La sede de nuestro Colegio Profesional, es algo más que un edificio donde se localizan los servicios centrales que se prestan a los registradores. Nuestra sede colegial tiene también una función simbólica. Es el corazón y el cerebro de una corporación.
El corazón, donde se visualiza la vocación de servicio público de sus miembros, a través de sus representantes, elegidos democráticamente por sufragio universal. Punto de encuentro y punto de partida, nunca punto de salida, porque el Colegio acoge siempre. Es compañerismo y ayuda mutua.
El cerebro del que emanan las ideas, transformándose en propuestas tanto para proyectarse en el futuro como para mejorar el presente del servicio público que se nos ha encomendado. El lugar, donde todos a una, personal del Colegio y órganos corporativos, examinan las necesidades sociales actuales con el objetivo de encontrar una respuesta acorde a los desafíos que se plantean, teniendo siempre en cuenta la experiencia de sus colegiados, y en todo caso, las expectativas de la ciudadanía.
La nueva sede de los registradores es a la vez tradición y modernidad, pasado y futuro. Recoge la memoria de lo vivido, cuando, en la segunda mitad del siglo XX, alojaba los servicios colegiales. Recuerdos que han quedado incorporados a la historia de la corporación. Hoy es el reflejo de las aspiraciones de los registradores para el siglo XXI. Su nueva estructura minimalista, su sostenibilidad, su color blanco, la incorporación de la más moderna tecnología; todo ello manifiesta el compromiso de los registradores con la renovación, con la búsqueda de lo esencial en todo servicio público, su función social, liberándose de estructuras caducas.
La nueva sede es el reflejo de las aspiraciones de los registradores para el siglo XXI. Su estructura minimalista, su sostenibilidad, su color blanco, la incorporación de la más moderna tecnología; todo ello manifiesta el compromiso de los registradores con la renovación, con la búsqueda de lo esencial en todo servicio público
El esfuerzo continuado de José Miguel Tabarés, Pilar Rodríguez, Mercedes Ríos y Begoña Beitia lo han hecho posible, pese a las numerosas dificultades. No puedo dejar de mencionar a los arquitectos, a la constructora, y al personal del Colegio que se ha involucrado en este proyecto; ha sido encomiable la decidida voluntad de todos por llevar esta iniciativa a buen puerto. A todos ellos les debemos que hoy, la sede colegial de Príncipe de Vergara 70, sea una realidad.
Gracias al Registro Mercantil de Madrid, y al Registro de Bienes Muebles Central por sumarse al proyecto.
Con la rehabilitación de este edificio los registradores ya no predecimos el futuro, sino que lo creamos llenos de esperanza y fe en nosotros mismos, y en la función que ejercemos.
María Emilia Adán