Al Gobierno del PP en general y a Mariano Rajoy en particular no han dejado de reprocharle el incumplimiento de una de sus medidas estrella: la rebaja de impuestos. Pero, nadie o casi nadie habla de otro incumplimiento mucho más flagrante que de haberse llevado a cabo a partir de 2012, habría cambiado la vida de millones de españoles de forma incluso más crucial de lo que lo hace el pagar más o menos a Hacienda, como es la racionalización de los horarios. Es curioso comprobar cómo en España antes incluso de debatir cómo hacer más eficientes las jornadas de trabajo, comenzó a hablarse de la conciliación de la vida personal y laboral. Es decir, que quiso iniciarse la casa por el tejado. Pues bien, al haber incluido este objetivo, el de racionalizar los horarios, en el acuerdo suscrito por PP y Ciudadanos, el debate no solo ha vuelto a reabrirse, sino que parece que esta vez va en serio; o eso esperamos aquellos que pensamos que otra forma de trabajar sí es posible.
Se mida como se mida, en todas las estadísticas sobre cuántas horas trabajan los europeos al año, los españoles solemos salir mal parados. No solo porque pertenecemos al pelotón de los que más tiempo dedicamos a nuestra profesión, sino porque al evaluar el desempeño, tampoco destacamos por ser de los más eficientes. Es decir, que trabajamos mucho y, encima, no nos luce. Y, aunque no se trata de cuestionar esas estadísticas que miden la productividad, lo cierto es que en términos agregados, con dos millones largos menos de gente trabajando, en la actualidad el conjunto de los ocupados españoles produce ya prácticamente la misma riqueza (PIB) que antes de la crisis. Esto significa que sí se ha avanzado, y de qué manera, en términos de productividad de forma agregada.
¿Cuántos de ustedes después de una larga jornada han tenido que asistir atónitos a una reunión a las cinco de la tarde de la que desgraciadamente salen preguntándose qué ha cambiado ese encuentro que era “inaplazable”, según el jefe?
Sin embargo, todavía hay mucho que hacer y sorprende que sea la ministra de Empleo, Fátima Báñez, quien invite a empresas y organizaciones sindicales a buscar los consensos necesarios para intentar que la jornada laboral no se prolongue más allá de las seis de la tarde cuando ella como ministra del ramo puede hacer mucho y servir de ejemplo. Y como ella, todos los miembros del Ejecutivo, así como diputados y senadores. Un primer paso sería no convocar reuniones más allá de las cuatro de la tarde. De hecho, algunos departamentos ya procuran hacerlo y otros parecen ir contracorriente sin una justificación clara. Mientras es habitual que las conferencias sectoriales de Educación o Vivienda se celebren por la mañana, jamás un Consejo de Política Fiscal y Financiera se ha reunido antes de la comida y la razón que esgrime Hacienda es que “los consejeros tienen que viajar”. También tienen que hacerlo los del resto de áreas y eso no impide que se reúnan en Madrid por la mañana. ¿Cómo se explica? Es evidente que parece una cuestión de voluntad. O es que ¿alguien entiende que después de 10 meses en funciones y ser investido presidente un sábado, Mariano Rajoy anunciara el nombre de sus ministros el jueves siguiente a las siete de la tarde? Y esto que sucede en la Administración es perfectamente trasladable al ámbito de la empresa privada.
¿Cuántos de ustedes después de una larga jornada han tenido que asistir atónitos a una reunión a las cinco de la tarde de la que desgraciadamente salen preguntándose qué ha cambiado ese encuentro que era “inaplazable”, según el jefe? Y así cientos de ejemplos que es mejor no enumerar para soliviantarse lo justo. Es cierto que trabajar hasta las seis es impensable que se aplique por decreto ni que llegue a todos los sectores, pero si todos los eslabones de la cadena ponen de su parte, se podría avanzar bastante. Imaginen un mundo en el que las jornadas de padres e hijos son similares y no son necesarias actividades extraescolares cuyo único fin es coordinar los horarios de ambos. O piensen, por un momento, las tareas que podrían realizarse adelantando la salida del trabajo dos o tres horas. Más formación, más idiomas, la eterna asignatura pendiente, más deporte, mucho más ser y menos estar; en definitiva, más y mejor vida.