cada vez somos más intolerantes?

Las redes sociales son maravillosas, pero también muy perjudiciales, depende de cómo las uses. Y hay gente que las emplea como herramienta o altavoz para desahogarse y soltar burradas sin ningún tipo de argumento ni razón.

¿Cuándo supo que quería dedicarse al humor?

Estudié Derecho, aunque entonces ya intuía que lo mío no iba a ir por el mundo de la abogacía. Yo me ponía a contar chistes y la gente lo pasaba bien, y era una sensación maravillosa. Y esa idea cada vez fue tomando más fuerza en mí, hasta que se materializó en lo que hoy es mi profesión.

¿Recuerda la primera vez que pisó un escenario?

Fue un miércoles 13 de noviembre de 1995, en un café, y fue fatal, porque no había nadie. Actué sólo para dos personas. Pero pensé que a peor no podía ir, así que, seguí adelante.

¿Y cómo se convierte uno en un buen humorista?

Trabajando, trabajando y trabajando. Siendo muy constante y humilde.

Con el bagaje que lleva a sus espaldas, ¿sigue ilusionándole estar frente al público?

Cuando me subo a un escenario, siento lo mismo que la primera vez: mucha ilusión y mucha felicidad. Es con lo que más disfruto. Y el mejor regalo que me pueden hacer es un aplauso.

¿Cuál diría que es el mejor consejo que le han dado en la vida?

Quizá sea uno que me dio mi abuela hace muchos años, que decía: “cuida de la gente que veas subiendo, porque te la vas a encontrar bajando”. Y eso intento.

Ahora que se toma la vida con más calma, ¿ha despejado un poco su agenda de eventos?

Los fines de semana tengo la agenda llena de actuaciones, pero de lunes a viernes estoy en casa, con la familia y descansando. Ahora mismo, no necesito ni quiero nada más, salvo que me ofrezcan un proyecto muy bueno y atractivo. Lo que necesito es tiempo para mí y los míos. 

Antes del infarto, me pasaba todo el tiempo trabajando, pero mi orden de prioridades ha cambiado. Mi planazo, hoy por hoy, es leer, escuchar música y estar en casa tranquilo. De hecho, si pudiera echar marcha atrás en el tiempo, a cuando mis hijas eran pequeñas, seguro que les dedicaría más tiempo.


Un santo con bigote

Foto: Cuco Cuervo

Su inconfudible bigote no sólo forma parte de su personalidad (sólo le hemos visto sin él concursando en la tercera edición de Tu cara me suena), sino que en esta función le sirve de argumento para convencer al mismísimo Dios de que le devuelva a la tierra.

En Infarto ¡No vayas a la luz!, Santi Rodríguez recrea con humor la experiencia personal que le mantuvo casi un mes en el hospital. 

Vestido con el típico camisoncito del paciente hospitalario, el cómico hace chistes con su coma, con la comida que le ofrecían como paciente, y hasta se atreve a mantener un ‘tú a tú’ con el Altísimo.

Reírse de lo ocurrido y sacarle “el lado más simpático” a su infarto en la arteria esplénica es, a su juicio, “la mejor manera de superarlo”. Y el mejor regalo es saber que el público se divierte con ello.


Humor solidario

De profesión “humorista”, este malagueño afincado en Jaén se dio a conocer como El Frutero de 7 vidas. Después ha participado en otras series, como La tira o Gym Tony; ha hecho varias películas; y hasta ha prestado su singular forma de hablar a Chum, uno de los tiburones de Nemo, la cinta animada de Disney.

En las tablas, formó parte del exitoso montaje 5Hombres.com y resucitó a Sosia, el personaje creado por Plauto y precursor del bufón en la literatura posterior.

Hasta hace unos meses ha seguido despertando carcajadas en el público con su monólogo Como en la casa de uno… en ningún sitio. Y ahora Infarto ¡No vayas a la luz! toma el relevo en su agenda de los fines de semana. El resto del tiempo lo dedica a su familia y a descansar, pues sus priodridades han cambiado.

Eso sí, siempre tiene tiempo para la Asociación Síndrome de Down de Jaén, para la que desde hace años organiza una gala benéfica de humor con el objetivo de recaudar fondos.

Fotos: David Marcos

Gema Fernández González