“Para que una mujer llegue a los más altos niveles profesionales ha de demostrar con creces su valía, cosa que no siempre se exige a los hombres”
Usted es una de las oncólogas más prestigiosas de nuestro país. ¿Encontró en su carrera profesional algún obstáculo por el hecho de ser mujer? ¿Cómo ha conseguido llegar a lo más alto teniendo que compatibilizar el trabajo con la vida familiar?
Personalmente quizás no sea representativa de la situación de tantas y tantas mujeres discriminadas por el simple hecho de serlo. Pero lo que sí he experimentado en mi propia persona y en muchos casos de mi entorno, es que para que una mujer llegue a los más altos niveles profesionales ha de demostrar con creces su valía, cosa que no siempre se exige a los hombres.
Respecto a la conciliación, creo que sin un acuerdo tácito con mi pareja, asumiendo por igual los compromisos familiares como el cuidado de los hijos o de nuestros mayores, sin duda no hubiera podido desarrollar mi profesión con la plenitud con la que la he desarrollado. Y esto que no deja de ser una clara excepción en nuestra sociedad, debería ser la norma socialmente asumida con todas las consecuencias.
¿Cómo es el feminismo que usted personalmente propugna?
Soy radicalmente defensora de la igualdad entre hombres y mujeres a todos los niveles, y al mismo tiempo muy consciente del largo camino que aún nos queda por recorrer en este importantísimo tema en nuestra sociedad.
Partiendo de estos principios, me siento identificada con aquellos movimientos que luchan por conseguir esa igualdad real tanto en el ámbito familiar, en el trabajo, en las instituciones y en cualquier lugar donde la presencia de la mujer tenga los mismos derechos y trato que los hombres. Si realmente queremos avanzar como humanidad, creo que los hombres han de participar en esa lucha que no es solo de las mujeres sino del conjunto de la sociedad.
En su opinión, ¿qué medidas cree que tendrían que adoptarse para mejorar la igualdad en el ámbito laboral?
Entre las muchas medidas que podría enumerar, la primera y muy evidente es la de que a igualdad de trabajo, igualdad de salario. Como también lo es la de adaptar los horarios laborales para hombres y mujeres, de forma que la conciliación familiar no sea a costa de una de las partes, generalmente asumida por la mujer, con la limitación que ello supone a la hora de escalar niveles de responsabilidad superiores.
“Si realmente queremos avanzar como humanidad, creo que los hombres han de participar en esa lucha que no es solo de las mujeres sino del conjunto de la sociedad”
Desde la perspectiva que le da su dilatada trayectoria profesional, ¿considera que se han cumplido todas las expectativas con las que entró en la Facultad de Medicina?
Desde muy pequeña tenía claro que quería estudiar medicina, aunque era consciente de la dificultad de poder hacerlo porque por la situación económica de mi familia necesitaba trabajar cuanto antes para poder ayudar en casa. Mi vocación era ayudar a la gente y mi deseo estudiar medicina. Para ello tuve que convencer a mis padres que creían que esta carrera era para gente con recursos económicos suficientes, y ese fue mi primer reto, romper mitos y estereotipos que propugnaban que estudiar medicina era solo para gente con recursos y no para las personas que quisieran hacerlo.
Las circunstancias de la vida me llevaron a poder dedicarme a la investigación del cáncer, más concretamente del cáncer de mama y el tratamiento de las pacientes, aplicando en la medida de lo posible todos los avances que íbamos descubriendo. En toda mi labor investigadora siempre he tenido presente la ayuda a los pacientes con cáncer, ésta ha sido mi finalidad básica y la razón de ser de mis proyectos.
Yo tenía claro que quería dedicarme a la medicina pública por entender que el derecho a una salud igual para todos y de la máxima calidad era algo absolutamente incuestionable para mí. En mis objetivos nunca estuvo el ganar más dinero, sino sentirme afortunada en mi trabajo porque en la vida uno tiene que desarrollar lo que le gusta. Hay que levantarse para vivir con plenitud desde el principio del día, desde el momento que te despiertas, y no esperar a finalizar la jornada laboral para empezar a vivir y disfrutar de la vida.