jueves, noviembre 21, 2024
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    ESPECIAL NÚMERO 100

    Una cuestión estética

    Últimamente están pasando muchas cosas. En la vida política del país, esta legislatura ha visto cómo los partidos tradicionales (al menos por sí solos) no están siendo capaces de dar respuesta a las demandas de la gente -en su propio lenguaje: votantes-. Han surgido nuevas fuerzas políticas, algo que, en sí mismo, ya es una noticia. Tan sólo un par de años antes nadie había sido capaz de predecir este cambio sustancial en la historia política de nuestro país. Los periódicos, los informativos de televisión y radio están volcando toda su energía en informar acerca de este momento histórico. En las tertulias se discute acerca de si estamos o no ante una “segunda transición política”. Los ciudadanos de nuestro país han vivido algo insólito: la repetición de unas segundas elecciones generales, después de cuatro meses (¡cuatro meses!) de dimes y diretes y tiras y aflojas entre los partidos (los nuevos y los viejos), incapaces de ponerse de acuerdo para investir presidente Parece que nadie a estas alturas discutirá que estamos haciendo historia, sin connotaciones. “Haciendo historia”.

    Pero está pasando mucho más. No es casualidad que ni los modos de contar noticias, ni el propio discurso de los candidatos, ni los formatos de los programas de televisión, ni la celebración de debates electorales… nada se asemeja al mundo conocido. Parecería una suerte de hilo transparente, casi invisible, capaz de tejer un nuevo paradigma o, sencillamente, una nueva “manera de hacer las cosas”. Eso que entre todos hemos llamado “un nuevo tiempo”.

    Un tiempo nuevo en el que nada se parece a lo anterior. A la aparición de nuevos partidos políticos hay que sumar la irrupción, con mucha fuerza, de nuevos canales de televisión, que ponen en cuestión -como nunca antes había ocurrido- el liderazgo en las audiencias de los grandes canales generalistas. Ha surgido todo un movimiento paralelo, que escapa al radar de las mediciones de audiencias tradicionales y -por esa misma razón- al interés de publicistas poco atentos y jefes de campaña desinteresados en “esas cosas de gafapastas”. Esos nuevos liderazgos son youtubers y prescriptores surgidos en las redes sociales. Modelos nuevos que no disputan la posición de preeminencia de los otros líderes de opinión porque directamente “juegan en otra liga”. Sus opiniones, sus modos de ver la realidad, sus comportamientos compartidos en videos consumidos por millones de jóvenes, no se pueden ver en la tele. 

    A las elecciones generales del 26-J se han incorporado 250.000 nuevos votantes. Chicos y chicas jóvenes, con modos de ver y entender la realidad diferentes a las de sus padres, por muchas razones. Entre otras, porque tienen modelos, referentes culturales distintos. Las diferencias intergeneracionales han existido siempre. Ahora padres e hijos no sólo no ven los mismos programas en la tele (como nos ha ocurrido a todos), ahora ni si quiera consumen contenidos audiovisuales en el mismo “aparato”. Los hijos no saben quién es Matías Prats (y mira que es difícil) y los padres no saben quién es El Rubius (uno de los youtubers con más éxito en nuestro país). Esa es la brecha.

    En este mundo audiovisual, en el que una foto o un video con capacidad para generar interés, compartido a través de un GIF en Twitter, o con efecto slowmotion en Instagram o con una máscara graciosa de Snapchat, vale más que mil palabras, en este mundo, en el que cualquier razonamiento que no quepa en 140 caracteres no existe, cobra especial importancia el valor de lo estético. Un líder de opinión que se muestra cercano, gracioso y humilde a través de cualquiera de las redes sociales o que, incluso, sabe trasladar los nuevos códigos de comunicación que funcionan en las redes a los medios tradicionales, capta mucha más atención que quien sigue manejándose con discursos tradicionales. Y ahí, la comunicación no verbal es la reina porque no ocupa tiempo (del discurso verbal) ni consume uno solo de los 140 caracteres, límite a partir del cual -en este nuevo tiempo- empezamos a ser aburridos.. Los candidatos ofrecen información adicional mientras -en el discurso verbal- pueden seguir prometiendo cosas. Por eso no es un asunto trivial, aunque lo parezca, que este o el otro candidato lleve o no lleve corbata, o que la lleve con el nudo flojo, o que decida ponerse pajarita. No es un asunto trivial que un candidato lleve un pin republicano, que otro luzca una pulserita con la bandera de España, o que uno lleve el pelo largo y vaqueros y otro camisa blanca y chinos.

    Es una cuestión estética, sí, pero es además la metáfora de un cambio mucho más profundo que va desde una transformación en la estructura de los medios de comunicación hasta la forma misma de comunicar, de los formatos a los contenidos. Un cambio político, un cambio estético y quién sabe si también un cambio en la forma de pensar.

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    Revista nº76

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