En este número conmemorativo del 40 Aniversario de la Constitución, la portada es una creación de Eduardo Arroyo, pintor, escritor, escultor y artista total y genial recientemente fallecido, cuya vida y obra representa el reencuentro entre españoles y la democracia y la libertad que la Constitución consagra y defiende. Arroyo nacido en 1937 en Madrid se exilia de España en 1958 y en Paris, Milán y Roma se dedica a la pintura y la escritura mientras se integra en las vanguardias artísticas y participa activamente en el debate político y social. No llegó a militar en el Partido Comunista de España porque -como contaba riendo- cuando llamó a su amigo Jorge Semprún para manifestarle su voluntad de afiliarse, este le dijo: “¡pero si nos acaban de echar, a mí y a Fernando Claudín!”
Regresó a la España en libertad que soñó y ayudó a construir con iniciativas como la Bienal de Venecia de 1976, en cuya organización tuvo un destacado papel consiguiendo la participación de los más destacados artistas españoles del interior y del exilio,como se recuerda en una exposición que se inaugura próximamente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Escribió Panamá Al Brown, Minuta para un testamento, El trío calaveras, Bambalinas, etc., ilustró la Biblia y el Ulises de Joyce, diseñó escenografías de ópera y de su ingente obra pictórica traemos a estas páginas El caballero español de la colección del Centro Pompidou de París, el Vestido bajando una escalera del valenciano IVAM, contestación satírica al Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp, y el Robinson Crusoe, autorretrato que pertenece al museo de Lausana.
Humor, creatividad, ironía, lirismo, crítica política, literatura, alegría de vivir… La vida era una fiesta cuando coincidías con Eduardo y con Isabel su musa y compañera, sobrina nieta de Gumersindo de Azcárate, dato relevante en una publicación de los registradores. Artista excepcional e intelectual chispeante y al mismo tiempo amante del boxeo, los toros y el fútbol, con devoción por el Real Madrid y el Museo del Prado.
Fernando Savater escribió sobre Eduardo Arroyo: “Artista de su vida y de la amistad, tanto como de la pintura: era original de gesto y palabra sin necesidad de proponérselo. Disfrutaba viviendo y hacía disfrutar a quienes le trataban: no tenía ese espíritu de la pesadez que fastidia a veces en buenos creadores”.
El primer libro que leyó fue el Robinson Crusoe y con ese mismo ejemplar reposa en Robles de Laciana. “Robinson Crusoe marcó mi vida de forma definitiva y me indicó tanto el buen como el mal camino. El bueno: la delicia de estar solo. El malo: el no estar acompañado”.
La vida de Eduardo Arroyo encarna la reconciliación entre los españoles y el amor a la libertad cuyo reflejo normativo y fundamento legal está en la Constitución de 1978. Por eso el título “La Constitución c’est moi”, irónico, polémico, excesivo, bienhumorado, provocador y un punto afrancesado, que pretende ser tanto un homenaje a la Constitución como a un español genial.
Antonio Tornel