Repite constantemente, quizá la más brillante exministra de Asuntos Exteriores del Gobierno español Ana de Palacio, que “la próxima guerra será la guerra por el agua”. Y no cabe duda de que así será: los recursos naturales han sido desde que el hombre apareció en la faz de la tierra la principal fuente de enfrentamientos. Las guerras siempre han sido por el control del territorio y sus recursos naturales.
Y la de Ucrania no es diferente. El “granero de Europa” es la excusa de Rusia, esta vez, para ejercer su fuerza sobre Ucrania. Sobrevolando la invasión, la ideología comunista del SXXI, esa que ha evolucionado hacia la supremacía de unos pocos ultra-ricos “oligarcas y militares” al calor de un régimen autoritario presidido por un autócrata. El hecho de que Putin además, asiente su fortaleza sobre una de las mayores reservas mundiales de carbón, oro, petróleo o gas, hace aún más complicado el enfrentamiento. El hecho de que las políticas de apaciguamiento de Merkel durante una década y media han tenido la peor de las consecuencias, es una realidad. “Con los malos no se negocia”, diría alguno, pero claro “es complicado enfrentarse a los malos”.
Los recursos naturales han sido desde que el hombre apareció en la faz de la tierra la principal fuente de enfrentamientos. Las guerras siempre han sido por el control del territorio y sus recursos naturales
El resultado se llama caos energético y posible hambruna en las zonas más desfavorecidas del globo. La Unión Europea ha tenido la genial idea de explicar al mundo -el mundo que escucha- que el petróleo y el gas son malos, feos y asesinos del medio ambiente, y que vamos a vivir sin ellos. El pequeño detalle de explicar el coste de la Transición Energética se les olvidó. Las clases medias estaban con los pelos como escarpias cuando empezaron a notar en sus facturas el coste de la broma de la Transición Energética en diez años (2020-2030). El mundo de unicornios se rompió en mil pedazos, cuando la otra parte del planeta escuchó y actuó. Y con toda la razón, si decides explicarme que vas a vivir sin los recursos que son la fuente del 99% de mis ingresos “te vas a enterar”, pensaron Argelia, Qatar, China, Venezuela, Irán, Iraq, Rusia… Y “si además de no comprarme gas y petróleo, pretendes imponerme tu sistema de vida porque a mí me piensas empobrecer, pues ataco antes”, debió pensar Putin.
E voilá, todo acto tiene consecuencias. La invasión de Rusia de Ucrania tiene tres inminentes: la sociedad occidental ya sabe que la Transición Energética será en 20 o 30 años, de lo contrario asaltarán los extraordinarios sueldos de los euroburócratas, que cada día se parecen más a los malos de “Juegos del hambre”. En segundo lugar sabemos que Rusia ha decidido imponerse por la fuerza y es capaz de todo para conseguir alcanzar sus intereses, ¿lo será la OTAN? La tercera tiene que ver con las consecuencias inmediatas: inflación y empobrecimiento de la población, y de no arreglarse lo del grano ucraniano hambrunas y más conflicto. Urge que los políticos y los euro-burócratas se caigan del guindo antes de que la población europea se enfade aún más. Están abonando el peor de los populismos, y los culpables son ellos y sus políticas.
Pilar García de la Granja