“Franco se convirtió en una figura clave del fascismo continental”


Jesús Ruiz Mantilla es escritor y periodista, valga la redundancia, como le gusta decir. Ha ejercido su oficio en el diario El País desde 1992, donde publica entrevistas, reportajes y columnas sobre música, cine y libros en diferentes secciones. En 1997 apareció la primera de las numerosas novelas que ha publicado, Los ojos no ven, una intriga con el mundo de Salvador Dalí de fondo. Posteriormente con Gordo consiguió el premio Sent Sovi de literatura gastronómica, una obra a la que siguieron, entre otras, la trilogía sobre el siglo XX radicada en Cantabria, compuesta por Ahogada en llamas, La cáscara amarga y Hotel Transición, Contar la música y El encuentro, donde reconstruye una posible conversación entre William Shakespeare y Miguel de Cervantes. En su último libro, Franco y yo, cuenta una historia colectiva de caída en el abismo y conquista de la libertad y la democracia, con quienes la vivieron como protagonistas.


Las tensiones sociales y nacionalismo llevaron al mundo a la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa y la segunda gran guerra. ¿Esas mismas tensiones son las que llevan a España a la Guerra Civil y la dictadura de Franco?

Sin duda, aparte de otras que hacen de España un caso propicio para el ensayo o el prólogo de, sobre todo, la Segunda Guerra Mundial. España no estuvo nunca aislada ni fue ajena, ni su idiosincrasia demasiado diferente del resto. Es más, los años previos a la guerra no cabe considerarla como una rareza estrambótica o demasiado singular, tal como muchos nos han querido hacer creer. Franco se convirtió en una figura clave del fascismo continental, una corriente radicalmente europea, con la singularidad de que, al contrario que en Alemania e Italia, lo adoptó como ideología para ejercer el mando, pero lo impuso por la fuerza, ya que los españoles rechazaban esa opción en las urnas con el resultado de cero diputados en 1936 para la Falange en contra de sus aliados doctrinarios, que fueron muy fuertes en respaldo popular en sucesivas elecciones tanto para el partido Nazi como para los fascistas italianos. Después, pese a los intentos de Franco para hacer creer que la aislaba de ese contexto, nunca se mantuvo ajeno a él. En su primera etapa apostó en gran parte por el eje entre Alemania e Italia pese a no comprometerse por entero a formar parte militar del bloque y al finalizar la contienda su obsesión fue establecer alianzas con los vencedores aliados. Eso le resultaba clave para lo que fue, en verdad, su único programa de Gobierno: mantenerse a toda costa en el poder. Pese a querer aislar a España de las democracias que se impusieron en Europa, mantuvo los acuerdos y alianzas con británicos, franceses y norteamericanos, su política exterior fue completamente activa para tenerlos contentos. Como decía Carrero Blanco, supo mantener el fuerte de su posición estratégica en el contexto de la guerra fría para afianzar el régimen. 

¿Qué revelaciones sobre Franco y su régimen le sorprendieron más al acceder a los documentos del archivo de José María Castañé?

El archivo que durante años conformó de manera filantrópica y desinteresada Castañé es una joya sobre la huella de la violencia en el siglo XX que nunca debió salir de nuestro país. Gran parte de él, pese a que lo ofreció en su día sin querer cobrar un duro al Estado, ha acabado en Harvard. Tuvo el detalle de que los papeles referentes a España acabaran en la Residencia de Estudiantes y ahí siguen. Su generosidad conmigo ha sido la clave del libro y la razón por la que lo he escrito. Los documentos me ayudaron a conformar de forma fragmentaria un gran mosaico que me hizo comprender más a fondo el franquismo y aporta en el libro un valor documental específico con papeles inéditos hasta el momento. En gran parte, algunos denotan su posición proactiva en todo momento en el contexto internacional. Pero también ayudan a comprender muchas de sus obsesiones al detalle, como la que mantuvo con los masones o cuestiones relativas a su relación con Primo de Rivera, Juan de Borbón y diferentes líderes autoritarios de la época o materias cotidianas como su sueldo en los meses previos a la guerra. Una joya total.

Jesús Ruiz Mantilla junto a José María Castané, del que el escritor destaca que “su generosidad conmigo ha sido la clave del libro y la razón por la que lo he escrito”.

En su obra, es crítico con quienes fijan el inicio de la Guerra Civil en 1934, pero usted sitúa el final de la Guerra Civil en 1977. ¿Cómo cree que deberíamos entender el período que va desde el final de la guerra hasta las elecciones generales de junio de 1977?

No soy crítico con quienes sostienen el inicio de la guerra en 1934, simplemente no lo considero de ninguna manera como algo históricamente de rigor. Quienes sostienen eso lo hacen de manera torticera para blanquear el golpe de Estado de 1936. Lo de Asturias fue una rebelión agitada desde los círculos de izquierda más radicales para revertir el poder, cierto, pero la República, como poder legítimamente constituido, la arrasó. Lo hizo por la fuerza y con Franco en un papel fundamental que él supo utilizar para afianzar su liderazgo en el ejército. Pero, insisto, se reprimió bajo el paraguas y las decisiones políticas de un régimen legítimamente constituido, como era la república. El ejército cumplió órdenes del Gobierno y la estrategia que impuso el ministro de la guerra, Diego Hidalgo para que la represión fuera brutal. Es justo lo que desarma la teoría de quienes sostienen que fue el comienzo de la guerra. Esta se da cuando los militares sublevados deciden revertir el orden constitucional mediante un golpe que eche abajo el sistema. Triunfan en su empeño y deciden emprender una represión que va más allá del final de la contienda militar en 1939. Para mí, por tanto, la guerra termina cuando se produce la reconciliación de todos los españoles mediante las siguientes elecciones democráticas en 1977 y se reinstaura la soberanía nacional. 

“La represión franquista tuvo sus etapas. Fue radicalmente sangrienta y cruel en la posguerra y mantuvo el tono lo suficientemente duro como para que no se le escapara el poder de las manos”

Describe la ideología franquista como un «magma escurridizo». ¿Podría explicar más a fondo qué quiere decir con esto y cómo cree que esta caracterización ayuda a entender la naturaleza del régimen franquista?

Franco no tenía ninguna ideología. Adoptó el fascismo por conveniencia y lo impuso ya que los falangistas habían desarrollado una doctrina del mismo para la idiosincrasia española. Pero le daba igual, su poder se basaba en un personalísimo ejercicio del mismo para el que impuso, sobre todo, dos de los rasgos que lo definen: sagacidad y crueldad. Ese magma escurridizo es una mezcla de ideario joseantoniano, ideales tradicionalistas adoptados y un fuerte apoyo de la Iglesia. Fue una fusión ecléctica de extremismos conservadores que caló a la fuerza después en buena parte de los españoles y que hoy continua viva y se manifiesta en opciones fascistas propias del siglo XXI.

“La Transición ha sido el mejor periodo de nuestra Historia, así como la época más bella que hemos vivido colectivamente”

¿Cómo cree que la represión franquista evolucionó a lo largo del tiempo, y qué papel jugó el contubernio de Munich de 1962 en la respuesta represiva del régimen?

La represión franquista tuvo sus etapas. Fue radicalmente sangrienta y cruel en la posguerra y mantuvo el tono lo suficientemente duro como para que no se le escapara el poder de las manos. Se suavizó por las alianzas paosteriores de los años cincuenta con democracias y se exacerbó por un gran cabreo suyo tras Múnich. ¿Qué pasó allí? Que elementos hasta el momento controlados por él exigieron la apertura a la democracia para integrarse en Europa. Fue el caso de varios monárquicos o de Gil Robles, líder de la CEDA. Eso le dolió y le tocó a fondo porque veía peligrar cimentos en los que había asentado su poder. Los destierros y la eliminación civil de muchos de los que allí acudieron fue blanda con respecto a las penas de muerte que decretaba, pero muy significativa. 

En estas mismas páginas entrevistamos al fallecido Santos Juliá, en torno a su obra sobre la Transición, que definió como un logro. ¿Como definiría usted la transición española a la democracia?

Ha sido, para mí, el mejor periodo de nuestra Historia, así como la época más bella que hemos vivido colectivamente. Tuvo su violencia y su tensión, pero la determinación colectiva, la elección soberana como pueblo del camino hacia la democracia ha propiciado, de lejos, la mejor época de nuestra Historia en 500 años.

En su trabajo menciona las distintas visiones de Franco y Perón sobre la realidad iberoamericana. ¿Podría explicar más a fondo cuáles fueron las principales diferencias y similitudes entre sus perspectivas y su influencia en la actualidad?

Creo que Perón inventa en su día parte de la naturaleza del autoritarismo que estamos viviendo ahora. Franco ejerce un fascismo más del siglo XX, mientras que Perón, por su visión de la emoción como arrastre de las masas en la política sienta las bases de algo que estamos viendo actualmente. Lo hicieron también Hitler y, sobre todo, visionariamente, Mussolini, el gran inventor de todo, pero Perón lo contagia con técnicas muy modernas, como las de la radionovela, por medio de su historia con Evita. Un gran embaucador. Franco, en su momento, tal como describo en el libro, fue muy hábil a la hora de trasladar las técnicas de manipulación popular por medio de los medios de comunicación de la época, con el cine jugando un papel fundamental, la literatura y la prensa del corazón, por ejemplo: su obra Raza da cuenta de ello en libro y en la pantalla, así como la utilización de la prensa del corazón para su imagen de abuelo feliz de todos los españoles.


En el marco de los encuentros culturales que periódicamente organiza la revista Registradores, recibimos la visita a la sede colegial del escritor y periodista Jesús Ruiz Mantilla, donde firmó ejemplares de su última obra, Franco y yo, y departió con los asistentes sobre algunos de los aspectos más destacados del libro. Cabe resaltar la presencia en este encuentro de José María Castañé, empresario y coleccionista, “cuyo archivo, que durante años conformó de manera filantrópica y desinteresada, es una joya sobre la huella de la violencia en el siglo XX”, como señala Jesús Ruiz. Al acto asistieron también, entre otros, la secretaria general para la Innovación y Calidad del Servicio Público de Justicia, Sofía Puente; la directora general de Seguridad Jurídica y Fe Pública, Ester Pérez Jerez; la directora general para el Servicio Público de Justicia, Verónica Ollé; el director de la Fundación Iberoamericana Empresarial, Miguel Ángel Cortés; el periodista Álex Grijelmo y representantes de la Junta de Gobierno del Colegio de Registradores.

Antonio Tornel