Solemos acordarnos cada 8 de marzo, pero la igualdad de género es en realidad un derecho esencial del proyecto europeo que fue ya definido en el Tratado de Roma de 1957 y que se ha defendido después con el articulado de muchas leyes europeas (derecho de paternidad, protección de víctimas de género, leyes de no discriminación, etc.). Resultan además innumerables los estudios que demuestran que la inclusión nos hace más resilientes y menos frágiles como sociedad.
Ciertamente, los avances han sido muchos: Europa es hoy uno de los mejores lugares del mundo para nacer siendo mujer. Y sin embargo, seis décadas después de haber conquistado esta igualdad de iure en Europa, la igualdad de facto está lejos de ser una realidad en nuestro continente. En el último año la brecha salarial entre hombres y mujeres se ha mantenido en torno a un 16% en Europa y la diferencia en las pensiones es de hasta un 37%. Y estoy hablando de cifras pre-covid.
En un mundo globalizado y en una UE que ha apostado todas sus cartas por empujar una recuperación económica basada en la consecución de una Europa más verde y -sobre todo- más digital, deberemos seguir luchando en los próximos años por incluir más talento femenino en la investigación, la sostenibilidad y el sector de las nuevas tecnologías
Sabemos que la pandemia del coronavirus ha agravado además estas diferencias: de nuevo son ellas las que mayoritariamente han reducido su jornada laboral para encargarse de los cuidados familiares, ellas las que más ERTEs han sufrido por trabajar predominantemente en los sectores de hostelería y servicios, y ellas finalmente las que se han mantenido en primera línea de batalla en la lucha contra el virus (pues son mayoría en el sector sanitario o de cuidados de mayores).
En un mundo globalizado y en una UE que ha apostado todas sus cartas por empujar una recuperación económica basada en la consecución de una Europa más verde y -sobre todo- más digital, deberemos seguir luchando en los próximos años por incluir más talento femenino en la investigación, la sostenibilidad y el sector de las nuevas tecnologías. Y no por una mera cuestión de justicia social, sino porque será además la única decisión inteligente.
María Andrés