Ha caído en el olvido, pero uno de los días más importantes para España desde su adhesión a la Unión Europea en 1986 fue el 27 de julio de 2016. Lo que ocurrió queda escrito en el acta de la reunión interna de la Comisión Europea de ese día D y refleja que España corrió serio riesgo junto a Portugal de estrenar la primera multa de la historia de Bruselas por saltarse a la torera las reglas del euro. Era un bochorno internacional y un golpe financiero. El vicepresidente de la Comisión Europea responsable del euro, Valdis Dombrovskis, tomó con dureza la palabra y constató con cifras que el Gobierno de Mariano Rajoy no había tomado medidas efectivas para combatir el déficit y que todo lo fiaba al efecto del crecimiento económico sin emprender los necesarios ajustes estructurales. No le contuvo que Rajoy fuera del Partido Popular Europeo como él mismo y defendió multar a España por estar en juego «la credibilidad de las instituciones europeas».
Tomó la palabra el comisario socialista francés Pierre Moscovici y salió en defensa no sólo del gobierno socialdemócrata portugués, sino del español de Rajoy. Moscovici sostuvo que bastaba con la amonestación política y no que no había que ir más lejos. Entre otros argumentos recordó que en la península ibérica no había prendido afortunadamente el fuego eurófobo o euroescéptico extendido en Francia, Reino Unido y entonces aún incipientemente en Italia y que había que evitar mano dura con los europeístas. «Si se impone una multa financiera, incluso simbólica, mi temor es que los ciudadanos españoles y portugueses interpreten este mensaje como una crítica por no haber hecho suficientes esfuerzos en la crisis cuando la UE ha tenido un papel importante en definir qué esfuerzo debían hacer». «Existe el riesgo de que esto suponga una pérdida de apoyo en estos estados miembros al proyecto europeo», remachó Moscovici. El presidente de la Comisión y miembro del Partido Popular Europeo, Jean Claude Juncker, fue de la misma opinión y se perdonó la multa a España y Portugal. Rajoy había trabajado en los días previos precisamente ese argumento para lograr clemencia.
Tres años después, el resultado de las elecciones europeas en España reflejan que el compromiso de los ciudadanos españoles con el proyecto europeo no sólo no decae, sino que aumenta. La suma de votos del PSOE, Partido Popular y Ciudadanos, los tres partidos que dicen respetar las reglas del euro y no cuestionan ninguno los ángulos claves del proyecto europeo, ha pasado del 52% en 2014 (58% si se considera a Cs sucesor de UpyD) al 65% en 2019. Es el trío de fuerzas políticas que los inversores han considerado hasta ahora la garantía de estabilidad en España y siempre que sumen mayoría aplastante en Las Cortes tienen un efecto amortiguador en la prima de riesgo y otorgan a España un peso asegurado en la convulsa UE. El europeísmo de los ciudadanos es un seguro internacional para España no sólo en términos de confianza de los inversores extranjeros, sino de influencia en Bruselas. Es fundamental para tejer alianzas ante desafíos como el secesionismo catalán.
Es también reseñable como el PSOE ha ganado las elecciones europeas con un discurso sobre la UE más positivo y moderado que el que defendió, por ejemplo, Pedro Sánchez en su programa para ganar las primarias de su partido en 2017. El secretario general del PSOE defendió entonces que «la excesiva moderación de los gobiernos socialdemócratas en Europa, sus grandes coaliciones con los conservadores, el limitado margen de maniobra de los socialistas en las instituciones europeas fueron erosionando el proyecto socialdemócrata». Y sentenció: «La actual gran coalición [Partido Popular Europeo Socialistas Europeos] está agotada y sólo llevará a Europa a su declive terminal».
En cambio, el programa electoral de la candidatura encabezada por José Borrell no cuestiona ya seguir pactando con el Partido Popular Europeo de Angela Merkel y habla en tono más suave del pasado: «Las respuestas de la mayoría de centro derecha que ha dominado la UE desde 2009 a 2014 no han sido las más acertadas ni las que más consenso han logrado entre los ciudadanos de los estados miembros».
El futuro de la UE pasa por acuerdos entre, precisamente, las familias políticas de los tres principales partidos de España: socialistas, populares y liberales. España está, por una vez, bien situada en la ola y no debe desperdiciar la oportunidad de ganar influencia con sentido de Estado y compromiso europeo.
Carlos Segovia