Horas después de su regreso a la Casa Blanca Donald Trump suprimió la página web en español de la institución. Cuarenta y un días después firmó una orden ejecutiva decretando que el inglés era el idioma oficial de EE UU.

Su decisión contradice la historia de un país en cuyas tierras, a mediados del Siglo XVI, se habló antes español que inglés. Contradice sobre todo la realidad demográfica porque 43 millones de sus habitantes, el 14% de la población, habla el español como lengua materna. Pero el porcentaje de hispanohablantes asciende al 20% si se incluye a aquellos para los que el español es su segunda lengua.

Hay ciudades enteras, como Hialeah (Florida), El Centro (California) y San Antonio (Texas) en las que el predominio del español es aplastante. Hay otras muchas, como Houston o Phoenix, en las que en la vida diaria está casi a la par con el inglés. A este ritmo los hispanohablantes podrían ser hasta 100 millones dentro de un cuarto de siglo en EE UU. Aún así parece improbable que llegue a ser un país bilingüe.

Las decisiones lingüísticas del nuevo presidente son “más que nada simbólicas”, escribe Daniel J. Olson, profesor de la Universidad Purdue (Indiana) en un artículo publicado en varios diarios de EE UU. Pese a su retórica “antiinmigrante y antilatina”, Trump es consciente del peso de la lengua y por eso “hizo múltiples anuncios en español durante su campaña presidencial”, recuerda.

Los sucesivos gobiernos de España no han sido del todo conscientes de la proyección de la lengua común. No la han defendido con ahínco frente al inglés en foros e instituciones internacionales cómo sí hizo Francia con cierto éxito durante años pese a que los francófonos son la mitad de los hispanohablantes y que el francés está en declive en unos cuantos países

El futuro del español se juega, en parte, en EE UU, donde, pese a Trump, mantiene su pujanza. En el resto del mundo también es una lengua boyante. El Instituto Cervantes calcula que en 2024 superó los 600 millones de hablantes en el mundo, de los que cerca de 500 son nativos a los que se suman los que lo manejan sin dominarlo (78 millones) y los que lo estudian (24 millones). El catedrático alcalaíno David Fernández Vítores rebaja un poco, recurriendo a una metodología diferente, esa estimación hasta los 591 millones.

A la demografía se añade la fuerza del español en la música popular donde copa la cuarta parte del mercado en las listas de éxitos en Spotify o YouTube. Aún más notable es el éxito de la ficción audiovisual de España. Un tercio de las producciones europeas son españolas y muchas de ellas son las más vistas en plataformas. En ese y en otros ámbitos España es una potencia que exporta cultura moderna y, de paso, suscita un creciente interés por su lengua.

Los sucesivos gobiernos de España no han sido del todo conscientes de la proyección de la lengua común. No la han defendido con ahínco frente al inglés en foros e instituciones internacionales cómo sí hizo Francia con cierto éxito durante años pese a que los francófonos son la mitad de los hispanohablantes y que el francés está en declive en unos cuantos países.

Prueba de ello es que solo hay en el extranjero 18 centros educativos públicos españoles donde se puede cursar la ESO y el bachillerato. El Instituto Cervantes, centro de referencia para estudiar la lengua, tiene presencia en 90 ciudades, pero su presupuesto fue en 2024 de tan solo 143 millones de euros, un 36% del Goethe Institut, su equivalente alemán.

Al Cervantes le falta presupuesto, anda algo retrasado en su digitalización y tiene aún escaso peso en redes sociales, especialmente las más frecuentadas por los jóvenes. La escasez de recursos se podría, en parte, mitigar asociándose con países como México que empiezan a abrir centros fuera de sus fronteras para propagar su cultura. Hay que proponérselo. ¡Compartimos lengua!

A España le falta además una televisión pública dirigida al mundo en español en la que se sobrepondere la información sobre el país y su cultura. Alemania, Francia y hasta Rusia e Irán cuentan con un gran canal informativo en español dirigido, sobre todo, a América Latina y la británica BBC dispone de una potente web. Bien se merece esa televisión España, el país cuya lengua es la segunda nativa del planeta, detrás del chino mandarín y por delante del inglés.

Ignacio Cembrero