Más tecnología, más humanidad

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Si hablamos de nuevas tecnologías, es posible que alcancemos un rápido consenso sobre su definición. Pero si hablamos de humanismo, es más que probable que las versiones varíen notablemente. La RAE se ha encargado de acotar esta definición en cinco acepciones que abarcan desde el conocimiento de las letras humanas, hasta el movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina como medio de restaurar los valores humanos, o el interés por los estudios filológicos y clásicos. Pero es su cuarta acepción la que despierta un mayor interés desde el punto de vista del impacto de las nuevas tecnologías: “Doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos”. Por lo tanto, a efectos del debate sobre el impacto de las nuevas tecnologías, podríamos concluir que la gran pregunta es si ese desarrollo está ayudando al logro y defensa de los valores humanos. Y creo que son muchos más los factores que permiten una visión optimista del desarrollo tecnológico que los que puedan anticipar una visión pesimista.

El ser humano no ha dejado de abordar desarrollos tecnológicos a lo largo de su existencia. Pero, posiblemente, los más parecidos a los retos actuales sean los vividos desde la llegada de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo.

No faltaron voces entonces que alertaron de todo tipo de males. Desde la súper población del planeta y el agotamiento de los recursos naturales, hasta la generación de un paro masivo por las máquinas.

Y lo cierto es que, tras multiplicar por siete la población mundial en dos siglos y disparar el papel de las máquinas, nunca jamás se ha disfrutado de una mayor esperanza de vida y de una menor pobreza. Tan obvio es este avance, que los propios detractores del capitalismo han tenido que transformar sus indicadores con el propósito de poder seguir criticando el avance social conseguido: han pasado de hablar de pobreza absoluta a referirse únicamente a la pobreza relativa (ratio que mide el grado de igualdad en la sociedad y no la capacidad subsistir y evitar la pobreza extrema).

Uno de los informes del Banco Mundial elaborados en plena crisis subprime dejaron constancia de esta evidencia incluso en los peores momentos. Así, entre 1980 y 2010 la tasa de pobreza extrema, según los diferentes umbrales de referencia (ingresos de 2 dólares ó 1,25 dólares al día) no había dejado de descender.

El ser humano no ha dejado de abordar desarrollos tecnológicos a lo largo de su existencia. Pero, posiblemente, los más parecidos a los retos actuales sean los vividos desde la llegada de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo

Las estimaciones del Banco Mundial eran contundentes. Si en 1981 el 52% de la población mundial vivía bajo el umbral de la pobreza, tras veinte años de desarrollo capitalista y tecnológico, ese porcentaje se había visto reducido hasta el 22%.

Y las nuevas tecnologías no hacen sino aumentar la globalización, la interdependencia económica mundial, las relaciones sociales multinacionales y el desarrollo de una economía de mercado por el simple hecho de que ya es imposible plantear a ningún consumidor que no compre un producto de cualquier rincón del mundo de forma on line.

Rainer Zitelmann señalaba recientemente que antes del desarrollo del capitalismo, la mayor parte de la población mundial vivía en la más extrema pobreza. «Sin embargo, el porcentaje de personas en esa situación ha caído del 90 al 10 por ciento durante los últimos doscientos años. Lo más notable de este desarrollo es que, desde el fin del comunismo en China y otros países, la pobreza ha disminuido más rápido que en cualquier otro período de la historia de la humanidad. Es un cambio muy significativo, que se ha dado en unas pocas décadas”, añadía el pensador.

La nuevas tecnologías son la prolongación natural de esta expansión. Un desarrollo que permitirá un mejor nivel de vida y una mayor productividad. Y esos factores nunca han dejado de repercutir en la mejora de las condiciones de vida. En el desarrollo de nuestra parte más humana.

 

Carlos Cuesta