En aquel año 2000 en que nació la Revista Registradores, la economía española presentaba números envidiables. El Producto Interior Bruto crecía por encima del 5%, las cuentas públicas se acercaban al equilibrio y se cumplía con los requisitos de Maastricht hasta en la deuda pública, que era casi la mitad que ahora. España había entrado en el grupo de cabeza del euro, lo cual no había sido nada evidente por los desequilibrios acumulados en años anteriores y la revista estadounidense Newsweek saludaba «el milagro económico español», porque «hace 40 años se parecía a México, pero peor».
El Consejo Europeo felicitaba al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, por el cumplimiento de los requisitos de Maastricht, aunque, eso sí, le animaba «a seguir implementando las reformas estructurales pendientes». El Banco de España describía en su informe anual el alto crecimiento con saneamiento de las cuentas públicas de la economía española, aunque reseñaba que se estaban registrando aumentos significativos del precio de la vivienda, pese al aumento de la oferta.
El exministro y economista de referencia Enrique Fuentes Quintana aprovechaba entonces para recordar que España entraba en la Unión Económica y Monetaria, no por estar, sino por un objetivo primordial: «Acercar nuestro PIB per cápita y, con él, los niveles de nuestro bienestar económico a la media de los países europeos, de la que aún estamos distantes». Pero advirtió de que para la convergencia real, era decisivo seguir con «la nominal» de controlar déficit, deuda y otros indicadores clave. «No es posible alcanzar la pretensión loable de ser europeos de facto, situando nuestra producción y bienestar en el nivel medio de los países europeos, sin asegurar el cumplimiento escrupuloso y constante de las condiciones de la convergencia nominal». Era necesario, aunque reconocía que es «un objetivo éste con apariencia menos brillante y atractivo de la que posee la convergencia real, pues reclama siempre de la sociedad la aceptación de la disciplina, precisa en la marcha de la economía, de los impopulares y costosos comportamientos y medidas de política económica que garanticen la estabilidad».
Es innegable el progreso de la economía española en este primer cuarto de siglo, porque, por ejemplo, el PIB se ha más que duplicado y se han batido récords de afiliados a la Seguridad Social. Pero, en la comparación con el resto, la tasa de paro sigue siendo la más elevada de la UE y en renta per cápita comparable se han puesto por delante incluso países del Este adheridos después
Veinticinco años después estremece la vigencia de aquella visión por el estancamiento en la convergencia real y las dudas surgidas con algo tan elemental como mantener la disciplina para crecer. «Hay que reconocer que algunos de nuestros problemas económicos de estas últimas décadas han surgido de no haber sabido entender las obligaciones y las restricciones que surgen de formar parte del proceso de integración europeo y, en particular, de la Unión Económica y Monetaria. Esto llevó, por ejemplo, a la acumulación de graves desequilibrios macrofinancieros tras nuestro acceso al euro», afirmó Pablo Hernández de Cos en su última etapa antes de dejar el Banco de España. El resultado, recalcó, es que España apenas se ha acercado en todos estos años a la renta per cápita europea media. Incluso llegó a retroceder tras la pandemia hasta ser de nuevo potencial beneficiaria del Fondo de Cohesión para los países más desfavorecidos.
Es innegable el progreso de la economía española en este primer cuarto de siglo, porque, por ejemplo, el PIB se ha más que duplicado y se han batido récords de afiliados a la Seguridad Social. Pero, en la comparación con el resto, la tasa de paro sigue siendo la más elevada de la UE y en renta per cápita comparable se han puesto por delante incluso países del Este adheridos después. La convergencia real sigue prácticamente igual de lejos, pese a que el rumbo lo precisó ya Fuentes Quintana en aquel entonces: «La economía española debe avanzar en su convergencia real con la UEM, lo que precisa ganar competitividad para nuestra economía y conceder el debido relieve y atención a las variables que la condicionan». Tan básico como esto y hay que repetirlo ahora, lamentablemente, 25 años después.
Carlos Segovia